three

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3. Los primeros pretendientes


Nunca fui el tipo de persona que se preocupase demasiado por las cosas. Sobre todo cuando se trataba de mis compañeros; me importaba un bledo lo que opinasen. Pero debido a que ahora yo tenía el beso y eso era una gran cosa, sentía como que tenía un enorme peso sobre mis hombros.

- Está bien, tenemos que hablar. – Dijo Gina, sentándose a mi lado.

- ¿Sobre qué? – Le pregunté inocentemente.

- ¡Sobre el beso! – Exclamó, haciendo que algunas personas se volviesen para mirarnos. - ¡No me puedo creer que lo tengas!

- ¡Shh!

Moví los ojos por todo el aula, no había mucha gente porque aún era temprano para que la clase de inglés comenzase; aún quedaban aproximadamente unos diez minutos. Sin embargo, todas las personas que había me estaban mirando.

Con cada segundo que pasaba el peso en mis hombros era cada vez mayor.

- Lo siento. – Suspiró Gina. – Es que no me lo puedo creer.

- Ni yo.

Miré a Aiden y comencé a lanzarle dagas invisibles con mis ojos a su espalda. Dios mío, ojalá mis ojos lanzasen rayos X.

- No me puedo creer que me hubiese besado sin mí consentimiento.

- Lo sé. Es un idiota.

Idiota se quedaba corto.

Gina me miró con simpatía y me pregunté por qué. La realidad era que no estaba molesta por tener el beso, más bien estaba nerviosa e incómoda.

- Sé que no quieres el beso. – Dijo, triste.

- Obviamente.

- ¿Entonces lo vas a pasar? – Preguntó. – Deja que alguien te bese y así te deshaces de él.

- Por supuesto que no. – Fruncí el ceño. – No quiero que nadie me bese.

- Pero no quieres tener el beso.

- Ya lo sé, pero prefiero tener el beso a que alguien me bese. Es por eso que tengo pensado quedármelo.

Por esa razón sentía un enorme peso en mis hombros.

Iba a detener el juego que había estado rondando durante el último año, y el cual estaba en boca de todos. Tenía pensado acabar con el mayor juego de la historia; y sabía que todos iban a odiarme por ello. Aún así, no me preocupaba lo que los demás pensasen o dijesen, pero sí me preocupaba lo que pudiesen hacer.

El juego del beso había demostrado que había gente muy loca por ahí suelta.

La mandíbula de Gina se abrió tanto que casi tocó la mesa (bueno no fue así, pero casi). Sus ojos comenzaron a hincharse mientras me miraba, dándose cuenta de lo que quería decir y de que, por supuesto, mucha gente no iba a estar feliz con ello. Pero no había nada que pudiesen hacer; no iba a estropear la oportunidad que se me había presentado de poder acabar de una vez por todas con este estúpido juego.

Por lo que haría lo que mejor sabía hacer, ignorar a las personas.

- ¿Qué? – Dijo. - ¿Lo dices de verdad?

- Afirmativo. – Dije en voz baja. – Es hora de que el juego llegue a su fin.

- Oh, Dios mío. – Ella frunció el ceño. – Daisy, no seas tan aguafiestas.

- Deja de decirme eso. – Suspiré. – Es lo que quiero. No sólo para poder acabar con el juego, sino también porque no quiero besar a nadie que no sea mi novio.

El Playboy quiere Besarme, [SP#3] | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora