Me había acostumbrado a despertarme y pisar el rostro de Ian sin querer, o a levantarme en la mitad de la noche y salir del cuarto porque sus gases eran inaguantables, pero ahora que volví a dormir solo, ya hace unas semanas, me siento... incompleto.
Esto me hace pensar en cuánta importancia tienen mis amigos en mi vida diaria. Es decir, antes, lo primero que hacía cuando me levantaba era ir al salón y verlos tirados en el sofá, Dennis tratando de descifrar lo que un muy drogado Ian decía y Paul viendo la televisión con una soda en la mano. Mis tardes eran estar en la playa con ellos, mis vecinos, y cuando caía la noche de vez en cuando armar una fogata y nadar en el mar a la luz de la Luna.
La vida de un surfista relajado, ¿No creen?
Pero desde que empecé a darle clases a Tay, a penas los veo. Y no es que me esté quejando, claro que no, el tiempo que paso con Tay es oro, pero... extraño esos momentos con ellos. Iba a llamarlos y decirles que vinieran, pero me sorprenden cuando ni bien abro los ojos en la mañana están en mi cuarto, riendo y mirándose como si escondieran un secreto.
—Hola Caleb —dicen los tres al unísono.
—Hola chicos...
—¿Dormiste bien?
—Ajá...
—Genial, necesitarás energías para lo que trajimos.
—¿De qué hablan? —pregunto confundido—. ¿Irémos a la playa o...
—No, hoy no —contesta Paul tirando una sonrisa de sus labios.
Frunciendo el ceño, miro a mi escritorio que increíblemente hoy no está lleno de ropa sucia y sobre él veo una caja con un moño. Mi cumpleaños no es hasta dentro de unos días, así que no entiendo porqué me traen algo ahora...
—Hey, zopencos, aún no es mi cumpleaños.
—Ya sé, pero decidimos traerte esto antes. —responde Ian con cara de ángel.
¿Qué no son dulces?
Me levanto de la cama lanzando las sábanas al suelo, y escucho a Caroll gruñir en el marco de la puerta. Le sonrío encogiéndome de hombros como diciendo ''¿Qué se le va a hacer?'' y me siento en la silla frente al escritorio, rodeado de los chicos, alias, monos subdesarrollados como dice Scott.
Coloco las manos en la caja y lentamente la levanto. El sol que entra por la ventana justo adelante nuestro brilla en la base metálica de lo que sea que está bajo la caja y me encandila, ¿Qué mierda es esto? Con los ojos aún cerrados quito la caja y la dejo aún lado, y abró un solo ojo para mirar mi regalo.
Y adivinen qué me trajeron, a mi, Caleb Sparks, el chico que odia la tecnología.
¡Así es, una hermosa computadora!
—¿Es una broma? —Les digo a los tres idiotas que me miran sonrientes.
—No, ya es hora de que aprendas a usar una, amigo.
—No me gustan... —gruño mirando al suelo. Parezco un niño de seis años haciendo un berrinche.
—Vamos Caleb, mírala, ¿No es linda? —me alienta Caroll, deslizando un dedo por la tapa plateada de la máquina.
—Sí...
—Ábrela, será divertido.
—Hey, esperen, me están tratando como idiota.
Eres un idiota.
No te metas, hijo de...
—Solo hazlo, no va a explotar —replica Paul poniendo los ojos en blanco.
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Sea Sound © (Editando)
HumorPlaya, olas y nada que hacer. Un verano perfecto. Pero no, no lo será hasta que Caleb se de cuenta de que su vida es más divertida cuando sale de su estado de confort para enfrentar la realidad del amor. Tabatha Collins, un dolor de cabeza... y de c...