El Pasado (Decimocuarta Parte)

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Escaparse fue duro para todos ellos, más teniendo en cuenta que tuvieron que curarse las heridas por el camino. Aún así, lograron sobrevivir y atravesar los bosques, buscando aldeas por pueblos mas pequeños donde pudieran estar seguros.
La travesía fue larga, uno de los caballos murió en el camino por falta de agua que debieron reservar para ellos mismos por que la nieve desaparecía y no encontraban arroyos a su paso. Pero eso al menos permitio que Will y Hannibal pudieran cabalgar juntos durante muchos días. Will estaba tan cansado, iba recostado en el pecho de su aristócrata mientras descansaba casi todo el tiempo por mandato de Hannibal quien a pesar de sus heridas se mantenía firme y rígido en su montura. Atento al peligro. Pero había miedo en el fondo de sus ojos. Miedo y culpa. ¿Y si lo perdían todo por culpa de su idea de haber ido al pueblo?
Llegaron por fin a un arroyo y desmontaron, dejando beber agua a los sedientos caballos y tambien llenando sus propias cantimploras.
Hannibal se apartó un poco del resto del grupo, contemplado de manera inexpresiva el horizonte nublado, casi tan oscuro como el futuro que parecia depararles si no lograban cruzar de Francia a Alemania a salvo, donde los Lecter tenían otras propiedades que habían sido dejadas de la mano de Dios pero que servirían de todos modos.
Y él realmente tenia miedo. Jamás se había sentido tan asustado en su vida. Ni siquiera cuando pensó que su padre lo mataría aquella noche en que decidió escapar con Will de su casamiento con la princesa, sellando así para siempre el destino de su propia alma y de muchas otras.
Su miedo mas terrible era perder a Will. Podía soportarlo todo, y estaba dispuesto a dar la vida por cualquiera de las personas que lo acompañaban. Pero no podía pasarle nada a Will… todos menos él.
Y lo que le daba miedo también era ver cada día a Will un poco mas débil. Revisaba siempre su cuerpo, lo lavaba, lo ayudaba y vigilaba que no se infecte ninguna herida, olvidándose incluso de las suyas propias.
Pero el agotamiento de Will se debía en parte a la falta de alimento que comenzaba a sufrir la comitiva a medida que se adentraban en bosques menos fértiles en caza y tambien a la crudeza de los sentimientos que experimentaba.
Quizás este era su castigo. Quizás este era el precio que tenía que pagar por haberse enamorado de otro hombre y que además era un Conde. Quizás este era su karma por hacer que Hannibal perdiera su titulo, su patria y se convirtiera en un exiliado. Quizás, tendría que verlo morir frente a sus ojos. Eso sería algo que no soportaría jamas. Aunque sabía que casi con toda certeza si los atrapaban la maldita princesa lo mataría a él primero, sin embargo… teniendo en cuenta la ira de esa mujer que mas que mujer era un demonio, quizás quisiera hacerlos ver el uno al otro sufriendo horribles torturas antes de matarlos. Y su corazón se colmaba de desesperación y de miedo también, tenía tanto miedo de que algo malo le pasara a Hannibal que ni siquiera podía pensar. Y a veces, sentía que tenía que obligar a su cuerpo a funcionar.
Desmontó también cuando Hannibal lo hizo y se quedó un momento apoyado, recuperando el aliento, sobre el lomo del caballo que bebía agua. Observó a los demás juntando aquel liquido preciado y vital, y su vista se tornaba borrosa por momentos. Mischa era quien mejor estaba de todos ellos. Pero el viejo tio Robert ya estaba cansado de tantas semanas de huida por el bosque y Lady Murasaki durante la batalla del castillo de los Lecter exiliados había recibido un golpe tan fuerte que le costaba mover las piernas con la coordinación correcta. Hannibal tenia dolorosos cortes del filo de espada por todo el cuerpo y posiblemente muchos de ellos eran bastante profundos. Will seguía golpeado, cortado también y aunque sanaban, el viaje, el movimiento y la falta de alimento no era la mejor manera de reponerse. Y mientras pensaba en todo esto con la vista fija en su amado esposo, Will notó como éste se alejaba del grupo unos cuantos pasos, perdiéndose entre un redoble del arroyo que hacía que su figura quedase oculta por los arboles. De inmediato no dudo y fue tras él. Tenía miedo, sintió miedo por un momento de que Hannibal hubiera tenido la loca idea de entregarse para intentar salvarlos a todos. Lo que sería inútil, por que la princesa ni siquiera asi iba a perdonarlos. Ella no tenía piedad.
Pero el joven aristócrata solo se había inclinado en ese lugar a solas para lavarse las manos y la camisa, además del torso y cambiarse las vendas. Will se acercó, algo tambaleante y puso una sobre el hombro mojado de Hannibal, apretándolo con cariño. Hannibal levantó los ojos hacia él y su mirada estaba llena de miedo y de pena, de preocupación, de angustia, opaca. Llena de cientos de cosas malas cuando hasta hacía tan poco tiempo estaban llenos de vida y de felicidad.
Hannibal suspiró después de mirarlo y bajó la vista de vuelta a la corriente del agua, enderezándose y poniéndose la camisa aun humeda sin cubrir ya las heridas aunque éstas no habían cerrado del todo.
-Hannibal deberías vendarte…- dijo Will preocupado.
-Nos estamos quedando sin vendajes y ya no podemos pasar a comprar nada por ninguna aldea. Es mejor dejarlos para cuando sean verdaderamente necesarios. Como por ejemplo para ti.- le dijo Hannibal con voz calmada y algo fría.
Will frunció el ceño
-No me importa eso, tu lo necesitas mas, recibiste cortes muy pligrosos Hannibal.
Y el joven Conde se volvió hacia él, con una mueca, casi parecía como si le fuera a gritar, pero un momento después le dió la espalda y se quedó observando el horizonte que se perdía mas allá del arroyo. Will se acercó a paso lento, y espió la mirada vacía del hombre que amaba.
-Lo siento tanto Will.- fueron las palabras que salieron de la boca de Hannibal al cabo de un rato de oscuro silencio.
-¿De que hablas?- cuestionó el castaño, sorprendido por esa súbita disculpa.
-Todo es culpa mia. Si yo no hubiera ido al pueblo… o mejor dicho… si yo hubiera sido capaz de ofrecerte una vida mas decente que la de un exiliado… si te hubiera protegido… de mi… tu ahora estarías casado. Con muchos hijos. Serías feliz. Tendrías agua, comida y calor siempre. La reputación y el honor de un soldado de alto rango incluso. Pero yo te obligue a todo esto, yo…- Hannibal se detuvo porque su voz sonaba mas y mas rota.
-Te recuerdo que fui yo quien te fue a buscar aquel día para escaparnos juntos.- dijo Will con voz muy severa.
-Pero yo…-
-¡Pero nada Hannibal Lecter! ¿¿Me diras ahora acaso que te arrepientes de los siete años maravillosos que me diste como mi esposo y los mas de diez años que hacen que llevamos juntos?? ¿Me dirás que te arrepientes de nuestro amor? ¿De ser mi nakama y de que yo sea el tuyo? Si te atreves a decirlo me atravesaré yo mismo el corazón con ésta espada.-
Hannibal volteó a mirarlo, sorprendido, Will jadeaba, con las mejillas enrojecidas y los ojos brillantes de lagrimas, pero se veía mas vivo que en semanas, como si el fuego que había sido opacado por el miedo de los corazones de todos hubiera resurgido en una llamarada esplendida.
Y Hannibal supo, cómo ya había sabido siempre, que lo amaría para toda la eternidad. Que jamás podría arrepentirse de amarlo.
-No, jamas en la vida me arrepentiré de haber estado contigo. De haber compartido una vida contigo… y de compartir la eternidad, a donde sea que vayan nuestras almas al morir. Pero yo…- Hannibal se detuvo y tomó una profunda bocanada de aire, mirando a Will a los ojos. –Tengo tanto miedo de que te pase algo… te amo tanto. Preferiría morir yo en tu lugar, mil veces, de las peores maneras posibles, solo por que tu siguieras con vida.-
Will se acercó a él y tomó sus manos, colocándolas sobre su pecho.
-Siente mi corazón. Aun estoy vivo. Y si estoy vivo es únicamente gracias a ti. ¿Acaso ya olvidaste el poema que me recordaste tu mismo la noche que nos casamos hace tantos años?- murmuró Will.
- No me hace falta respirar, porque respiro tu aire.- murmuró Hannibal mientras mantenía sus manos sobre el cálido pecho de Will, sintiendo los latidos de su acelerado corazón, ese que, sin importar la situación, siempre bombeaba con mas vida y fuerza cuando su amado aristócrata lo miraba o lo tocaba.
- No necesito soñar, porque tú eres mi sueño.- continuó Will acariciando con delicadeza una de las mejillas de su adorado esposo.
-No preciso hablar…-
-Porque mis palabras te pertenecen.-
-Y no necesito vivir…-
-Porque tu amor es mi vida…- concluyó Will con una leve sonrisa iluminando sus hermosas facciones. Hannibal asintió, el mensaje ahora era mas claro que nunca.
-Recuérdalo siempre. Aun si algo pasa… la vida es solo un accesorio mas. Nuestro amor es nuestra vida. Y ya que es eterno… estaremos vivos y juntos para siempre.- susurró Will antes de fundirse en un abrazo con su esposo que les hizo doler el cuerpo pero les curó el alma y alejó el miedo.
Un viento frio para ser primavera comenzó a soplar y los congeló a ambos un poco, era ya media tarde, pronto anochecería y deberían buscar un claro y prender una fogata para pasar la noche, aún así les costó separarse del abrazo. Por suerte, para paliar el frío, se tenían el uno al otro, el calor del fuego, y de las pieles que cargaban en las monturas.
Esperaron a que todo el mundo durmiera luego de la magra cena y se apretaron el uno contra el otro buscando calor y amor, deseando unirse otra vez y volver a ser uno solo. Hacía frío y solo el viento y las estrellas de la noche eran testigos de los dos jóvenes que se besaban con pasión debajo de las pieles que los cobijaban. Se acariciaron y se besaron cada herida con cuidado, aquella noche se amaron como si fuera la ultima noche en que podrían hacerlo. Las pieles pesadas sobre sus cuerpos ahora desnudos ahogaban los ocasionales gemidos y sonidos amatorios que salían de sus gargantas pero no ahogaban el fuego que jamas dejaría de existir entre ellos, al mirarse, al tocarse, al unirse y hacer el amor.
La mañana llegó muy rápido y los encontró aun unidos, durmiendo uno encima del otro y escondidos bajo todas esas pieles. Estaban exhaustos y tanto lady Murasaki como el Tio Robert comprendieron bien la desesperación y el amor de esos jóvenes corazones y los dejaron dormir hasta pasado el mediodía.
Después de eso, el viaje continuó, pero ya estaban cerca de la frontera con Alemania. El único problema era que necesitaban cruzar un enorme pueblo que era casi una ciudad en si misma y no había manera de rodearla.
Se ocultaron entre pieles e intentaron pasar desapercibidos, pero los Lecter exiliados no podían tener suerte, no ésta vez. Todos los guardias estaban sobre aviso y apenas vieron a los extraños queriendo escabullirse, el viaje y el escape tocó a su fin.
Hannibal se bajó la capucha, ya no tenia sentido esconderse. Ya había perdido. Ya habían perdido. Miró a su familia con amor.
-Creo que puedo entretenerlos lo suficiente para que logréis cruzar el puente a toda velocidad si apurais los caballos.- dijo Hannibal con expresión resignada mientras mas de la mitad de la guardia de la ciudad comenzaba a acercarse hacia ellos.
-No.- dijo Will de manera tajante. –Te amo y pelearé a tu lado, para siempre.-
-Nosotros tampoco te dejaremos sobrino.- dijo el Tío Robert con su sonrisa de siempre estirando sus arrugadas mejillas.
-Y yo no los dejaré tampoco. Somos una familia. Todos somos nakamas, todos somos compañeros… y pelearemos…- dijo Lady Murasaki con voz decidida, apretando con fuerza la única mano que le quedaba a su amado marido.
-Asi es, venceremos o caeremos. Pero todos juntos.- añadió Robert, y esa fue la última palabra, nada más importó. El fuerte vinculo entre todos ellos les impedía abandonar a nadie, jamas. Incluso la joven Mischa estaba dispuesta y lista a usar la katana que su tia le había regalado y le había enseñado a usar durante todos esos años.
El instinto guerrero acudió al alma y a los corazones de los Lecter, siempre tan reconocidos por sus habilidades en los campos de batalla, y tambien acudió a sus gargantas, cuando con el alma encendida Hannibal lanzó un grito de guerra al igual que su tío, coreados por el resto de la familia, mientras cargaban todos juntos hacia los guardias que los separaban de la libertad.
Los cascos de los caballos resonaron, ellos no desmontaron y tenían la ventaja sobre los guardias que venían a pie. El centro de la plaza del pueblo pronto se convirtió en un pequeño campo de batalla entre la familia Lecter y la guardia lituana.
Hannibal fue el primero en clavar su espada en el pecho de un guardia, aun montado a caballo y de un rápido tajo cortarle la cabeza a otro mas. Will lo imitó, mientras los caballos relinchaban y los gritos resonaban por toda la plaza, cuyos adoquines grises pronto se tiñeron del rojo de la sangre entre gritos y certeros golpes de espada. Algunos pocos habitantes salieron a observar desde lejos la encarnizada lucha. Y todo el mundo los recordaría y reconocería su historia. El misterioso espíritu de la mujer japonesa de la katana y la jovencita que tambien peleó. Del hombre manco y con una pata de palo que fue capaz de matar a diez hombres, y sobre todo, la leyenda de los dos amantes que pelearon codo con codo por su amor.
Los caballos fueron abatidos y no hubo mas opción que luchar en igualdad de condiciones. Hannibal esquivó un golpe de espada que iba directo a su pierna para incapacitarlo, por los pelos. Claro, al menos tenia la ventaja de que lo querían vivo aunque aun asi su cabeza podía llegar a volar de un momento a otro en el fragor de la lucha. En determinado momento, su espalda chocó contra la espalda de Will mientras cuatro guardias los cercaban, Mischa peleaba por su cuenta con agilidad y destreza pero tambien tenia sus problemas y estaba herida y Lady Murasaki y el tío Robert peleaban un par de metros mas alla, tambien con sus propios problemas.
-Te amo.- le susurró Hannibal a Will mientras los cuatro guardias los cercaban.
-Yo tambien te amo.- susurró Will, y ambos jóvenes se lanzaron a pelear entre sudor y gritos fieros una batalla donde eran dos contra cada uno de ellos.
En la desigual pelea, una y otra vez, Hannibal se distraía para defender a Will, lo que le provocó varias heridas pero todas ellas bastante insignificantes, posiblemente los guardias ya no peleaban bajo la orden de dejarlos vivos al ver morir a sus compañeros, asi que la cosa se puso mas peligrosa para todos. Will, con ayuda de Hannibal, logró matar a uno de los guardias que lo atacaban, pero el otro, ya muy malherido, logró clavar su espada profundamente en la pierna de Will antes de caer al suelo, muerto. Will cayó al suelo también, con un grito de dolor y la espada enterrada en su pierna de lado a lado. Hannibal se desconcentró al ver esto, le cortó de golpe la cabeza a uno de los guardias que peleaban contra él y fue de inmediato a socorrer a Will, olvidando que el otro guardia que peleaba con él, aunque estaba herido, aun se tenía en pie. Y ese guardia iba a atacar a Hannibal por la espalda.
-¡¡¡Hannibal cuidado!!!- gritó Will a pesar del dolor, pero ya era tarde. Un trueno potente restalló sobre sus cabezas en el cielo nublado y se escuchó el grito de agonía de una mujer, Hannibal sintió un peso caer encima suyo, y casi esperó que fuera su tia Murasaki, pero quien cayó en sus brazos con una horrible herida en el pecho fue su tío Robert… acababa de salvarle la vida… a costa de la suya propia. Lady Murasaki a pesar de aun no estar bien de las piernas y estar ya muy malherida, decapitó brutalmente al hombre que había atacado a su marido. Hannibal jadeaba, sin asimilar aun la situación. Ya no veía a Mischa, su tio estaba gravemente herido y Will yacía en el piso, con la pierna atravesada por una espada que no lograba sacarse. Sostuvo a su tío Robert como pudo pero enseguida Lady Murasaki ocupó su lugar y se dejó caer al suelo, sollozando sobre su agonizante marido. Mischa al fin apareció, estaba cubierta de sangre y herida tambien pero intento ayudar a Will. La desesperación comenzó a consumir por dentro a Hannibal, ya no quedaban guardias. Pero tampoco caballos… y no demasiado lejos de alli… escuchó venir a la caballería…
Se había acabado… perdía sangre por cada tajo de su cuerpo, aunque era el único que seguía en pie. Incluso aunque él solo tuviera la fuerza suficiente para huir jamas dejaría a su familia. Estaban cercados… habían dado una pelea magnífica... Pero no había bastado… nunca bastaría… nunca podrían los Lecter contra el ejercito de un Rey, al menos no contra el que se les vendría encima ahora.
Contempló a su tía, sosteniendo a su marido en su regazo y apretando la herida del pecho aunque era inútil, incluso desde alli se notaba que era una herida mortal.
Hannibal se acercó a su tío, sintiendo las piernas tan pesadas que apenas podía moverlas, solo porque éste le hizo un débil gesto, y cuando su tío lo tomó de la ropa, se dejó caer de rodillas a su lado, sobre los adoquines del suelo que ya no eran grises si no rojo escarlata.
-No me vas a decir…- susurró Robert –Que no fue la mejor pelea que hayamos librado jamas los Lecter.- y sonrió a pesar de la sangre que salía de su boca. Lady Murasaki lloraba en silencio sin dejar de sostenerlo, y Hannibal tambien lloraba.
-Lo fue tío… Lo fue…-
-Asi es como debe despedirse todo hombre de nuestra familia… luchando… por quienes ama… y no por los intereses…- hizo una pausa para escupir mas sangre. –De un Rey mediocre… tu padre murió así. Yo moriré así, y tu posiblemente tambien… ¿y sabes una cosa? Ambos te amamos y estamos orgullosos de ti.- susurró el tío Robert mientras Hannibal acercaba aun mas su oído para poder escuchar las palabras que salían de los labios de su querido tio.
-Que el odio no venza jamas… El amor… siempre es… está…- Robert suspiró con fuerza y cuando volvió a mirar a su sobrino, éste creyó ver el rostro de su padre fundido de alguna manera extraña y fantasmal en el rostro ensangrentado de su tío. Como si el alma del hermano menor de Robert Lecter hubiese venido a acompañarlo al mas allá, a las fuentes de Francia, a las luciérnagas que lo iluminaban todo.
-Mi Lady Murasaki…- susurró Robert mirando por ultima vez a su esposa y haciendo un enorme esfuerzo por mover la única mano que le quedaba para apretar la que ella mantenía sobre su pecho, llorando.
-Watashi no ai… Watashi no ai…- lloraba ella en japones, con un dolor tan profundo que destrozaba el alma de cualquiera que tuviera que verlo.
-Si… tu tambien eres mi amor…-
-Kimi wa watashi no ai to kokoro desu…- no dejaba de llorar Lady Murasaki, volviendo en la desesperación a su idioma natal.
-Esa parte ya no la entendí… Estoy mal cariño…- bromeó el tío Robert con esa sonrisa de siempre capaz de iluminar el mundo por mas oscuro que pareciera, e incluso entre lagrimas ella sonrió.
-Eres mi amor y mi corazón…- le susurró ella al oído.
-Ahora si… Te amo… Ai shiteru my fair Lady Murasaki…- susurró el viejo Conde Robert, como si fuera una ultima broma mas, el mezclar el japones con el ingles y el lituano, solo para decirle “Te amo mi bella Lady Murasaki” y murió con su sonrisa de siempre, con sus bromas de siempre, y con la mano sujetando la del amor de su vida con fuerza que se hizo cada vez mas y mas débil hasta por fin caer a un costado y el viejo conde cerrar sus ojos.
Lady Murasaki derramó muchas lagrimas muy amargas, aunque aun sonriendo por las palabras de su esposo, por eso lo había amado tanto y por tantas miles de cosas mas. Pero sus bromas que chocaban con la seriedad de ella sin importar el momento, habían sido de las mejores cosas del matrimonio lleno de amor que los había unido por mas de 30 años.
Ella tomó su katana con tranquilidad un momento después y miró a Hannibal que estaba aun de rodillas al lado de su tio Robert, empezando a comprender lo que significaría para él realmente perder a Will… eso, sumado a la perdida de sangre y el dolor de perder a su tío, lo dejaron completamente en blanco, incluso cuando Lady Murasaki le dijo “Adios sobrino. Que los dioses te den la suerte de morir lo mas rápido posible junto a tu nakama”
Y esas fueron las ultimas palabras de ella, antes de atravesar su propio corazón con su katana y caer muerta al instante sobre el cuerpo de su amado esposo, como si lo estuviera abrazando…
Hannibal se quedó de rodillas allí un momento mas, hasta que la perdida de sangre lo hizo caerse hacia atrás, contemplando con visión borrosa por un breve segundo la oscuridad del cielo que comenzaba a derramar sus lagrimas, por los muertos y por los que pronto morirían sin duda.
Escuchaba la lluvia y los cascos de los caballos de la caballería del Rey cada vez mas y mas cerca, golpeando en su mente como si fueran cientos de martillos de herrero. Necesitó hacer acopio de una fuerza de voluntad sobrehumana que lo caracterizaría siempre, humano o no. Y se arrastró sobre los adoquines sangrientos que comenzaban a lavarse por la lluvia que caia del cielo cada vez con mas fuerza.
Se arrastró hacia Will, empujándose con los codos y las rodillas, jadeando. Mischa, después de intentar ayudar a Will, se había desmayado tambien por las heridas y solo resistían a duras penas Hannibal y Will.
El castaño estiró una mano hacia su amado Conde y Hannibal la tomó con fuerza, logrando llegar a su lado.
-Lamento lo de tus tios…- susurró Will llorando y Hannibal solo negó con la cabeza con la poca fuerza que tenía.
-Estaran bien… murieron juntos… estarán juntos para siempre…- susurró Will.
-No lloro por eso!!!!! No del todo al menos!!!.- gritó Hannibal con la voz ya algo ronca.
-Hannibal…- susurró Will.
-No!!! Soy un inútil!! Ni siquiera a ti he podido salvarte!!! No sirvo de nada!! No tengo mas fuerza que para hablar, ni siquiera podría arrastrarte los cientos de metros que nos separan del puente!!.- bajó la cabeza, llorando aun mas y sus lagrimas se mezclaron con el agua de la lluvia torrencial. –No he podido salvarte…- susurró otra vez, apretando con fuerza la mano de Will, ambos vencidos y destrozados.
-Te equivocas…- susurró Will apretando también la mano de su amado esposo, la mano con el anillo que jamas se habían quitado en siete años. –Tu me salvaste…-
-¿De que?-
-Del miedo… Del miedo que me provocaba nuestro amor… y de la falta de fe que nos tenia… y ahora... ahora míranos… lo logramos mi amor. Estuvimos juntos. Diez años… diez años hacen que nos conocemos. Toda una vida… estamos caídos aquí pero vencimos… Lo ganamos todo… conquistamos la eternidad y lo que hay más allá de ella…- susurró Will haciendo que Hannibal llorara con aun más fuerza, abrazándolo.
-Te amo Will… te amaré para siempre…- susurró sintiendo que perdería la conciencia muy pronto.
-Yo tambien te amo… Soy el mas bendito de los hombres… solo porque estás aquí conmigo…- suspiró Will sintiendo que la oscuridad lentamente lo tragaba y el cielo sobre su cabeza se hacía mas y mas pequeño, como si lo alejaran de él y lo hundieran en un pozo. Se desmayó en los brazos de su marido justo cuando la caballería arribó y los apuntó con sus lanzas y espadas. Hannibal no decía nada, no se movía, no dejaba de abrazar a Will. Tenía el oído sobre el pecho de su amado asi que sabía que aun vivía, sentía los latidos dentro del cuerpo contrario, sincronizados con los suyos propios, como siempre.
El jefe de la caballería desmontó y se acercó con cautela, observando el tendal de cadáveres. Revisó a Mischa y luego miró a Hannibal y Will y suspiró aliviado.
-Son los tres que queríamos, están vivos.- anunció. –Curenlos muy bien y después enciérrenlos en los calabozos hasta la llegada de la princesa Ana, ella en persona decidirá que hacer con ellos. El resto de los cadáveres… hagan una pira y quémenlos. Este lugar es una masacre.- fue lo ultimo que pudo escuchar Hannibal decir al jefe de la caballería antes de desmayarse tambien, sin que quedase ya ninguna fuerza, ni en su cuerpo… Ni en su alma.

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