VI. Así, seis son

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Karou sonrió y miró con detenimiento a Dennis. Por más que Karou llevara con ellos desde que Winnie tenía memoria, aún no se sentía cómoda con la presencia de un hada. Sí, ella había curado a varios miembros de la manada cuando habían ataques fuertes, pero habían razones que no la dejaban confiar por completo en ella: la primera, el sentido común, porque aunque los seres mágicos no pudieran mentir, siguen siendo muy astutos para ocultar información; la segunda, su intuición, algo que la había salvado muchas veces; y la tercera y más importante, Nate, si no hubiera sido por un hada...

Karou estiró los brazos para tomar a Wina, pero Dennis no la dejó, se inclinó hacia tras y negó con la cabeza.

—No —dijo.

Karou arqueó una ceja.

—Necesito revisarla.

—No —repitió Dennis, y ahora con un tono que no admitía réplicas. Sus ojos miraban al hada con desconfianza—. Wina está bien, solo falta que le sanen los brazos... Solo dime qué tengo que buscar.

El hada se le quedó viendo con mirada torva, como si no estuviera acostumbrada a que la desobedecieran o le dieran una negativa. Winnie solo guardó silencio observando cómo ambos se analizaban con la mirada, y Wina dormía como una piedra apoyada en el hombro de él; pequeñas gotitas en la comisura de los ojos y en las mejillas brillaban con la trémula luz de las antorchas. Al final, Karou suspiró.

—Como quieras. —Hizo un elegante gesto de indiferencia con la mano.

—Dime lo que tengo que buscar —insistió él.

—Para crear con éxito el Sangreal debes de buscar seis ingredientes. Uno por cada pueblo importante.

Dennis se mostró confundido.

—¿Seis pueblos? —Negó con la cabeza—. Solo hay uno, Transilvania.

—Típico de los humanos no ver más allá. —Karou rodó los ojos—. ¿En tu grupito de quinta no saben cuáles son los seis grupos más importantes? —le preguntó. Dennis no respondió—. No —repuso—, veo que no.

—Dinos tú si tanto sabes —soltó Winnie.

Karou la miró; los ojos azules reflejaron el fuego de las antorchas.

—Me sorprende que tú no lo sepas, Winnie.

—Solo dinos —pidió Dennis.

Karou se pasó una mano por su verdoso cabello.

—Como sabes, el pueblo donde resides, Transilvania, está rodeado por cuatro grandes bosques. —Dennis asintió—. ¿Pero sabes que antes de que habitaran humanos en él, habitaba el vampiro mayor y los suyos?

—No.

—Me lo suponía —refunfuñó ella—. Bueno, presta atención que lo que te voy a decir te va a servir.

Karou inspiró profundamente antes de comenzar.

—Hace poco más de seiscientos años este lugar era una enorme zona boscosa, con árboles que llegaban hasta donde alcanzaba la vista y parecían romper las nubes, nosotras, las hadas, éramos las únicas habitantes del lugar, al que le llamábamos Gran Bosque. Nos negábamos a alterarlo por orden de la Reina de la Gran Corte, quien era la responsable de vigilar y guiar a las tres cortes de hadas: la Corte de las hadas del aire, las Sílfides; la Corte de las hadas de la tierra, las Dríades; y la Corte de las hadas del agua, las Náyades.

—¿Y las del fuego? —interrumpió Dennis.

—Las Salamandras tienen su propia corte porque... digamos que son muy intensas.

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