16

358 35 22
                                    

—Pero, ¿Qué haces aquí tan temprano? —dijo a través de la puerta.
—Te dije que llegaría temprano.
—Sí, pero nadie lo hace —dijo sonando alterada y yo me reí.
—Vamos, abre la puerta, moriría por verte así cada mañana al despertar contigo.
—Deja de hacer eso.
—Lo dejaré de hacer en cuanto abras la puerta.
La abre.
—Hola —sonreí. Entré a su casa y cerré la puerta detrás de mí.
—Sé que lo seguirás haciendo.
—Cierto es —me acerqué y le di un beso en la mejilla. Olía a lavanda.
Su padre sale de la cocina. Nos mira a ambos, me acerco a él y le estrecho la mano.
—Mucho gusto, Señor, mi nombre es Wes.
—¿Eres el novio de mi hija?
Me asusté por su pregunta, no contesté inmediatamente, volteé a ver a Samantha y su cara era un poema.
—No, Señor —le respondí seriamente.
—Relájate, chico —replicó sonriente. No sé si estaba feliz por no ser el novio de su hija—. No te haré daño si eres o no el novio de mi hija.
—Está bien —contesté aliviado.
—Pero, ¿cuál es tu promedio?
—Eh, cuatro punto cinco sobre cinco.
—Nada mal —dijo sorprendido—. Bien, ¿ya desayunaste?
—Sí, pero no me vendría nada mal una taza de café.
—Enseguida vuelvo para que veamos televisión mientras Sam se arregla.
—¿Por qué no ve televisión tal y como está ahorita? Sólo digo.
Samantha quería matarme.
—Sí, estoy de acuerdo —me dijo—. Además, no has desayunado, Sam.
—Está bien —responde—. Yo escojo lo que veremos.
Asentimos. Supongo que me llevo bien con su padre. Punto para mí.

Nos sentamos en el sofá, enfrente de la televisión, el padre de Samantha se sienta en medio de nosotros con la bandeja del desayuno. Hizo Waffles; como yo había comido panqueques y tomado jugo de naranja, únicamente le pedí café, que, desde mi punto de vista, se ve rico.
—¿Qué vamos a ver, Samantha? —pregunta su padre (aún no conozco su nombre).
—Mr. Robot —contesta ella.
—No la he visto —replica— ¿Tú ya la viste, muchacho?
—No, Señor, aún no.
—Ponla y hagan silencio, todos, incluso yo y si alguien llama, lo dejaremos en manos de la contestadora.

Mr. Robot es una serie que trata de un chico que es hacker y que padece de ansiedad social. Elliot —ese es su nombre—, usa sus habilidades para conocer los secretos de las personas que él conoce y así también, descubrir si estas personas cometen delitos graves, para así, denunciarlos anónimamente —porque hackear a una persona es un delito—. Pero la serie no va de denunciar a pedófilos, traficantes de órganos, etc. Va sobre hackear a una compañía, o al menos, eso pienso yo.

—Creo que iré a bañarme —masculló Samantha.
—Está bien —replicó su padre.
Se levantó y se fue.

Luego de que ella subiera las escaleras, su padre tomó la palabra y dijo:
—Bien, muchacho. Ya que no eres el novio de mi hija, entonces, ¿Qué eres?

Buena pregunta, salvo que yo tampoco sabía que, qué era yo.
—Sólo soy un amigo —respondí.
—¿Cómo fue que se conocieron?
—Fue en un concierto, ella se acercó a mí y me habló. Después del concierto nos fuimos a Frenchy's y luego a nuestras casas.
—Oh, bueno —se acerca hacia mí y empieza a hablar con un tono de voz más bajo—. No sé si debería decirte esto, pero, antes del concierto no se veía feliz o emocionada. Eso se debía al suicidio de un amigo. ¿Ya te habló sobre eso?
Asentí.
—Bueno, al día siguiente, se le veía más animada y hoy estaba muy feliz. No sé si tú eres la razón por la que ella está así. Pero, gracias, muchacho.

Siendo sincero, estoy muy confundido, no con su padre, sino con ella. Aunque creo tener la certeza de que yo también le gusto a ella, lo cual es genial.
—No es nada —respondo—. De hecho, ni siquiera sabía que estaba feliz por mí.

Pensé que la charla con su padre sería como esas típicas charlas en las cuales ellos te dicen que te desmembrarán si le haces daño a su hija. Este no fue ese caso, aunque porque él tampoco sabe nuestro estado sentimental. Luego de eso, estuvimos hablando de deportes. No es que yo sea un fanático de los deportes, pero al menos sé la manera en que trabajan. Chris —ese es su nombre—, me dijo que fue un gran jugador de fútbol americano en la preparatoria, pero que lamentablemente una lesión lo hizo dejar las canchas y la peor parte fue que, ese era el último partido de la temporada y que unos cazas talentos de varias universidades habían llegado a verlo para ofrecerle becas deportivas y que justo después de la lesión, cerraron sus cuadernos de notas y se marcharon. Hasta ese momento, él dice que estaba triste, digo, lo que iba a ser su vida se acaba de ir para siempre, pero al llevarlo a la enfermería, conoció a Stephanie, la madre de Samantha.
—¿En serio? —le pregunté.
—Sí, en serio. Ella trabajaba como enfermera voluntaria en la preparatoria. Me cuidó bien; cada día que llegaba a la enfermería, pedía que ella me revisara y me negaba a que otra persona lo hiciera —se rio—. Y cómo era usual en esos tiempos, a la chica que le pedías que fuera al baile de graduación contigo, sería tu novia y si el universo quiere, también tu futura esposa. Así que, una semana antes de la promoción, se me ocurrió invitarla. No quería que fuera el típico «oye, ¿quieres ir al baile conmigo?», no. Lo iba a hacer a mí manera.
—¿Cómo fue?
—Bueno, como no soy bueno y en ese entonces tampoco era bueno con los instrumentos, les pedí a unos chicos que me ayudaran a cantarle algo a ella y qué mejor canción Can't Help Falling In Love del gran Elvis.
—Entonces, sabía cantar.
—Sí, más o menos. Bueno, a la hora del almuerzo, atravesé las puertas junto con tres chicos, uno era el que iba a tocar la guitarra y dos me sostenían, porque aún seguía con las muletas. Como hicimos ruido al entrar, todos voltearon su vista hacia nosotros. Y en ese mar de rostros, divisé a Stephanie. Le sonreí y ella me devolvió la sonrisa y a la vez me miraba como si estuviera loco, y en serio que lo estaba.
Me reí
—El chico de la guitarra empezó a tocar y segundos después, yo empecé a cantar. Te haría una demostración, pero me escucharía como si estuviesen ahorcando a un gato.
Me reí nuevamente.
—Y bueno, a medida que iba terminando la canción, me acercaba a ella. En la parte del estribillo que dice «Take my hand and my hole life too», tomé su mano, terminé la canción y todos empezaron a aplaudir y a corear mi nombre. Le pedí que fuera al baile de graduación conmigo. Y a cómo era de esperarse, me dijo que sí y que también estaba loco; «loco por amor, por ti», le respondí. Y eso es todo.

Desde las estrellas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora