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Luego de haber sido manoseado por muchos desconocidos, estaba esperando a que toda la multitud abandonara el lugar. En cambio, Samantha tenía "planeado" hacer otra cosa.
—Este es el asunto —dijo con una sonrisita— no esperaremos a que todos salgan, así que volveremos al escenario y nos iremos tras vestidores, porque no obtuve un autógrafo de toda la banda y obviamente quiero un autógrafo de toda la banda.

Cómo no veía a "mamá y papá" por ninguna parte, accedí a su petición. Volvimos a cruzar con facilidad la malla, pero esta vez los guardias si nos querían cazar, como estaba nervioso y no sabía hacia dónde ir, Samantha tomó mi mano (que a los pocos segundos empezó a ponerse sudorosa) y corrí tras ella.

Tras varios minutos de dar vueltas, encontramos una puerta blanca con un cartel que decía «MCRX». Al abrirla nos encontramos con la sorpresa de que ellos estaban con unos cuantos fans que tenían el permiso de estar ahí. Cómo el corazón casi se nos sale del pecho luego de estar corriendo, la mayoría se nos quedó viendo inmóviles, y luego nos reconocieron.
—¡Son la pareja que subieron al escenario! —gritó uno de ellos.

Luego todos nos aplaudieron y nos felicitaron por tan "valiente" acción. Aunque yo no lo veo así, cualquiera pudo haber hecho eso.

Gerard —el vocalista— nos saludó con un beso en la mejilla y un abrazo a ambos. Samantha parecía que estaba por desmayarse y creo que yo también. Samantha le pidió si podía ser posible que Frank —uno de los guitarristas— le regalara su Plectro. Y Frank, amablemente nos saludó y le dio el Plectro a Samantha, quién estaba muy feliz. Yo no podía creer lo que estaba pasando, para mí, exactamente este día es la representación de "un día perfecto", al menos eso pensaba porque nunca había sido tan feliz en toda mi corta existencia.

Después de pasar media hora hablando y bromeando con ellos, Gerard se nos acercó y nos dio el disco de The Black Parade en vinilo y firmado por toda la banda. También con una pequeña nota que decía:

"A veces en donde menos lo piensas está el amor, ese al que tanto esperas. Samantha, Wes es el Mago de tu Oz.

Con mucho cariño, MCR"

Ambos lo leímos al mismo tiempo, me vio por unos segundos y luego volvió la vista hacia el álbum y le sonrió. He pensado en besarla, ponerle una mano en la cara, la improbable calidez de su aliento, porque lo que me gustó fue una sonrisa, su sonrisa en medio de una multitud eufórica.
—¿Eso es todo? —pregunto.
—Si —me dice. Nos quedamos en silencio y ambos nos veíamos fijamente a los ojos. La verdad, son una maravilla contemplarlos, aun cuando ellos poseen el color más común de ojos que existen en el mundo, eran como zafiros iluminándote los rincones más oscuros del corazón—. Deberíamos irnos.
—Ahora tú me acompañarás a mí —le dije. Asintió.

El cielo estaba despejado y las estrellas podían apreciarse con total facilidad

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El cielo estaba despejado y las estrellas podían apreciarse con total facilidad. Hacía frío también, pude notar que ella se congelaba, le puse mi camisa de mangas largas (menos mal que yo llevaba otra camiseta), la rodeé con mi brazo y me acerqué lo suficientemente a ella para que entrara en calor. Aquel gesto pareció agradarle. Caminamos unos veinte minutos en silencio hasta que abrí la boca y dije:
—Las estrellas —me vio y luego dirigió su vista hacia arriba—, son hermosas.
—A mí me entristecen, aunque si son espectaculares.
—¿Por qué? —pregunté confundido.
—Porque es un poco triste pensar que la mayoría de ellas ya no existan más, pero su luz aún sigue llegando a nosotros, lo cual me parece espectacular.

Me gusta. Es guapa, muy inteligente, en un sentido ligeramente pretencioso y su cara tiene una dulzura que agudiza todo lo que dice.
—¿A dónde vamos exactamente? —pregunta.
—A una cafetería muy asombrosa a un kilómetro de aquí, unos amigos están esperándome. Quedamos de encontrarnos ahí después del concierto.
—Oh, al Frenchy's —replicó—. Probablemente hayas conocido a mi abuelo.
—Sí, hablé con él antes de irme al concierto.
—¿Lo conocías? —preguntó confundida.
—No —contesté—. Me pareció peculiar el letrero que colgaba en la entrada, entonces le pregunté por todo lo ocurrido ahí, y él accedió a contarme las historias de la cafetería, me contó únicamente una historia muy linda, aunque tuvo un final trágico.
—Oh, sí. Recuerdo que me contó esa historia cuando era más pequeña.
—Fue genial lo que hicimos —cambié de tema.
—Si —hizo una risa pretenciosa—. Había planeado hacerlo sola, pero noté que un chico delgaducho me quedó viendo y me pregunté a mi misma ¿Por qué no? Y bueno, hemos aquí —se echó a reír.
—Tampoco estaba en mis planes hacer eso y conocer a alguien que me gustara.

Ambos nos quedamos en silencio, se supone que no deberías de decir esa palabra a una persona que acabas de conocer.
—Oh Wes, soy la última persona del mundo con quien querrías salir porque....
—Mira, una estrella fugaz —la interrumpí. Debí haberme dado cuenta de que ella sólo estaba siendo adorable y no estaba coqueteando conmigo.
—El brillo se debe a la ionización de aire a su alrededor —me quedo anonadado por lo que dice. Ella me mira brevemente a los ojos y luego abre los labios—. Pide un deseo.

Nos besamos. Me toca la cara con sus manos congeladas. Tengo los labios secos por el interminable invierno. Quiero tocarle las caderas, la barriga, la espalda y todo, pero estamos cubiertos de ropa, así que no somos más que nubes de azúcar que chocan, y me sonríe mientras me besa porque también ella sabe que es ridículo. Y es increíble.

Desde las estrellas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora