Capítulo 17: Misión suicida

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—¿Están listos, chicos? —pregunta Dennis.

—Sí —respondemos Lena y yo.

—No los escucho...

—¡Sí! —repetimos con fastidio.

—¡UHHHHH! Vive en una piña debajo del mar, ¡Bob-Es-Pon-Ja! ¡AUCH! —grita Dennis cuando le pego un manotazo en la nuca.

—¿Podrías concentrarte por una puta vez en tu vida? —le pregunto exasperado—. Ian no va a dormir para siempre, debemos regresar antes de que despierte.

—Si le hubiéramos dado las pastillas de tu tía, tendríamos más tiempo...

—Primero —digo, enumerando con mis dedos—, esas pastillas son recetadas, porque a Caroll le falta un tornillo y le cuesta dormir, no se las puedes dar a cualquier. Segundo, las cuenta cada noche antes de acostarse, si le falta una se dará cuenta y adivina a quién va a culpar. Tres, Ian está en proceso de desenticación...

—¡Desintoxicación, tarado! —grita mi querida prima interrumpiéndome.

—¡Bueno! Esa cosa... no le podemos dar una pastilla ¿No?

—Solo decía —se excusa encogiéndose de hombros—. ¿De verdad están listos para lo que se viene?

—Sí —dice Lenna. Parece estar un poco impaciente por entrar al cuarto de Ian.

—Yo ya estuve ahí, y les aseguro que no es bonito.

—Hemos visto cosas peores —respondo.

—Están por entrar a las puertas del abismo, el momento de arrepentirse es ahora.

—¡Cierra el pico de una maldita vez y abre la condenada puerta! —¿Entienden lo que digo? Es como si entrar ahí fuera su deseo más anhelado.

—Primero pónganse las mascarillas especiales, por favor —Las mascarillas especiales son unas trapos que encontramos por ahí y nos las envolvimos al cuello. Nos tapamos la boca y parte de la nariz con ellas, y se me cruza la imagen de unos terroristas en la cabeza.

—De acuerdo. A la cuenta de tres... Uno, des, ¡Tres! —dice Dennis, y con el hombro apoyado en la puerta la empuja y casi que se cae al suelo. A pesar de tener nuestras mascaras anti gas tan bien fabricadas, el hedor penetra en mi nariz de todas formas. No se bien qué es, puede que sea una mezcla entre ropa sucia, maría y el olor a encierro en la habitación por estar la ventana cerrada.

Observo a Lena mientras saca unos guantes de latex de su bolsillo y se los coloca —¿De dónde sacaste eso?

—Caroll tiene cajas y cajas en el cuarto de limpieza. Dos menos no harán mucha diferencia.

—Y, por casualidad, ¿No se te ocurrió traer un par para nosotros? —abre la boca para decir algo pero como la tomé desprevenida, la cierra sin decir nada—. No, claro que no. Tu cerebro no llega tan lejos.

Me mira entrecerrando los ojos y recibo un guantazo de plástico en la mejilla. Dennis se rié a carcajadas, aunque la voz le sale un poco amortiguada por la tela. 

—Paso uno, sacar toda la ropa sucia dice —mi amigo haciendo una mueca de disgusto-. Creo que por algún lado hay pinzas de esas para recoger basura —sale de la habitación y cuando regresa tiene una pinza en cada mano, las alza como si fueran moto-cierras. Me da una y el se queda con la otra.

—¿Y yo qué? —espeta Lena.

—Tú tienes tus guantes, tendrás que recoger la ropa con tus delicadas manos —le digo sonriendo. Karma, primita, karma.

Sea Sound © (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora