El Pasado (Quinta Parte)

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Las noches y los días se volvieron torturas ardientes, llenas de espera y angustia para el joven Conde. Cuidaba de Will con una devoción incluso superior a la que una madre cuidaría a su hijo enfermo gravemente. Todos los días se ensuciaba para cambiar las vendas de su amigo y revisar sus heridas, lo lavaba, preparaba los emplastos que el curandero le había indicado y los aplicaba sobre las heridas antes de volver a vendarlas.
Su padre le decía que ya dejara de esforzarse, que los días pasaban y que el chico ya no despertaría, que eventualmente un día moriría y no tenía que dejarse arrastrar a si mismo a la tumba solo por cuidarlo.  Porque lo cierto era que Hannibal había descuidado por completo su persona, a penas comía, a penas bebía. No se despegaba de al lado de Will en ningún momento. Hasta que al final, terminó por caer enfermo a las pocas semanas, delirando gravemente. Quisieron impedirle que siguiera cuidando de Will, pero la voluntad de Hannibal Lecter era mas férrea que nada y aún enfermo y todo, se las arregló para seguir cuidando de su amigo.
Las heridas sanaban de a poco y no parecían ir a representar problemas, todas tenían un color normal y no había nada sospechoso en ellas. Ésta experiencia, junto a su propia enfermedad, golpearon el carácter del joven Conde como los martillos de un herrero sobre el metal. Lo volvieron mas severo, más frío, mas retraído. Aun cuidaba de Mischa, pero permaneciendo al lado de Will. Le leía sus fabulas y sus cuentos, como hacia años le había leído a Will y luego Will se los había leído a él, matando así las horas juntos. En secreto, Hannibal deseaba que él también pudiera oírlo, pero no tenía manera de saberlo…
Las semanas se escurrieron y los días se hicieron mas frios a medida que el verano quedaba atrás y comenzaba el otoño, las heridas de Will habían cerrado ya casi por completo, su respiración se hacia mas fuerte y el color regresaba a su rostro y a su cuerpo. Estaba mucho mas delgado luego de ese tiempo a pesar de que Hannibal se había esmerado mañosamente en obligarlo a comer al menos sopas y comida procesada, apretándole la garganta para que el reflejo de tragar llegara solo, tuvo que arréglarselas también para inventar una especie de tubo lo bastante flexible como para poder mandar agua al interior del cuerpo de Will sin riesgo de ahogarlo. Fue gracias a esa idea y a los cuidados sobrehumanos que Hannibal le dio, que Will logró sobrevivir a algo tan grave.
Abrió los ojos una fría tarde otoñal, confuso, con la garganta y la boca secas de una manera horrible. Le dolia todo el cuerpo y al mismo tiempo lo sentía muy entumecido. Notó que Hannibal estaba a su lado, inmóvil y con los ojos clavados en la ventana que había junto al lecho, pensativo y casi soñador. Estaba muy palido y muy delgado, sus elegantes ropas quedaban flojas sobre su cuerpo y sus ojos apagados estaban rodeados de ojeras. No parecía haberse dado cuenta aun de que Will por fin había abierto los ojos y lo miraba con una expresión llena de adoracion y también miedo. El rostro de él era mas afilado, parecía mucho mas el de un hombre y no el del joven que el recordaba, se veía severo y frío aunque sus ojos desmintieran en ese momento esa primera impresión.
-Hannibal…- murmuró Will al fin, y notó como los ojos de él perdían esa expresión soñadora y volaban hacía él, febriles y conmocionados de volver a escuchar su voz.
Will se dio cuenta de que el joven aristócrata no estaba del todo bien. Parecía recién estarse recuperando de alguna enfermedad.
-Por fin… Por fin despiertas… pensé que nunca lo harias…- susurró Hannibal con una voz que revelaba a las claras lo destrozado que había estado por dentro ante esa sola idea.
Will le dedicó una sonrisa algo titubeante…
-Tengo mucha sed…- murmuró el joven y de inmediato el Conde empezó a darle de beber de un vaso de agua con cuidado, sosteniéndole la nuca para que no se ahogara.
Will bebió hasta saciar su sed y después volvió a dejarse caer sobre el lecho. Cansado y confundido… No entendía como había sucedido, pero seguía con vida.
-¿Cuanto tiempo ha pasado?- preguntó al cabo de un momento.
-Casi dos meses…- murmuró Hannibal antes de romper a llorar de una manera en la que Will jamas lo había visto. Se aferró a Will ya que sus heridas ya habían sanado aunque aun tenia puestos los vendajes, y sollozó de manera entrecortada y muy agotada. Como si hubiera estado esperando únicamente el momento de ver a Will bien para darse el lujo de quebrarse.
Will acarició el cabello ahora áspero de su amigo, moviendo la mano vendada con algo de dificultad y buscando transmitirle un poco de consuelo, aunque Hannibal ni dejaba de llorar ni de aferrarse a él.
-Tranquilo... Ya estoy bien...- susurró Will sintiéndose mas preocupado por el estado del joven Conde que por el suyo propio.
-¿Enfermaste?- preguntó Will al cabo de un momento y Hannibal solo asintió de manera algo vacilante, aún con el rostro apretado contra el abdomen vendado del otro joven.
-¿Will... Que pasó...?- preguntó al cabo de un buen rato el Conde cuando por fin fue capaz de separarse y de controlar su voz. Quería escuchar la historia de Will, pero este último solo desvío la mirada con un suspiro.
-Me atacó un lobo cuando quería regresar al castillo... Es exactamente lo que parece...- susurró Will recordando de pronto como había confesado de manera abrupta su amor creyendo que iba a morir. Empezó a sentirse más y más asustado al entender por fin el alcance de lo que había dicho... Miro brevemente a Hannibal varias veces, solo para desviar la vista a los dos segundos.
-Pudiste matarlo fácilmente con la espada... Hemos salido de cacería juntos muchas veces, hemos peleado y he visto lo bueno que eres con la espada...- murmuró Hannibal antes de sujetar el rostro de Will entre sus manos con fuerza y obligarlo a que lo mirara, los ojos del joven Conde daban miedo por lo oscurecidos que estaban y las ojeras que los rodeaban, sin embargo, seguian siendo hermosos para Will.
Pero aún así no dijo ni una palabra más... No quería hacerlo. No debía.
-Fue mi culpa...- susurró Hannibal otra vez con la voz rota y los ojos clavados en el suelo. -Te dejé solo... Escapé como un cobarde... A mi debió pasarme esto y no a ti.-
-No digas eso... No fue tu culpa...- dijo Will claramente molesto al oírlo decir eso -Fui yo... Yo... Fue mi pura y exclusiva culpa.-
Hannibal solo suspiró y ambos se quedaron en silencio por un rato muy largo hasta que el joven Conde al fin se dignó a hablar otra vez.
-Recuerdas... ¿Algo de particular de esa noche?- preguntó al fin, y el corazón de Will se aceleró dolorosamente al entender que cosa le estaba preguntando él.
-No... No recuerdo mucho.- mintió al final Will. Y creyó ver un rápido rayo de decepción cruzar los ojos de él.
-Que lástima... Que no pudiste estar en nuestro cumpleaños. Me hubiera gustado presentarte a mi prometida.- murmuró Hannibal al fin con frialdad y tranquilidad, vigilando de reojo las expresiones de Will. Lo vio hacer un claro gesto de dolor, entonces las palabras de esa noche no podían ser un delirio por la pérdida de sangre.
-Si... Es una verdadera lástima...- susurró Will pensando internamente en por que demonios no estaría muerto.
Pero Hannibal sonreía, ya había visto lo que había querido ver en la cara de Will.
-Ahora tienes que seguir descansando y nada más. Yo iré a comer algo y volveré...- dijo Hannibal al fin, antes de en un impulso tomar la mano vendada de Will con la suya y darle un beso. Se levantó y salió de la habitación con toda la tranquilidad del mundo, mientras Will se quedaba jadeando y alterado en su lecho. No entendía el por qué de ese beso... Ni de la sonrisa de Hannibal. Intentó no pensar en esto y concentrarse en descansar, pero le costaba mucho hacerlo. Aún así, se fingió dormido cuando escuchó al Conde regresar. Lo sintió acariciarle el cabello con cariño y darle un beso también en la mejilla. Will estaba asustado por esto, y si después de todo sus sentimientos eran correspondidos tal y como él temía? Entonces sería mucho peor para los dos...
Con los días, Will empezó a mejorar más y más, se quitó las vendas, se lavó por completo y volvió a vestirse con normalidad, ocultando las muchas cicatrices que habían quedado sobre su cuerpo. Aunque se veían aún las mordidas en sus manos y también una muy cerca del cuello. Hannibal parecía excesivamente feliz por verlo bien de nuevo. Pero para sorpresa del joven conde, la personalidad de Will y su trato con él se enfriaron de manera considerable. No lo buscaba como antes y pronto simplemente empezó a evitarlo. Hannibal ya se imaginaba el motivo y simplemente lo ponía entre triste y furioso. Había dejado la mitad de su vida al lado de la cama de ese chico y ahora este se comportaba de esa manera. Por puro orgullo empezó a imitarlo, tratándolo con frialdad las pocas veces que se veían. Llegaron al punto en que pasaban días sin ni siquiera verse.
La fecha del casamiento del Conde se acercaba de manera inexorable, y con la cercanía del invierno, también comenzaron a caer algunas nevadas muy ocasionales. Y todo acabó por explotar un día en que Mischa quiso salir a jugar con la nieve con Hannibal y con Will.
Era una costumbre de cada invierno salir a jugar con la primera nevada, pero esta vez ni Hannibal ni Will querían estar juntos. Mischa intentó convencer a Will por todos los medios de ir a buscar a su hermano mayor para salir todos a jugar, pero Will se negaba de manera más y más tajante, hasta que acabo por gritarle a la niña, cosa que no había hecho jamás.
Mischa se lo quedó mirando entre asustada y dolida y acabo por irse corriendo. Will suspiró, sabía que la niña acabaría por contárselo a Hannibal y eso solo sería un problema mas. Pero para su sorpresa, la puerta de la habitación junto a la cual se había desarrollado la escena, se abrió abruptamente y una mano lo sujetó del brazo, haciéndolo entrar en la habitación a la fuerza. Era Hannibal, y lucía muy enojado. Sin duda había escuchado el grito... Las emociones de ambos chicos a esas alturas ya se encontraban al borde del colapso total. Hannibal paseó un segundo por la habitación antes de girarse con brusquedad y darle un puñetazo en la cara a Will. No fue un golpe amistoso, estaba destinado a hacer daño, y enseguida Will sintió que la sangre se escurría de su nariz. Se llevó una mano al rostro, sorprendido.
-¿Quien demonios te dio derecho a hablarle así a MI hermana?- preguntó Hannibal con la voz llena de furia y las manos en las caderas, mirándolo con algo muy similar al odio que estrujó el corazón de Will. Guardó silencio por que simplemente no se le ocurría una buena respuesta, aunque de pronto empezaba a sentirse enfadado también.
-Disculpe Señor por tener el atrevimiento de hablarle un poco mal a su hermana...- murmuró Will al fin, aun secándose la sangre de la cara con la voz deformada ya que apretaba los dientes con fuerza.
-No me vengas ahora con esas!!- exclamó Hannibal conteniéndose para no darle otro puñetazo. -Le hablaste mal por que no quieres estar conmigo... ¡Y eso es lo que me molesta!- dijo al fin el joven Conde.
-Ya no tengo nada que hacer al lado tuyo... Pronto no vamos a vernos más. Así que es mejor así...- susurró Will aunque en su voz se percibía el huracán interno que lo sacudía.
-Todo tu problema... Es que estás celoso!- aseguró Hannibal bruscamente. -Unicamente quieres alejarte de mi porque... Porque sientes algo más por mi que amistad...-
-No digas eso!!! Somos dos hombres!! Entiendes lo que significan tus palabras y tus acusaciones!?- le gritó Will fuera de si, era la primera vez en la vida que le alzaba la voz, pero se sintió tan asustado por esas palabras, se sintió tan... Descubierto.
-Claro que lo entiendo maldición!! Pero ya no puedo con esto! Perdí mi salud por quedarme a tu lado cuidándote para que no te mueras y así me pagas?!-
-Pues no debiste hacerlo! Después de todo, quien rayos te dijo que yo quería seguir viviendo? Yo provoqué a ese maldito lobo para que me atacara! Pensé en degollarme con la espada pero no quería que tuvieras que cargar con la culpa de mi suicidio, si es que eres capaz de sentir algo así! Así que preferí que todo pareciera un desafortunado accidente. Ya estarás contento de "salvarme la vida" y dejarme solo y en la míseria. ¡Muchas gracias por nada, Hannibal Lecter!- explotó Will, jadeando sin creer que por fin lo había soltado.
El joven Conde se quedó lívido y mudó al escuchar esa verdad, aunque dentro suyo la había considerado todo el tiempo... Que Will se lo dijera... Era diferente.
Su enojo pareció esfumarse, y avanzó hacia Will hasta tomarlo con fuerza de ambos brazos. Lo miró a los ojos, entendiendo mucho mejor lo que había pasado ese día. Will ya sabía que lo quería de una manera incorrecta, pero con lo que había pasado en el río ambos habían empezado a considerar que los sentimientos de ambos eran correspondidos. Hannibal había optado por alejarse, y Will en cambio... Había optado por ponerle fin a su propia vida.
-Sabes lo que hubiera pasado conmigo si tu hubieras muerto?- pregunto Hannibal suavemente, no había enojo en su voz, solo comprensión.
Will apenas negó con la cabeza.
-Me hubiera atravesado el pecho con mi espada apenas hubiese encontrado tu cuerpo...-
Will alzó los ojos hacia él, sorprendido por esa tranquila confesión.
-Nunca podría querer un mundo sin ti... Sin importar lo que pase... Tu estas clavado en mi... Y por lo visto yo lo estoy en ti...- murmuró el joven Conde mirándolo a los ojos con una mirada que hizo que el alma de Will se estremeciera.
Pasó un momento hasta que al fin este pudo negar con la cabeza varias veces, intentando apartarse.
-Es imposible... Esta mal... Esta prohibido... No... No podemos... No puedes... Quererme así...- susurró al cabo de un segundo Will sin querer ya mirarlo.
-Lo se... Pero es inevitable... Lo confirmé mientras convalecias en mi lecho... No podría vivir sin ti.. aunque intente alejarme por todos los medios... Aún si me caso... Volvería a perder la cabeza por ti una y otra vez al verte. Por que se que sin importar los años que pasen acabaría por volver a buscarte. Y no me importaría nada... Ahora mismo ya no me importa nada...- el joven Conde se detuvo un momento, tomando aire y también valor -Te quiero... Te quise desde que te vi... Como si siempre hubiéramos destinados el uno al otro...- susurró al fin Hannibal con la frente pegada a la de Will, sintiendo como el otro chico empezaba a llorar en silencio. Las emociones de ambos estaban destrozadas por la tensión, pero al mismo tiempo el alivio los invadía más y más al entender que se amaban el uno al otro con la misma intensidad.
-Esta mal...- susurró Will entre lágrimas, sujetándose de los brazos de Hannibal y mirándolo con sus ojos llorosos, casi como si le suplicase que lo soltara.
-Un amor cómo el que yo siento por ti... ¿Como podría estar mal? ¿Solo por que somos dos hombres? Al principio eso me aterraba, pero cuando entendí todo lo que eres para mi... Supe que yo no era el equívocado, que yo estaba bien. Que los equivocados siempre fueron ellos.-
Will se sujetó a su ropa, apoyándose en el pecho de él, aun llorando y vencido por sus propios sentimientos. Las palabras de Hannibal sonaban tan acertadas, tan perfectas. ¿Como un amor así podía ser malo? No existía manera de que lo fuera... Ningún amor podía serlo. Mucho menos uno tan intenso y verdadero.
-Ahora quiero me lo digas...- murmuró Hannibal abrazándolo y acariciando su cabello, sintiendose mucho más tranquilo de lo que se había sentido en muchos años.
-¿Que cosa?- preguntó Will cuya voz sonaba también muy calmada ya. La extenuación producto de la fatiga mental en ambos mientras combatían contra sus sentimientos estaba empezando a demostrar sus secuelas.
-Lo que me dijiste esa noche en el bosque... Pero quiero que lo digas bien, sin la parte negativa...- murmuró el joven Conde, sintiendo una enorme paz únicamente con poder tenerlo entre sus brazos.
Will pensó un poco en esa dolorosa confesión de amor que había hecho y que no era la mejor, la de Hannibal si que lo había sido.
-Te amo tanto... Que por ti me dejaría devorar por una manada de lobos.- murmuró Will al fin con una pequeña risita. Hannibal también sonrió y se separó un poco solo para mirarlo a los ojos con ternura. Ninguno de los dos sabía que era lo que procedía ahora, pero disfrutaban del momento, de poder mirarse, de poder abrazarse. De por fin poder entregarse a los sentimientos que sangraban dentro de sus pechos.
-Te amo...- murmuró Hannibal acercando su rostro al del Will y dándole un pequeño beso en la mejilla, algo cerca de la comisura de los labios. Will le sonrió mirándolo y Hannibal le dio un beso del otro lado. Esa tarde de otoño que casi parecía de invierno, Will recibió muchos besos por todo su rostro dentro de ese cuarto iluminado por la luz azulina que entraba por las ventanas del día oscurecido por la tormenta de nieve. A Hannibal le llevó unos cuantos besos el poder por fin atreverse a colocar sus labios sobre los del otro chico. El tiempo se hizo más lento, e incluso dejo de importar. Ahora el tiempo era medido por el acelerado pulso de ambos mientras se besaban de manera inexperta y ansiosa aunque suave. El joven Conde movía sus labios sobre los de Will y este le imitaba mientras permanecían abrazados. Era un beso mágico, era un beso perfecto. Y era, a fin de cuentas, el despliegue mismo del destino.

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