El Pasado (Decima Parte)

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Las primeras horas tras la huida fueron extremadamente angustiantes para los jóvenes. No sabían si iban a poder salir con bien de la capital sin que nadie los detuviera. Para peor, Mischa también se despertó y empezó a hacerles muchas preguntas, aunque estaba feliz de verlos a los dos juntos. Hannibal le contó la verdad, que él no se casaría con la princesa porque estaba enamorado de Will, y que el padre de ambos se había quedado en la capital para explicárselo al Rey.
Mischa era muy pequeña aun para entender plenamente todo lo que esto significaba, por otro lado se tomó muy bien la idea de que Will fuera la verdadera “novia” de su hermano. Incluso le gustaba la idea.
-Siempre lo supe…- confesó al fin la niña entre pequeñas risas, girando la cabeza para poder mirar a su hermano ya que montaba con él. Hannibal apretó los labios con una leve sonrisa al escucharla decir eso y Will se rió.
-¿Cómo que siempre lo supiste pequeña?- preguntó Will mientras las monturas de ambos avanzaban a trote tranquilo por los caminos. Un trote mas rápido podía llegar a levantar demasiadas sospechas.
-Pues si, estaba claro que se querían desde que se vieron. ¿Y... se van a casar?- preguntó Mischa mirándolos.
-Bueno… Eso es algo que…- empezó Will, pero Hannibal enseguida los interrumpió a ambos, señalando el puente que era la salida de Vilna y que estaba fuertemente custodiado por varios hombres del servicio del Rey.
Con algo de suerte, las noticias aun no se hubieran expandido hasta allí.
Will tragó saliva con fuerza, sintiéndose de pronto asustado ante la visión de esos hombres armados impidiendo el paso entre ellos y la libertad. No temía por su propia vida, pero si temía intensamente por la de Hannibal y la de Mischa. No podría soportar que algo les pasara a ninguno de los dos.
-Intentaré pasar primero… Si ven algo sospechoso o que me detienen… Den la vuelta y escóndanse en el bosque.- dijo Hannibal con voz tensa mientras hacía que su hermanita montara con Will.
Éste último lucía bastante aterrado pero acepto, sabía que tenía el deber y la responsabilidad de cuidar de Mischa si algo malo llegaba a pasar. Y esa era una muestra mas del enorme amor que Hannibal le tenía para confiarle a su hermana pequeña.
Se le llenaron los ojos de lagrimas al verlo partir en dirección a esos hombres armados que custodiaban el puente. Odiaba la sensación de fatalidad que lo invadía cada vez que se separaban. Aunque solo fuera por unos pocos minutos él sentía que no se volverían a ver jamás.
Apenas el caballo de Hannibal llegó donde estaban los hombres del Rey custodiando el puente, todo el cuerpo de Will se puso tenso, ya fuera para la huida o para ir a luchar y caer al lado de su amor. Por que sabía que era muy difícil que fuera capaz de abandonarlo en una situación asi… Se veía a si mismo, haciendo todo lo que Hannibal no querría que él hiciera. Dejaría a Mischa en el suelo y la haría correr de regreso al palacio, tal vez allí estaría a salvo y él se quedaría a pelear por su conde. Quisiera no ser tan impulsivo, pero el amor lo tenía dominado de una manera en que jamas podría llevarle la contraria.
-Buenos Dias Caballeros.- saludó Hannibal con voz formal y apacible cuando llegó a donde estaban los soldados. Enseguida todos se pusieron en posición de firmes y presentaron sus armas al ver de quien se trataba, por suerte para Hannibal, nadie sabía nada aún.
-Mi sirviente, mi hermana y yo, tenemos que salir. Asi que se solicita que abran paso.- continuó el joven Conde, su voz sonaba tan elegante como si no estuviera escapando de todo y renunciando a todos sus títulos y privilegios. Como si no estuviera cometiendo alta traición hacia la corona y hacia la iglesia.
Los soldados se miraron entre ellos por casi un minuto entero. Todo el mundo sabía quien era Hannibal Lecter y por supuesto se sabía también que ese día se iba a casar con la sobrina del Rey.
-¿Podemos saber para que necesita salir de la ciudad Milord?- preguntó al fin el que parecia ser el soldado de mayor jerarquía. Todo el mundo sabía que si un novio se iba de la ciudad momentos antes de la boda… Era por que las cosas no estaban bien, asi que, o estaba escapando o… No había mas posibilidades.
Hannibal torció el gesto como si estuviera disgustado.
-¿Acaso me estas pidiendo explicaciones tu a mi soldado de pacotilla?- preguntó utilizando la violencia déspota de todo hombre de la nobleza, mas aun de uno que supuestamente estaba por convertirse en príncipe de la casa real, y que tenía posibilidades de ser un aspirante al mismísimo trono de Lituania.
-Hoy es el dia de su casamiento Milord, no podemos dejarlo salir de la ciudad sin el permiso del Rey.- insistió el soldado, aunque estaba muy nervioso por tener que enfrentarse a alguien tan importante.
-Bellaco… Parte de la Dinastia Lecter está en movimiento hasta estas tierras. He venido a guiarlos hasta el palacio para que no se pierdan. ¿Necesitas acaso mas explicaciones?- preguntó Hannibal antes de desenvainar su espada que relució, larga y brillosa, en el sol de la mañana –¿O prefieres que te corte la cabeza ahora mismo?- añadió.
El soldado tragó saliva con fuerza y miró a sus espaldas, ese día la suerte estaba del lado de Hannibal, una larga caravana venía cruzando los campos a paso lento, en dirección al puente de Vilna.
-Si llegan hasta aquí y me encuentran detenido por vuestra culpa, cuando se supone que soy el segundo hombre mas poderoso de esta capital después del Rey… No solo te cortaré la cabeza a ti, si no a toda tu familia.- lo amenazó bravamente Hannibal mientras apoyaba el filo de su espada contra el cuello de ese hombre. Por dentro, estaba angustiado, no podía negarlo, pero sabía actuar a la perfeccion como un noble déspota y enojado con sus súbditos.
Al final, el soldado asintió con la cabeza y todos los hombres abrieron paso para él. Enseguida Hannibal le hizo un gesto a Will para que viniera, y este llegó casi temblando a su lado, aunque también trataba de disimular.
-Que tengáis buen dia caballeros, estare esperando vuestras ofrendas para cuando sea un hombre casado.- remató Hannibal tranquilamente mientras Will lo seguía por el puente que los conduciría hacia la libertad.
Los hombres se despidieron haciendo una reverencia y los observaron marchar rumbo a la lejana caravana que se aproximaba a esas tierras.
-Es curioso, por toda la ciudad siempre se dijo que ese muchacho era un hombre de gran corazón…- comentó en ese momento uno de los soldados a su superior mientras este se secaba el sudor de la frente con un pañuelo.
-Bah! Todos los nobles son iguales…- murmuró este ultimo recordando el tono con el que Hannibal le había hablado y las amenazas que le había dirigido.
-Se cuenta sobre él que es… Casi un santo. Que salvó de morir a un joven siervo cuando no había ninguna esperanza para él…- continuó el soldado que había hablado primero.
Ambos miraban la espalda del joven Conde, marchándose del puente. Un rayo de sol iluminó de manera casi fogosa el oro de sus cabellos, enmarcando su cabeza, su espalda y todo su porte digno de admirar.
-Un santo… O un demonio…- concluyó el soldado sin dejar de mirar.
-O tal vez ambos…-
-Por un momento pensé que no lo lograrías…- susurró Will cuando ya estaban lo bastante lejos como para no ser escuchados.
-Yo pensé lo mismo…- murmuró Hannibal torciendo un poco el gesto, había tenido miedo de que la farsa cayera por su propio peso pero esa caravana en la distancia lo había ayudado a inventar una mentira rápida y creible.
Will suspiró, estaban arriesgándolo todo… Al final, sabía que nunca estarían a salvo…
-¿A donde iremos?- preguntó después de un rato en el que solo se oía el sonido del paso de los caballos quebrando el silencio.
-Primero, vamos a fingir acercarnos a esa caravana. Están lo bastante lejos como para que los soldados del puente no puedan ver si hablamos con ellos o no. Vamos a esquivarlos procurando que no se den cuenta de que soy yo, por que posiblemente sea parte de mi familia que viene a presenciar la boda…- le explicó Hannibal en rápidos susurros. –Una vez que estemos en el bosque, tomaremos la carretera principal pero solo de a ratos. En el próximo pueblo conseguiremos ropa mas discreta y seguiremos nuestro camino. Cuando llegue la noche dormiremos en el primer lugar que encontremos.  Tardaremos cerca de 23 días en llegar a Francia… Y espero que mi tio realmente este dispuesto a darnos protección y cobijo… Si no, tendremos que seguir huyendo…-
Will asintió con la cabeza, preguntándose si ese Tio Robert, que a fin de cuentas ninguno de los dos conocía, realmente los ayudaría. Will sabía de boca del propio Hannibal la historia de ese hombre pero… Era diferente. Su amor de alguna manera era mucho menos prohibido que él de ellos dos… Solo esperaba que fuera un hombre tolerante. O al menos que si no los aceptaba los dejara marchar sin mas.
-En primera instancia… Intentaré mantener la verdadera razón de esta huida en secreto…- añadió Hannibal, realmente no sabía como podía llegar a tomarse algo como esto un hombre al que jamás había visto. No sabía que problemas podría tener su tío o si estaría dispuesto a dejarlos quedarse incluso sin que él le revelara la “terrible verdad”. Sería mejor andar con pies de plomo a cada paso que dieran.
Pasaron disimuladamente al lado de la caravana, logrando no despertar la atención de nadie, la marcha fue lenta y tortuosa, con los nervios a flor de piel temiendo que alguien pudiera reconocer a Hannibal. Pero fueron ampliamente ignorados, al revelarse el escandalo todos recordarían haber visto a dos hombres con una niña pequeña pero haberlos ignorado… Las cosas hubieran sido muy diferentes ese día de haber prestado mas atención.
Will y Hannibal guardaban un silencio mortal mientras Vilna y la caravana quedaban cada vez mas y mas atrás y el bosque se abría ante ellos. Sin embargo, no habían pasado ni cinco minutos luego de que estuvieron a salvo entre el follaje cuando los dos empezaron a dar gritos bravucones de alivio.
Bajaron de la montura y se abrazaron entre risas y gritos de victoria. Vilna por fin había quedado atrás, y con ella todos los miedos y temores por la separación que habían experimentado. Ahora eran realmente libres… Y estaban juntos.
Mischa se unió a los gritos de alegría de sus dos hermanos y se abrazó a ellos también, la niña no entendia completamente que era lo que pasaba pero al verlos asi de felices se unió a toda esa felicidad con la pureza de corazón de cualquier niño de esa edad.
Y cuando se separaron, enseguida la pequeña empezó a insistir con que se dieran un besito.
Will miró a Hannibal, completamente sonrojado y dudoso. Nunca se habían besado en presencia de nadie que los estuviera mirando como Mischa quería.
Pero Hannibal solo sonrió y no dudó en estrecharlo entre sus brazos y darle un tierno beso en los labios, el primero de ese camino libre que ahora recorrerían juntos.
Mischa aplaudió pero después empezó a hacer sonidos de asco solo para molestarlos, hasta que los chicos se separaron entre risas avergonzadas.
Los tres eran perfectamente felices estando juntos, y esa felicidad se prolongó durante todos los días del viaje a pesar de que era un trayecto largo y muy agotador.
Consiguieron ropas nuevas con la bolsa de monedas de Hannibal que Will tenía consigo y se disfrazaron de pobres en los caminos hacia Francia, de esa manera estaban a salvo de ser perseguidos por bandidos o de ser reconocidos. La comida que se podía conseguir en los pueblos no era la mejor y aunque Will seguía comiendo como si no hubiera un mañana, tanto Hannibal como Mischa eran muy delicados con los asuntos de la comida.
Al final, Hannibal término cazando liebres en el bosque y preparando las comidas él mismo. Compró hierbas a precios exorbitantes en cada mercado que vio, y terminaron comiendo las cosas que él cocinaba. La cocina se le daba muy a Hannibal Lecter, e incluso la “liebre cazada a ultimo momento en el bosque con hierbas raras” como Will llamaba a ese platillo, sabía a gloria para todos.  Y lo mas importante de todo, era que la carne era muy fresca, no cómo las carnes secas que conseguían en los pueblos que solo sabían a sal y a falta de refrigeración.
De ésta manera fueron pasando los días y el viaje que los acercaba más y más a Francia, donde se decidiría el destino de todos ellos. Arribar a puerto seguro o seguir viajando eternamente.
Para cuando llegaron a las tierras de Robert Lecter, Hannibal tenía ya una espesa barba de casi un mes, Will otro tanto y Mischa estaba cansada, aburrida y quejosa. Se rascaba la cabeza sin cesar, posiblemente llena de piojos que se habría contagiado durante el viaje por todas las veces que se había revolcado en la tierra del bosque mientras jugaba. En resumen, los tres estaban mas muertos que vivos pero ni Will ni Hannibal dejaban de sonreir en todo momento. Las sonrisas se apagaron un poco y fueron sustituidas por miradas de cautela cuando ingresaron en las tierras del tío de Hannibal.
No había nadie a la vista, y el castillo parecía algo descuidado, quizás incluso deshabitado.
Se acercaron a paso lento, hasta que una figura diminuta en la distancia apareció en las puertas del castillo.
Hannibal levantó la mano en su dirección, saludando para que nadie pensara que era una amenaza, pero enseguida esa figura volvió a esconderse en el castillo.
Hannibal y Will intercambiaron miradas preocupadas pero siguieron avanzando. No pasó mucho hasta que la persona que habían visto volvió a salir. Esta vez pudieron verla bien, era una mujer de rasgos orientales, vestida con un extraño vestido de seda y tenia en la mano una espada que solo podía ser una katana.
-¿Es éste el castillo Lecter?- preguntó Hannibal aun a varios metros de distancia de esa mujer que tenia una mirada tan fiera como la de una guerrera, hablo en Francés por supuesto, pero ella le respondió en Lituano para su sorpresa.
-¿Quiénes sois? ¿Qué quereis aquí?- preguntó ella blandiendo de manera peligrosa y amenazante la espada.
-Tranquila, ¿Está el Conde Robert Lecter?- preguntó Hannibal desmontando con cautela y una mano encima de la empuñadura de su propia espada, mas que nada por instinto.
-¿Quien lo busca?- exigió bruscamente la mujer.
-Decidle que…- empezó Hannibal, pero no pudo seguir por que en ese momento se oyó una risotada que venia de espaldas de ellos.
Hannibal se dio la vuelta rápidamente y vio a un hombre que en si, era la viva imagen de su padre, solo que mas barbudo y con aspecto algo mas avejentado.
-Cariño, ahora entiendo por que nadie viene a visitarme si siempre recibes a los invitados de esa manera…- llegó comentando el buen hombre. Aun a pesar de estas palabras tan relajadas, venia con la espada en la mano y sus ojos lucían desconfiados mientras examinaba a los visitantes.
-Ten cuidado Robert, podrían ser emisarios de la iglesia…- dijo la mujer japonesa muy preocupada.
-Pues debe ser un emisario de la iglesia que es pariente mio. Éste muchacho me recuerda mucho a como era mi hermano antes de hacerse viejo…- dijo Robert mientras miraba de pies a cabeza a Hannibal. Éste último, sonrió con algo de nostalgia al pensar en su padre.
-Soy el hijo de tu hermano. Soy tu sobrino, Hannibal.- dijo al fin, enseñando el sello de los Lecter para que su tío lo viera. El hombre bajó la espada y miró el sello, una sonrisa se pintó enseguida en su rostro bonachón.
-Por todos los dioses…- murmuró Robert al fin, mirando de nuevo a Hannibal, pero ésta vez con el reconocimiento brillando en los ojos. –¿Que demonios haces aquí muchacho? Han pasado casi 20 años desde la ultima vez que te vi…-
-Yo no te recuerdo, pensé que jamas nos habíamos visto asi que deben hacer mas de 17 años…- respondió Hannibal mirando también a ese hombre que tanto le recordaba a su padre.
-Eras un bebé muy pequeño cuando te vi, recién nacido… Tu madre me echó cuando quise cargarte en brazos.- dijo Robert con una risa que sonó muy fuerte debajo del cielo oscurecido de Francia y en esos campos que parecían deshabitados y desolados, rodeados de un vasto bosque.
Hannibal suspiró, imaginando que muy posiblemente su madre hubiera tenido una actitud incluso peor hacia su tío antes de que la familia se separara.
-Si… Por los dioses que han pasado años… Pero ya no me distraigas y dime que te trajo por aquí a visitar a tu viejo Tio. Me habían llegado noticias de que ibas a casarte con una princesa de no se donde y a heredar el trono de Litunia…- el hombre hizo una pausa y miro a las dos criaturas asustadas que había detrás de Hannibal. –Y esta no es definitivamente la comitiva de un príncipe heredero.-
-No lo es, ellos son mi familia… Mi hermana Mischa y mi…- Hannibal hizo una pausa para dominarse, sin saber que titulo darle a Will ahora que había abierto la boca.
-Tu…? Tu sirviente? Tu amigo? Otro hermano que no se parece a nadie de la familia? Tu novio? Tu esposo?- investigó Robert mirando a Will, lleno de curiosidad. Enseguida se empezó a reir cuando vio que tanto los rostros de Will como de Hannibal cambiaban de color con las ultimas dos palabras. Habían sido descubiertos por el tío de Hannibal sin ningún problema, sin ser capaces siquiera de mentir.
-Digamos que… Lo anteúltimo que nombraste…- reconoció Hannibal al fin sin mirar a nadie en particular.
-Tu novio entonces. Un nuevo sobrino. Bienvenido a la familia Lecter.- dijo Robert con toda naturalidad aunque también sonaba burlon y divertido por ver las reacciones de los dos chicos.
Hannibal se lo quedó mirando un momento, entre contrariado y sorprendido por que ese tio suyo aceptara con tanta naturalidad algo como esto… No le entraba en la cabeza que lo que le estaba pasando pudiera ser visto como normal por nadie.
-Pero, aun mas importante que eso, es esa niña pequeña que aun no se acercó a saludar a su tio. Ven aquí preciosa, a ti no he podido conocerte como ya conocía a tu hermano.- dijo Robert inclinándose para mirar a la pequeña Mischa, que también lo miraba con timidez.
-No la toque, le va a contagiar los piojos.- dijo Will, abriendo por primera vez la boca desde que habían llegado. Mischa le dio una patada a Will por decir eso de ella y después le sonrió de manera angelical a su tio mientras Will por su parte maldecia por lo bajo después de la fuerte patada.
-No cabe duda de que esta pequeña es toda una Lecter.- bromeó Robert con una enorme sonrisa al ver esa actitud violenta seguida de un aspecto de completo inocencia. –A ambos les presento desde ahora a mi esposa Lady Murasaki.- añadió el hombre haciendo un gesto hacia la mujer japonesa que se había quedado en silencio y mirando todo esto.
-Es un placer y un honor…- saludó Hannibal haciendo una reverencia y tomando la mano de ella después de reuinir gran parte de su valor para besarla.
-El placer es mio.- respondió ella tranquilamente antes de envainar con fuerza su katana. –Pero en lo sucesivo, sobrino, no me saludes de esa manera tan formal, si no como saludarías a tu tio.- le pidió ella y Hannibal se la quedó mirando con una media sonrisa extrañada. Venía de un lugar donde todo desbordaba modales y cortesía, sin embargo estos dos, pertenecientes a la realeza, vivian de una manera tosca y despreocupada. Y claramente muy feliz.
Pronto se encontró atrapado entre los brazos de su tio, que le daba cariñosas palmaditas en el hombro con la única mano que le quedaba. Realmente era manco tal y como le dijo su madre, aunque por lo visto eso no le había impedido cazar los conejos y los patos que le dio a su mujer antes de abrazar a Hannibal.
-Me alegra mucho que estes aquí muchacho, sea por la razon que sea. Pensé que nunca volveria a ver a nadie de la familia…- murmuró Robert mientras aun lo abrazaba.
-Pero ahora vamos adentro asi me cuentas de una vez que haces aquí y cómo esta el resto de la familia.-
Hannibal solo suspiró y asintió, sabía que sería una historia larga y difícil de contar.

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