Buena suerte

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Recobré el sentido poco después, mientras los labios de alguien me insuflaban aire a los pulmones y unas manos fuertes le daban sacudidas violentas a mi pecho. Tosí y un liquidó que probablemente era sangré, por no haber estado yo sumergido en ninguna clase de agua, lo que me estaba ahogando era mi propias sangre. Miré hacia arriba, hacía el millón de puntitos blancos que había frente a mí, incapaz de articular palabra. Sentía frío, estaba en realidad helado y me tiritaban los dientes, la cabeza parecía que me iba a estallar por falta de riego. Iba a morir, lo sabía con total certeza. Cerré los ojos, incapaz de seguir teniéndolos abiertos, ya no podía ver, pero si escuchar.

-¿Dónde está papá?-Patrick me volvía a acunar entre sus brazos, bueno esta vez me alzó del suelo y parecíamos movernos muy deprisa.-Tranquilo, cielo, mi padre es médico, te pondrás bien. Danny, ¿Y papá?

-Cálmate, se ha ido delante, al hospital, para prepararse-contestó la voz lagrimosa de Danny.

-No puedo calmarme, se muere el amor de mi vida, no puedo calmarme.

Me hubiera gustado decirle que él también era el amor de mí vida, pero eso él ya lo sabía y no tenía ningún sentido malgastar fuerzas en decir algo obvio.

Me sentí zarandeado entonces y caí sobre algo blandito. Bien, ya estaba sobre el coche, a lo mejor si nos dábamos prisa, yo podría sobrevivir, aunque eso a aquellas alturas me preocupaba más por Patrick que por mí.

Fue entonces cuando enfoqué la vista, y todo fue como tiempo atrás. Patrick a mi lado en el asiento trasero de un coche, Danny al volante y Reccelen de copiloto, salvo que aquella vez, había mucha gente pegada a los cristales, como si fuéramos estrellas de cine o algo así. El coche arrancó y yo dí una nueva arcada de donde salió otro buen chorro de sangre.

-Hay...mucha sangre-conseguí decir mientras me restregaba la boca con el dorso de la mano y Patrick me sujetaba la cabeza. Estaba feliz, por que con aquello había conseguido verle aunque solo fuera una vez más.

-Aguanta un poco más, por favor, te lo suplico-Patrick agachó la cabeza y la enterró bajo mi cuello.

No quería irme, pero estaba muy cansado, las piernas ya no me respondían y estaba empezando a perder la movilidad de los brazos. Mis párpados ya hacían lo que querían.

-Te quiero-susurré.

Entonces por primera vez también, lo escuché llorar sobre mi pecho, justo antes de que la oscuridad lo invadiera todo. Me sentí aliviado, el sufrimiento, la intranquilidad, todo lo malo quedó entonces en segundo plano. Si la vida de Patrick no hubiera dependido directamente de lo que pudiera pasar conmigo, estaba seguro que me hubiera dejado arrastras por aquella oscuridad a su libre albedrío. Pero lo cierto es que dependía de mí y eso pesaba mucho más que aquella oscuridad implacable.

Intenté entonces escuchar el latido de mi corazón, sentir en que estado me encontraba realmente, para descubrir que no conseguía escucharlo. ¿Estaba muerto ya?, ¿Acaso el otro lado era solamente la oscuridad y la consciencia de estar allí?

Me sentí mal y culpable entonces, no por mí, si no por Patrick que había hecho todo lo posible para que yo estuviera a salvo y yo siempre se lo había recriminado, ahora podía entenderle y me sentía muy culpable y esperaba de todo corazón que no sintiera mi muerte como un fracaso, yo era más cabezota que nadie y contra eso, él no podía luchar.

Una intensa luz me hizo que a ratos, pudiera abrir los ojos y ver como la luz era más y más potente conforme iba pasando el tiempo. Seguía vivo. Recuerdo haber oído sirenas. Recuerdo haber oído gente gritando a mí alrededor. Recuerdo el dolor que sentí de nuevo, cuando me incorporaron sobre alguna clase de camilla. Y sobre todo recuerdo el gritó de una persona desconocida, que me dio alguna clase de esperanza.

Pequeños TesorosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora