XII. Luna Sangrienta

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La luz del sol entraba por la única ventana de la cabaña, y sus rayos dorados iluminaban poco a poco el lecho donde ambos estaban tumbados, con su cálido brillo que calentaba tanto su pelaje como su corazón. Suspiró y abrió los ojos con lentitud, cegándose momentáneamente por la luz. Se levantó un poco, sin quedar sentada en su totalidad, solo apoyada en sus codos. El sol estaba alto; las tres o cuatro de la tarde, caviló. Se sentó en la cama y su larga cabellera color chocolate le cayó por los hombros, miró a Dennis tumbado a su lado y una sonrisa tironeó de sus labios.

No se sentía avergonzada de ninguna manera.

Lo había hecho con su Zing, y aunque en las reglas de la manada debían estar unidos bajo el Juramento de la Luna, no le importaba. Lo hizo porque lo amaba. ¿Qué más importaba?

Los colmillos de Dennis sobresalían por sobre sus labios unos cuantos milímetros, pero lo suficiente como para que se notaran apenitas. Sonrió y, con cuidado de no despertarlo, le pasó un dedo con cariño por ellos; no se cansaría de hacerlo nunca, después de todo, era un vampiro.

Su vampiro.

Se levantó con cuidado de la cama y se sentó en el borde de la misma, ubicando las prendas esparcidas a lo loco por el lugar. Una ligera sensación de vergüenza la invadió al percatarse de que en el suelo estaba la chaqueta, a varios pasos más su pantalón y en el borde de la improvisada cama, su camiseta. Inspiró profundo para no dejarse llevar por la pena y caminó hasta donde se encontraba su pantalón. El ser licántropa tenía sus ventajas ya se movía con el sigilo de un depredador al acecho.

Se vistió con rapidez y al ya estar lista palpó las fundas de sus pantalones en busca de su cuchillo de hoja negra; allí estaba, lo sacó y lo limpió un poco. Cuando estuvo con el brillo que le gustaba lo volvió a guardar y fue con Dennis. Se agachó a nivel de la cama, recostando su mejilla contra la mullida superficie y jugando con uno de sus muchos risos. Él comenzó a abrir los ojos y luego de un largo bostezo se enfocó en ella; podía verse con claridad en ese azul cielo. Sonrió, y ella notó que estaba más pálido, solo un poco, el tono entre el blanco perla de los vampiros y el tono natural de los humanos.

Le acarició la mejilla con el pulgar, memorizando sus rasgos.

—Buenos días —saludó él.

—Buenos días, mi zing. —Dennis se sentó en el borde de la cama y volvió a bostezar. La única manta que había le cubría hasta la cintura. Winnie notó que la luz del sol que entraba no parecía afectarle en lo más mínimo—. ¿No te molesta? —preguntó, señalando la ventana y sentándose a su lado.

Él se miró el pecho y los brazos como buscando rastros de quemaduras solares, sin encontrar nada.

—Parece que no —respondió, igual de sorprendido que ella—. Supongo que ha de ser mi parte humana la que me permite estar bajo el sol.

—Ya —asintió ella.

—¿Qué tan tarde es?

—Tres o cuatro, tal vez. —Winnie se encogió de hombros—. Yo no salía mucho de día, yo era del grupo nocturno de cacería. —Sonrió—. ¿Si no por qué crees que te conocí?

Dennis sonrió también, le tomó la pata y la llevó a sus labios.

—Fue hermoso, ¿lo sabes, no? —murmuró contra su dorso y se la besó.

Winnie con su pata libre le acarició la mejilla.

—Eso debería decirlo yo —rió—; pero sí, lo sé.

Él se acercó y rozó sus labios con los suyos.

—Te amo, mi zing —dijo, y la besó.


Zing DiscordDonde viven las historias. Descúbrelo ahora