El Azabache

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Pasaron treinta y dos noches más después de esa, un mes y dos días. Mamá siguió llegando de su trabajo con una gran sonrisa en su rostro. Fingía dormir para que a la media noche pudiera escuchar sus conversaciones con la tía Bulma fuera de mi habitación, no escuché gran cosa, o mejor dicho, entre tantos cuchicheos no logré descifrar lo que decían. 

Durante ese tiempo le planteé a mi madre una pregunta, no tenía la intención de conocer la respuesta, no me interesaba, únicamente quería saber la reacción de ella respecto al tema del que no me gustaba hablar, así que fingí interés y durante un almuerzo le pregunté sobre mi padre. 

Palideció y me miró extraño, frunció el entrecejo y dijo:

—¿Qué quieres saber?

Las cartas se voltearon en mi contra, no tenía respuestas para ello, me desplomé en mi asiento y decidimos dejar el tema en el olvido, otra vez. 

No puedo estar mintiendo cuando digo que esas actitudes despertaban mi curiosidad,  tal vez pensara como un chico de trece años, pero en el fondo seguía siendo un niño de ocho, y con todo esto, habían más preguntas que respuestas.

Lo único que sabía era que mi padre se había marchado mucho antes de que yo naciera, pero, si mi madre lo amó al grado de, bueno, que yo pudiera nacer. Eso significaba que cuando se ama a alguien es muy difícil olvidarlo y sacarlo de tu mente; como aquella vez en la que tuve un conejo, regalo de la tía Bulma en mi cumpleaños número seis, lo llamé Señor Dragón Morado, desgraciadamente saltó por la ventana y cayó directo hacia el pavimento, pero el punto es, que yo lo quería, y si volviera a tenerlo junto a mi, brincaría de la alegría y estaría feliz todo el tiempo. 

Así que llegué a la conclusión, de que tal vez mi mamá se había reencontrado con mi progenitor, pero a diferencia de ella, yo no estaría feliz si ese fuera el caso, estaría enojado y le diría todas sus verdades, uno no puede embarazar a una mujer y huir así como así, y dejar a su hijo y ella lidiando con la vida por sí solos. No, estaría tan molesto que jamás tendría el honor de ser llamado "Papá" de mi parte. 

En fin, pasado el tiempo que mencioné anteriormente, me encontraba en la cafetería donde mamá trabajaba, había salido temprano de la escuela ese día por una fuga de gas o algo así. Leía un libro de biología avanzada en una de las demás mesas como si yo también fuera un cliente, mientras mamá servía comida para extraños, cuando de pronto observé por la puerta principal entrar, a un hombre de cabello azabache, hice un cálculo rápido, y noté que debería tener la misma edad que mi madre, lo que más me llamó la atención fue la forma de su cabello, alborotado, raro. Lo seguí con la mirada. 

Tenía una gran sonrisa en su boca, mamá cruzó por su camino, él la sujetó por la cintura, la acercó a si mismo, e intentó besarla.

¡Intentó besar a mi madre como si tuviera todo el derecho de hacerlo! Ardí en cólera, ¿Quién se creía?

Mamá se separó de él.

—Intenté llamarte, no creo que este sea el momento —Dijo a modo de regaño dulce, tal y como lo hacía conmigo

Ambos dirigeron la mirada hacia la mesa donde me encontraba, él me miró extrañado, ella ocultó su rostro entre sus manos. Él le dedicó una sonrisa y se encaminó hacia mi.

Tomó asiento en la silla delante mío, yo estaba en shock, no sabía cómo reaccionar o qué decir exactamente, sólo recuerdo que fue un sentimiento que jamás quiero volver a sentir. 

Clavó sus ojos negros sobre los míos, extendió su mano mientras me sonreía cálidamente, como si me brindara seguridad el hecho de tenerlo cerca, y dijo:

—Hola Gohan, soy Goku

Dad? «GoChi» [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora