VII. Rizos de fresa

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Aprovechando que Winnie aun conservaba la capa y vestía el uniforme de Muspel, entrar al pueblo fue sencillo. Incluso cuando le había propuesto la idea a ella se mostró escéptica porque la probabilidad de que funcionara era baja y sin embargo, allí estaban, entrando a Transilvania usando el pasaje para los comerciantes.

El pueblo, partiendo de la plaza central, se dividía en cuatro caminos, como una cruz griega o un signo de más, cada uno de esos caminos principales desembocaban en un bosque, y eran usados, en su mayoría, por los miembros de Muspel. Además de esos caminos estaban los de los mercaderes que, tomando la plaza central como referencia, formaban otros cuatro caminos; solo que esta vez formaban una equis. De modo que si superponían los caminos de los mercaderes y los usados por los miembros de Muspel se obtenían la forma de un asterisco.

Ellos se internaron por el camino de los mercaderes situado al noreste, en el cual, aun faltando poco para las cuatro de la madrugada (según Winnie), los primeros distribuidores empezaban a llegar en sus carretas.

Ninguno de los escasos habitantes que había reparaba en ellos al pasar. Algo que de joven le había intrigado a Dennis era que, de la población total del pueblo, un veinte por ciento de los habitantes se unían a Muspel. Y sumado a que cuando los miembros salían, siempre volvían en su mayoría con heridas, ver dos más (uno con la capucha alzada y otro con la chaqueta cubierta de sangre) no representaba nada importante.

Cuando lograron entrar sin despertar sospecha alguna, se desviaron por los callejones que conectaban los caminos principales, que a Dennis de pequeño le recordaban la forma de una telaraña, y en silencio se dirigieron al edificio que era el cuartel. A diferencia de la arena y la torre donde tenían a Wina, ubicadas en el noroeste, el cuartel de los Aprendices y Cazadores se hallaban al noreste.

Luego de unos minutos de caminata llegaron a dos edificios contiguos, cuadrados y de ladrillos grises; eran iguales, solo por la diferencia de que uno tenía tres pisos y el otro solo dos.

—¿Cual? —le preguntó Winnie en un susurro.

—El de la derecha —musitó Dennis—. El de dos pisos es el de los Cazadores. —Señaló una ventana abierta—. Por ahí.

—¿Esa da a tu cuarto?

—No es el mío el que estoy buscando —dijo con una sonrisa traviesa—, sino el de Tiana.

Con el sigilo de sombras entraron por la ventana al cuarto de su hermana. En la estancia no había mucho: una cama, dos armarios de dos metros de alto por uno de ancho en los que Dennis sabía que uno era para la ropa y otro para sus armas, y una mesa junto a la cama tenía varios libros sobre monstruos.

Ambos se dieron una mirada y cada uno se fue hacia un armario. Al abrirlos, las puertas de estos chirriaron un poco. El que abrió Dennis era el de las armas, había de todo tipo: cimitarras, espadas cortas y largas, látigos con recubrimiento de distintos materiales para distintos monstruos, chakrams, cuchillos, arcos y flechas de distintos tipos, lanzas, escudos y demás. Alcanzó a tomar un arco de roble y echárselo al hombro cuando la puerta de la habitación sonó.

Sabía que disponía de segundos; un minuto a lo mucho. Segundos en que la puerta siempre se atascaba. Antes de que pudiera siquiera hacer algo Winnie tiró de él y lo metió en el armario, para luego entrar ella y cerrar la puerta.

Apenas tenían espacio para ambos y un extremo del arco se le clavaba en la espalda a Dennis, como si de un puñal se tratase.

—Deja me acomodo un poco —susurró moviéndose.

—Quieto —lo reprendió ella, también en susurros.

—Pero el arco...

—Serás... Pon tus manos en mi cintura.

Zing DiscordDonde viven las historias. Descúbrelo ahora