«¿Existe el día perfecto?»
Esa es la interrogante que tiene Wes, un chico que tiene una forma de pensar muy peculiar sobre el concepto de lo que significa la felicidad.
Wes quiere morir, ¿Será alguien capaz de detener ese pensamiento? o ¿N...
Encuentro a Samantha sentada en la cama, a mi lado. Parece que acaba de levantarse. Tiene la espalda desnuda; su espalda es como el cielo, llena de lunares cual estrellas, en las cual podría formar constelaciones con ellas.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
—Buenos días —le digo. Se voltea con una sonrisa, se acuesta nuevamente y dice: —Hola —soñolienta. Se acerca y me besa— ¿cómo amaneciste? —Estupendamente genial —empiezo a jugar con su pelo— ¿tú? —Igual que usted.
Me salgo de la cama y ella vuelve a sentarse. Recojo su bata del suelo y se la paso a ella, yo entro al baño para ponerme la otra bata; por suposición, si había una, tenían que haber dos y así era. Regreso con la bata puesta y me siento al lado de Samantha en la cama. Ella recuesta su cabeza sobre mi hombro por unos minutos, nos quedamos en silencio hasta que alguien toca la puerta tres veces y grita a través de esta «¡Servicio a la habitación!» —¿Tú los llamaste? —me preguntó. —No y supongo que tú tampoco, tal vez se habrán confundido. Salgo de la cama, abro la puerta y detrás de ella estaban Harry y Violet. —¡Vaya! Parece que se la pasaron muy bien anoche en esta habitación —dice Violet. —Lo siento, pero, le dije que no viniéramos pero ella insistió —sigue Harry. —Descuida —tuve que contener mi risa. —Entraríamos, pero al parecer aún siguen en paños menores y no queremos estar incómodos, así que pónganse ropa y bajen a la piscina para la actividad que hará el hotel. —Está bien, Violet. Bajaremos en unos minutos. Nos vemos. Cierro la puerta y me dirijo hacia Samantha. —No sé, pero supieron que hicimos el amor. Se ríe. —¿Por qué te parece gracioso? —Por la forma en que lo dices, se escucha tierno. —Bien, tendremos que ir a la piscina. Ponte sexy —le guiño el ojo. —¿Qué? ¿Acaso no me veo linda y sexy así? —Ni con la ley de Coulumb podría calcular la fuerza con la que me atraes tal como te ves en este momento.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
En el área recreativa nos esperaban Violet y Harry; habían más parejas. Llegué con un short negro y una camiseta; Samantha usaba un short vaquero de tiro alto y una camiseta de rayas azules.
El coordinador que llevaba a cabo la actividad, dijo que haríamos un total de tres actividades. Al final, iban a poner en un ranking a la mejor pareja de la actividad. La primera actividad que íbamos a realizar es meditación en Yoga. Cada pareja se sentaría frente a frente con las piernas cruzadas como si fuesen mariposas y sosteniendo las manos de nuestra pareja mientras permanecíamos en silencio.
Samantha y yo hacemos todo lo que nos indicaron hacer. —¿En serio vamos a hacer silencio? —dice Samantha en voz baja. —Sí, además yo soy lo suficientemente silencioso como para fallar aquí. —No, Wes —casi se ríe—. Vayamos en contra del sistema. —¿Qué tiene en mente señorita? —Nada, no quiero llamar la atención. Pero podríamos estar hablando tal y como lo hacemos en este preciso momento. —Hagan silencio por favor —dice el coordinador en voz alta. —Creo que accederé a tu propuesta —le digo a ella. —Genial, aún necesito saber más cosas de ti que aún no sé y supongo que es momento de averiguarlo. —Creí que ya lo sabías todo. —No, cada día me asombras por las cosas que salen de tu mente. Por ejemplo, lo que dijiste hoy en la madrugada. —Bien —me ruborizo—. Maldita sea, me puse rojo —hice una risita que contagia a ella. —¿Sabes otros idiomas? Asiento. —¿Cuáles? —Inglés, español —obviamente—, italiano, alemán y polaco. —Vaya, son muchos. Dime algo lindo en alemán —me mira desafiante. —Ich würde mein Leben für dich geben* —lo digo en un alemán presentable, pero no perfecto. —¿Qué significa? —Te amo mucho, mi amor —mentí. Me besa, tenemos los labios resecos y aún puedo sentir el sabor de la Coca-Cola de anoche en su aliento. —Ahora yo quiero preguntar algo. —Está bien, pregunta. —Tórtolos, hagan silencio, por favor y mediten. Gracias —vuelve a decir el coordinador. Samantha y yo nos reímos sin hacer ruido. Dice que hagamos silencio y él no lo hace, que gran lógica. —¿Te gusta la lluvia? —No, quiero decir, el olor y su sonido, sí, pero no me gusta mojarme en ella.
—Bien, suficiente —dice el coordinador dirigiéndose a todos—. Pasaremos a la segunda actividad. —¡Lo hicimos! —decimos Samantha y yo al unísono.
La segunda actividad consistía en preparar un pastel, en pareja. Al principio no había entendido cuál era el punto de hacer eso, me pareció tonto, pero luego de pensar más, comprendí que el punto de eso es comprobar cómo nos comportamos como equipo para realizar una determinada tarea. Hubiera preferido comprobar en pareja la ecuación de Schrödinger, eso sí es un reto. —¿Haremos el pastel? —pregunto. —No sé, tú dímelo. —Propongo que lo hagamos y que también provoquemos un desastre. —Por favor, señor Wes, está usted muy descontrolado últimamente —se ríe. —Ja ja ja muy graciosa —me acerco y la beso. —Bien, tortolitos, tienen treinta minutos para meter su pastel en el horno —dice el coordinador— ¡Empiecen!
Luego de treinta minutos que terminaron bien y sin provocar desastres o que el coordinador nos llamara la atención, caí en la cuenta que Samantha y yo somos una excelente pareja. Aunque ambos terminamos cubiertos de harina, puesto que nos pusimos a jugar un poco al final. —Estoy cansada. —Yo también. La cabeza me da vueltas. —Y ambos estamos sucios —agregó—. Bien, ¿cuánto tiempo tendremos que esperar? —Si el horno está a doscientos cincuenta grados centígrados, probablemente unos quince o veinte minutos. —Y luego de eso, lo decoramos, ¿verdad? —Así es.
Pero no esperamos. Después de cinco minutos sin decir nada, ambos nos fuimos a hurtadillas del área recreativa y entramos a nuestra habitación. —Somos unos chicos malos —le digo. —Wes, no.
Pensé que sería algo divertido, pero tanto a ella como a mí, nos pareció aburrido y patético. Violet y Harry no notaron nuestra partida. —Wes, voy a bañarme y luego tú te bañarás. Somos un asco. Me acerco a ella, la levanto por las piernas con toda mi fuerza, porque digamos que no soy lo suficientemente fuerte o musculoso; la arrojo en la cama y me abalanzo sobre ella. —Te amo, Sam. Me besa y lo único que puedo sentir es la harina en sus labios. Fue una mala idea. —Sí, debemos bañarnos —digo.
Entra en la ducha y yo me siento en el suelo del baño —pero sin verla, de espaldas a ella—. —Wes, no has dicho nada lindo durante bastante tiempo. —¿A qué te refieres con lindo? —Ya sabes, las cosas que salen de tu mente. —¿Lo de física y eso? —¡Sí! —grita. Vaya, pensé que le parecía aburrido. —No, en otra ocasión. —¿Por qué? —No me parece el escenario para empezar a hablar sobre física. —Está bien. —Tal vez sobre química. —¿También sabes cosas sobre química? —No, pero podría decirte el por qué tú y yo tenemos buena química. —Pásame la toalla. Me levanto del suelo y se la doy. Sigo sin verla. —Ahora pásame la bata. —Toma. La toma y se la pone en cuestión de segundos. —Bien, ahora te toca y si me abrazas, te golpeo. —Menos mal que lo hiciste saber —me acerco a ella como si fuese a abrazarla y sale corriendo.
Después de salir del baño, encontré a Samantha dormida —parecía una bolita en la posición que estaba— en la cama. Me acosté a su lado sigilosamente para no despertarla y rodeé su espalda con mi brazo derecho. Antes de dormir, caí en la cuenta que si a Samantha le hablo de cosas bonitas y difíciles de entender (según ella), ella es lo primero que se aparece en mi mente. Lo que siento por ella es inefable... Sí, la amo inefablemente.