El Pasado (Decimoprimera Parte)

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Aquel día, en el castillo de la "parte pérdida" de los Lecter, Hannibal le relató a su tío Robert con lujo de detalles cuales habían sido los percances y las circunstancias que lo habían conducido hasta allí junto con Will y Mischa. El hombre lo escuchaba con suma atención, reclinado en un imponente sofá que aunque estaba algo desgastado aún conservaba toda su magnificencia.


Se encerraron en el estudio del Tío Robert para poder hablar con mayor tranquilidad, y a medida que la tarde avanzaba y el desenlace de la historia también lo hacía, el cielo se fue oscureciendo más y más, como si una gran tormenta estuviera próxima. Poca luz iluminaba el relato de Hannibal, luz obtenida a través de los cristales de la estancia, lo que daba a sus palabras un extraño pero muy adecuado toque sombrío y serio.


Le habló sobre su compromiso, sobre el ataque que había sufrido Will, aunque omitió la parte de que él mismo lo había provocado, y le explicó que él había sido quien había dado el primer paso para que ambos confesaran lo que sentían y también que El Gran Conde los había descubierto. Robert lució impresionado y orgulloso por la actitud de su hermano menor al proteger a su hijo y su felicidad, y estuvo de acuerdo con Hannibal sobre que posiblemente ya habrían terminado con su vida.


-Me hubiera gustado despedirme de él...- suspiró Robert cuando Hannibal término de contarle todo.


El muchacho repiqueteó los dedos de manera nerviosa sobre el apoya brazos de su asiento y asintió suavemente con la cabeza.


-De pequeños fuimos muy unidos. Separarme de él fue lo único que lamenté cuando me enamoré de tu tía... Aún así, a pesar de que nunca dijo una palabra al respecto, se que apoyaba mi decisión. Él mismo estuvo a punto de escaparse con tu madre cuando le dijeron que se iba a casar con otra mujer.-


Hannibal lo miró sorprendido, eso era algo sobre su padre que él no sabía.


-¿Y que sucedió?- preguntó el joven conde con algo de curiosidad.


-Tuvo suerte, su prometida murió antes de la boda y nuestros padres al final decidieron casarlo con tu madre... Yo no tuve esa suerte, tuve que irme...- murmuró Robert pensativo.


-Ni tu ni yo tenemos suerte tío...- murmuró Hannibal.


Robert rió suavemente al escucharlo.


-Creo que de los tres hombres Lecter tu has sido quien menos suerte ha tenido muchacho... Pero el amor es así, cuando llega... No importa lo que quieras resistirte, tampoco importa si otros se oponen o piensan que está mal... Lucharas por él hasta la muerte porque si no lo haces entonces... Estarás muerto incluso aunque sigas respirando.-


Hannibal sonrió con algo de nostalgia al oír esas palabras, poco a poco se daba cuenta de que su tío era un hombre muy sabio, diferente a cuantos hubiera podido conocer. Tenía una sabiduría que solo podía alcanzarse después de una vida entera luchando por lo que se quiere.


-¿Como fue que conociste a la tía Murasaki?- preguntó al final Hannibal después de un rato de silencio.


-No es precisamente una historia muy linda pero te la voy a contar.- Robert se reclinó en su sofá, sonando automáticamente más animado, sus ojos brillaban con un fuego de juventud que contradecía su aspecto algo avejentado pero aún muy aristocrático.


-Ya han pasado 20 años, yo tenía casi tu edad en ese entonces y el Señor del ducado de Lituania me envió en una misión a Japón durante muchos meses, mi único objetivo era regresar con sedas japonesas para su esposa y sus amantes así que partí...- hizo una pausa con una leve risa como riéndose de las misiones que le encargaban mientras que a su hermano menor le daban misiones verdaderamente importantes.

El Conde Lecter.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora