Hierro y sangre

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Andrew cayó de espaldas nuevamente. El chico había intentado por tercera vez cruzar el agujero que unía la cueva del Oráculo con el túnel, con el mismo resultado. La invisible pantalla que antes me impedía a mí pasar ahora se lo impedía a él.

-¿Qué me has hecho?-gruñó, mientras me taladraba con la mirada.

Yo ya me había levantado del suelo y me mantenía muy alerta por si acaso los acontecimientos se volvían a poner en mi contra.

-Te he dado lo que querías-recordé.-Mírate, tienes la caja.

El chico respiró hondo y nerviosamente y se acercó hasta el límite para hacerme frente.

-Sabes a lo que me refiero-esta vez habló con lentitud y cautela, como si yo fuera el peligroso en vez de él y me tuviera miedo.

-La caja está maldita-contesté por lástima.-No puede salir de la cueva, he tardado un poco en comprenderlo, pero por fin lo he hecho. Ha sido ella la que nos ha transportado hasta aquí de nuevo, esté es su lugar.

Él no comprendió mis palabras y yo no comprendí su expresión.

-La caja no puede salir, vale, pero, ¿Por qué no puedo salir yo?-inquirió desconcertado.

-Por que la caja tiene que estar custodiada en todo momento-hice coherencia a mis conocimientos y alardeé un poco.-Tú eres su nuevo custodio.

-No. Eso no es posible, La Medusa es la custodia de este lugar, no yo.

-Verás, cometí un error, La Medusa me engañó para que le ofreciera una gota de mi sangre y así se pudo liberar de esa maldición, hace unos minutos descubrí que no podía salir y entonces me di cuenta de que yo era el nuevo custodio de la caja, a si que...

-¿Me has engañado?-me cortó el chico dando otro paso furioso hacia delante.-Hijo de puta, sácame de aquí.

-No puedo, lo siento pero tendrás que conformarte con lo que has pedido.

-Yo no pedí esto-gritó desesperado.-Sácame.

-No te esfuerces-dije con sorna pese a que empezaba a sentirme mal por él.-Ya no tiene remedio.

-Encontraré a alguien a quien engañar, saldré de aquí, los míos me ayudarán.

-Solo una persona con poder puede darte su sangre para romper la maldición, y sin esto-le mostré la llave que le acababa de quitar del cuello.-Tú gente ya no tiene poder alguno y ningún Custodio sería tan tonto como para liberarte de nuevo.

El chico pareció comprender y quedó abatido durante un instante, luego me miró apenado.

-Lo tenías todo bien planeado, ¿verdad?

-No. Ya te he dicho como han surgido las cosas, ha sido pura suerte.

El chico me miró con rabia y entonces con todo explicado ya me dí la vuelta para marcharme.

-Ahí tienes tú poder-dije.

-Esto no ha acabado aún, conseguiré la forma de salir y acabaré contigo, te lo prometo-gritó.

-Andrew-le miré por última vez.-Como un dijo un filosofo, cuidado con lo que deseas, por que el destino tiene dos modos de arruinarnos la vida, negándonos lo que deseamos o concediéndonoslo.

Dicho aquello con mucho más teatro del que esperaba por mi parte, guardé la llave y el colgante en el bolsillo donde antes había estado la caja y corrí hacia la salida a tientas, aún tenía otra batalla a la que enfrentarme en el teatro.

Pequeños TesorosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora