La música suena muy fuerte, mi cabeza esta por explotar y no ayuda mucho el hecho de que me tomé medio barril de cerveza en una hora. Todo se ve como en cámara lenta y distorsionado. No se que canción está sonando ahora pero se escucha como si estuviera dentro de una botella, el sonido no llega directamente.
Y ahora que me doy cuenta, creo que estoy subiendo unas escaleras. Medio tambaleando, me sostengo de la baranda con una mano, y con la otra sostengo a alguien. No, me están sosteniendo a mí, me están llevando al piso de arriba.
Levanto la mirada y veo una melena de pelo oscuro moverse de un lado a otro... sería mejor si fuera rubia. La chica del pelo marrón de da vuelta y, entornando los ojos, puedo distinguir a Kendra.
Dejo de ascender y camino por un pasillo con muchas habitaciones. Ni que los Collins tuvieran diez hijos ¿Para qué tantas? Pasamos por un puerta que dice ''Paul'' tallado en la madera, como si lo hubieran hecho con un cuchillo...
Llegamos al final del pasillo y Kendra abre la útlima puerta. Siento como me suelta, y doy unos pasos adelante. En medio de la habitación hay una enorme cama matrimonial, de esas que parecen sacadas de un castillo. Siento como alguien me toma por los hombros, me da vuelta y caigo de espaldas sobre el colchón.
—Bien —dice Kendra mientras se acerca—, nos vamos a divertir, Cal.
Me despierto gruñeando por el dolor de cabeza. A penas puedo abrir mis ojos porque algún estúpido corrió las cortinas y la luz no me deja ver nada. Paso unos cuantos minutos así, acostado, sin hacer nada hasta que me acostumbro al sol y miro a mi alrededor.
Bueno, esto no es mi cuarto... está demasiado limpio y blanco.
Recorro las paredes con la mirada y veo muchos cuadros con fotografías familiares... ¿Acaso esos son los Collins con Paul y Tay?
No me jodan, estoy... ¿Estoy en la habitación del señor Collins? No puedo evitar reírme ante eso. Me imagino su rostro crispado de los nervios por verme sobre sus sabanas de seda importada. Me río con mas fuerza y al intentar levantarme, siento un pinchazo en el lado izquierdo del pecho, sobre las costillas.
Me fijo y hay una mano, mas bien un brazo sobre mí, clávandome las uñas en la piel. Me giro lentamente para ver quién es la que me está lastimando, aunque ya se la respuesta.
—Kendra... —mascullo entre dientes. Intento alejarla pero me abraza a un más fuerte, y por ende, sus uñas se me incrustan más. Maldición. Miro para todos lados buscando ayuda pero estamos solos y.... esperen un minuto ¿Estoy sin camisa? ¿Qué mierda hice ayer?
Giro la cabeza a un lado, suspirando, y veo una pila inmensa de almohadas. En serio, hay como cuarenta almohadas de todos los tamaños... ¿Para que rayos necesitan tantas? Dios, los ricos son muy exagerados.
Tomo la más grande de todas y con cuidado tomo el brazo de Kendra. Lo pongo debajo de la almohada mientras me deslizo a un lado de la cama. Si alguien me viera diría que es de película.
Encuentro mi camisa en el otro lado de la habitación, sobre una silla en un escritorio. Me acerco y mientras me la pongo, veo unos cuantos papeles y contratos. Llámenme curioso o metiche, pero no puedo evitar echar un ojo, ¿Quién se va a enterar?
Como ya les dije antes, los Collins son los dueños de la cadena de hoteles más importantes de la isla. Tienen mucho dinero, demasiado diría yo. Según lo que me contó Paul, sus abuelos eran los dueños de muchos hoteles en Canadá, y ellos estaban bien en dónde estaban... pero no su hijo Robert.
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Sea Sound © (Editando)
HumorPlaya, olas y nada que hacer. Un verano perfecto. Pero no, no lo será hasta que Caleb se de cuenta de que su vida es más divertida cuando sale de su estado de confort para enfrentar la realidad del amor. Tabatha Collins, un dolor de cabeza... y de c...