En dos días, Samantha tendrá que hacer un examen de admisión (S.A.T) para entrar en la universidad. Sin embargo, no tendré que ninguno que hacer, porque la universidad me otorgó una beca académica, así que mi único objetivo es mantener mis notas altas para que no cancelen mi beca.
Samantha me pidió que no le ayudara, que ella se sentía capaz de estudiar y sacar una excelente nota por su cuenta. Estuve de acuerdo con su decisión, pero, no mencionó nada sobre visitarla.
Estoy en una cafetería; le llevaré un latte, creo que lo necesitará. Serán unos dos días muy largos para ella.
—Aquí está su cambio, señor.
Vaya, no recuerdo si es la primera vez que alguien me dice "Señor". Se siente raro.
—Gracias, que tenga un buen día.
Dejo dos dólares de propina y salgo. Acomodo las dos tazas en el asiento del copiloto para no ensuciar el auto y me siento donde me corresponde. Arranco el auto y mi teléfono empieza a sonar.
—¿Hola? —digo.
—Chico —es Ed—, tu chica te necesita, ¿vienes en camino?
—Sí, voy en camino, llego en quince minutos aproximadamente.Samantha estaba en Frenchy's; no le gustaba el café de ahí, sin embargo, la comida sí. Al llegar, Ed estaba en la puerta y la abre para que no se me caigan las tazas.
—¿Le dio un ataque?
Asiente.Samantha estaba al fondo, al lado de la ventana. Reposaba su cabeza en la mesa, sobre sus cuadernos. Me siento a su lado.
—Hola —le digo cerca del oído. Se levanta de golpe.
—Hola —hace puchero—, estoy cansada.
Me abraza. Qué lindo se siente.
—Por eso te he traído café. Tu favorito.
—Que considerado eres.
Me besa.
—¿Necesitas ayuda con algo?
—No, sólo, necesitaba mi café —hace una pausa, ve sus apuntes y vuelve su vista hacia mí— y a ti.
—¿Te sientes preparada?
—Sí, ahora soy tan inteligente como tú —me guiña el ojo.
—Bien, genial, estoy feliz por ti. Y veremos si superas mi calificación de mil quinientos puntos.Actualmente, la nota perfecta es de mil seiscientos, pero el del antiguo SAT era de dos mil cuatrocientos.
—Espera, ¿tú lo hiciste?
—Así es, puedes hacerlo una vez que estés en tus últimos tres años de bachillerato.
—No creo que pueda superarte —suena triste.
—No te subestimes —acerco mi cara a ella y le planto un beso—. Estoy seguro que lo harás mejor que yo.
—Terminaré de hacer estos diez ejercicios y luego me iré a casa. Tú me llevarás, no he dormido en días y mi pelo es un desastre.
—A mí me gusta así.
—A ti te gusta todo de mí. No cuentas para pedirte una opinión sobre cómo me veo.
Nos reímos.
—Está bien. Sólo decía —la beso nuevamente.
—Eres un encanto, ¿lo sabías?
Asiento.
—Ya regreso, no tardo, si no te sientes capaz de resolver algún ejercicio, avísame.
—No. Nada de ayuda.
—No lo resolveré, sólo te diré cómo hacerlo —me levanto, le doy un beso en la frente y salgo.Me siento afuera, en el bordillo de la acera, al lado del señor Ed. Estaba fumando un cigarrillo.
—No sabía que fumaba, señor.
—Últimamente no me he sentido al cien por ciento, chico. El cigarro me ayuda a relajarme un poco y así poder seguir dando guerra.
—¿Se encuentra bien?
—Sí, estoy bien. Te ofrecería un cigarrillo, pero eso jamás pasará —se ríe.
—¿Ya fue al hospital o a algún consultorio?
—No, es porque he trabajado de más últimamente. La esposa de mi asistente tuvo un hijo, entonces le reduje las horas de trabajo, pero con el mismo salario.
—Es un bonito gesto.
—Bueno, a mí también me hubiera gustado que hicieran eso por mí.
—Sí, tiene razón.
—Chico, quédate con Samantha a su lado en todo momento, ¿está bien?
—Eh, sí, señor, ¿por qué dice eso?
—Sólo, déjalo así y prométeme eso.
—Está bien, lo prometo.
—Bien, volvamos adentro antes de que la chica empiece a ponerse loca nuevamente —nos reímos.
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Desde las estrellas
Romance«¿Existe el día perfecto?» Esa es la interrogante que tiene Wes, un chico que tiene una forma de pensar muy peculiar sobre el concepto de lo que significa la felicidad. Wes quiere morir, ¿Será alguien capaz de detener ese pensamiento? o ¿N...