18. Amor

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Mi pie golpea el piso con impaciencia. Me siento en territorio desconocido. ¿Qué estoy haciendo aquí?

Joseph me sonríe con ternura, sé que él me ha extrañado. Seguramente es el único ya que después de mi llegada hace 20 minutos, nadie ha bajado a recibirme. Y Joseph les avisó.

Tal vez debería irme. Seguramente todos imaginan que morí por el simple hecho de haber hecho lo correcto.

—No van a bajar— suspiro y miro a Joseph que me mira con tristeza—. Creo que debería irme.

—¿Quiere desayunar, señorita Cath?— me pregunta el tierno hombre a mi lado, es el único en esta casa que parece quererme cerca— O puedo llamarlos de nuevo.

Sonrío con nostalgia y tristeza mientras niego con la cabeza.

—No, gracias. Será mejor que...— dejo la frase al aire y me pongo a llorar.

¿Cómo es posible que un lugar al que llamaba hogar ahora sea territorio desconocido? ¿Qué pasó con la madre tierna y protectora? ¿Y el hermano que me apoyaba en todo, mi pareja? ¿Y mi padre? ¿Y mis amigos?

Siento los brazos de Joseph rodearme con inseguridad, yo lo abrazo de vuelta sintiéndome deprimida hasta la médula.

—¿Tanto mal hice?— murmuro sintiendo las lágrimas empapando mis mejillas— De verdad lo quiero, Joseph. Te juro que es bueno.

—No lo dudo, señorita Cath. Pero debe entender que sus padres y hermano están tristes porque no creen que usted debe estar casada con el señor Denovan.

Y lo entiendo. Juro que si. ¿Pero cómo podría demostrarles que soy feliz?

—Tal vez ya no debería venir— me alejo del mayordomo con una sonrisa a medias—. Gracias, Joseph. De verdad.

—No tiene que agradecer, yo le tengo mucho aprecio.

—Yo también— lo abrazo de nuevo un momento y luego me separo—. Diles que gracias por recibirme.

Le sonrío y camino a puerta con el corazón dolido.

—Adiós, Joseph.— me despido con la mano y escucho que él también se despide de mi.

Bueno, yo ya tengo a mi nueva familia.

Camino por la grava hasta el coche, quito el seguro y me siento en el asiento del piloto. No puedo evitar pegar la frente por sentir la derrota. Me siento huérfana. Y lo hice por ellos, por nosotros y ahora me odian.

Enciendo el motor para irme a casa, a mi nuevo hogar. Pero escucho mi hombre en cuanto estoy retrocediendo para salir.

—¡CATHERINA, ESPERA!

Veo por el espejo retrovisor a mi hermano corriendo hacia mi auto, y no puedo evitar sonreír.

Apago el motor y me bajo del coche sintiendo mi corazón latir de nuevo de felicidad.

—Tu...

—Lo siento, es que yo... mamá quiere hablar contigo.— y toda la felicidad que pude sentir se esfumó.

—¿Y tú?— pregunto mirando sus ojos, aquellos que antes me miraban de manera tan tierna.

—Yo debo salir a trabajar en quince minutos, también tengo que desayunar así que te dejo. Mamá te está esperando dentro.

Y se fue corriendo tal y como llegó. Me deja sola sintiendo un insoportable peso en el corazón. Si tan malo cree que es James debería quedarse a apoyarme, a ver qué este bien, sin embargo huye y me aleja de su vida totalmente.

—Si mamá quiere verme, que me busque.— murmuro para mí y me subo de nuevo al coche, lo pongo en marcha y salgo de la residencia.

Conduzco por lo que me parecen horas pero no voy a casa. No sé a dónde voy, pero me siento muy molesta y no quiero estar encerrada por unas horas.

Pronto estoy fuera de la ciudad con dirección al norte.

Hace mucho frío pero lo ignoro mientras limpio las lágrimas que corren por mis mejillas. Sé que no es bueno manejar si no estoy concentrada y menos en mi estado pero realmente no quiero parar. Quiero alejarme de todo unas horas.

No de James, pero él está trabajando y no quiero molestarlo más de lo que lo he hecho últimamente.

Hago cuentas mentales y me doy cuenta de que Navidad está a la vuelta de la esquina. La época de perdonar y estar con la familia.

Mi familia no es especialmente católica, pero sí pasamos juntos esas fechas. Mamá y papá invitan a la familia de ambos lados, Kendall invita a sus amigos y yo a los míos. Es una fecha preciosa porque tenemos pequeñas tradiciones. Es una de mis épocas favoritas del año.

Justo ahora no sé a ciencia cierta que pasará, pero estoy bastante segura de que no pasaré Navidad ni Año Nuevo con mi familia, mucho menos con Fanny o alguien que antes considerara cercano.

Escucho mi celular sonar, al tomarlo me doy cuenta de que es mi mamá quién llama así que ignoro la llamada y miro de nuevo el camino, suena de nuevo y repito la acción anterior, pero a la tercera vez respondo.

—Cath Denovan, ¿quién habla?— contesto sabiendo que he rechazado mi apellido delante de mi madre.

—Hasta donde yo sé eres Catherina Cardeen.— me reprocha con seriedad.

—Estoy casada, mamá. Adopté el apellido de James, yo no lo veo extraño.— digo con la misma sequedad que ella tiene en la voz, ¿quién es esta mujer? ¿Dónde está la dulce persona que tenía por madre?

—No me parece, pero creo que no puedo hacer nada.— oigo un suspiro al otro lado de la línea y luego silencio.

—Mamá, estoy conduciendo. ¿Podríamos hablar después?

—Hace mucho que saliste de casa, ¿no has llegado?— noto cierto tono de preocupación y me recuerda a las viejas épocas en las que mi hermano y yo regresábamos a las 7 de la mañana a casa.

—He ido a otro lado, pero te llamo después.— me debato entre decirlo o no, pero me gana el sí— Te quiero, mamá. Adiós.

Y cuelgo rápidamente, no quiero escuchar su silencio al otro lado de la línea o peor aún, una respuesta falsa.

👰🏼👫👔

Llego a casa pasadas las 9. Tengo un dolor de cabeza asqueroso y el celular que no para de sonar. Tengo los ojos inyectados de sangre y no me siento del todo bien.

Cierro la puerta que hace un gran estruendo que resuena por las paredes de la gran casa. Al instante Cosmo está sobre mi llamando mi atención para que lo acaricie.

—Hola, pequeño.— lo saludo dándole un beso en la orejita.

—¿Cath?— veo a James aparecer por la sala y me mira con preocupación.

Corre a abrazarme y a asegurarse de que no tengo ningún raspón.

—¿Qué pasó? ¿Por qué no contestabas el celular?

Las lágrimas se agolpan en mis ojos y siento la increíble necesidad de tenerlo cerca y parece entenderlo.

Me envuelve entre sus fuertes brazos dándome el calor familia que despide su cuerpo mezclado con el aroma de su colonia que logran calmarme.

—No estás sola, preciosa.— besa mi coronilla sin soltarme— Yo siempre voy a estar aquí para protegerte.

Y solamente hace falta que me diga eso para que me derrita.

Tal vez tiene razón y sólo lo necesito a él; a nuestra familia.

Casada Con Un DesconocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora