Sola

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Lunes

Desperté con un molesto ardor en los ojos, había llorado tanto en la noche anterior que sentía las lágrimas secas aún en mis mejillas. No quiero ir a la escuela y ver a Nathanaël, es una tortura para mí saber que ya no me saludará con esa hermosa sonrisa que alegraba mis mañanas, ahora no significo nada para él.

Por más que quiero quedarme en casa y encerrarme en mi habitación por el resto de mi vida no puedo hacerlo, no tengo ganas de oír los gritos de mi madre ni mucho menos sentir sus golpes, ya estoy harta. Me levanté de mala gana y me fui en dirección al baño, sin siquiera ver mi rostro en el espejo sabiendo lo horrible que me vería me desvestí y abrí la llave de la ducha. Últimamente he comenzado a bañarme con el agua muy fría, me ayuda mucho a calmar mi ansiedad y me hace sentir como si estuviera recibiendo lo que merezco, soy una mala persona.

Luego de salir de la ducha y secarme coloqué varias vendas alrededor de mis brazos y piernas, no pude evitar volver a auto-dañarme a pesar del dolor que me causaban las cortadas que ya tenía, era mi única salida, la única forma de sentirme completamente aliviada. Como siempre oculté todo bajo un suéter del único color que me identifica, al igual que el resto de mi ropa.

Bajé a la cocina con la intención de "desayunar", como ya es costumbre solo me tomé una taza de café para mantenerme despierta durante las clases, aunque probablemente me quedaré dormida por lo menos un par de veces. He notado que en estos últimos días he bajado de peso, siempre he sido delgada pero ahora me siento algo débil, varias veces me he olvidado de comer por estar pensando en lo que le hice a Nathanaël. Al terminar el café tomé mi mochila y salí de casa, mis manos sudaban y mi corazón latía muy rápido.

Llegué un poco cansada a la escuela, sentía que los pies me pesaban mientras subía las escaleras en dirección a mi aula, definitivamente no quiero entrar ahí y encontrarme con todas las miradas de mis compañeros puestas sobre mí. Luego de estar parada en la puerta un par de minutos me armé de valor e ingresé, intenté mirar al suelo e ignorar a los demás, pero soy tan torpe y estúpida que me tuve que chocar con Chloé.

—¡Fíjate por donde caminas emo inútil! Ya era suficiente con uno —exclamó señalando a Nathanaël— y ahora son dos.

—L-lo siento —contesté, no entiendo por qué rayos me disculpé con esa idiota.

Seguí caminando hasta la última fila y vi el sitio vacío al lado del pelirrojo, me ignoró por completo y giró la cabeza hacia otro lado, sentí una punzada en el pecho. Sin pensarlo más me senté en la mesa vacía tal como el primer día de clases, mis ojos se estaban humedeciendo un poco, no podía evitarlo.

Me recosté sobre la mesa y fingí estar dormida para que nadie me viera llorar, me siento destruída y sola, ya no tengo a nadie. La voz de la maestra Bustier hizo que levantara la mirada, por suerte mi flequillo hacía que no se notaran tanto mis ojos aún húmedos, con una de las mangas del suéter sequé mis lágrimas de la forma más disimulada posible, aunque de igual forma se corrió el delineador de mis ojos. Más tarde tendré que ir al baño a retocar mi maquillaje.

Intenté estar atenta en la clase, apoyé mi barbilla en mi mano mientras miraba el pizarrón haciendo un gran esfuerzo por no dormirme, pero por alguna razón me sentía observada... al principio creí que solo era producto de mi imaginación, pero giré la mirada hacia el lugar de Nathanaël y lo encontré viéndome de reojo con algo de lástima. Cuando notó que lo estaba viendo automáticamente dirigió la mirada hacia el frente, sentí que mis mejillas ardían un poco, quizás... aún puedo solucionar todo esto y volver a ser su amiga.

Esa pequeña mirada fue lo mejor que me ha sucedido últimamente, incluso hizo que una leve sonrisa se dibujara en mis labios lo cual pensé que era imposible. Ya estoy decidida, esperaré a que pasen unos días y le pediré disculpas, ya no puedo seguir con esta carga emocional, ni siquiera los cortes pueden quitarme este peso de encima.

Una semana después

Pasaron varios días en los que nadie me ha dirigido la palabra ni mucho menos se ha acercado a mí, me siento tan invisible como cuando estaba en el "agujero gris" con la diferencia de que ahora estoy sola, a pesar de todo traté de no cortarme, fue muy difícil contenerme pero pude lograrlo. Ya no puedo más con esto, hoy mismo hablaré con Nathanaël.

Al tocar la campana del receso, Marinette cerró la puerta del aula y llamó la atención de todos, Nathanaël dejó de dibujar y miró a la peliazul con un leve sonrojo en sus mejillas.

—¡Chicos! —exclamó alegre Marinette— dentro de poco será mi cumpleaños y quiero darles estas invitaciones.

La ojiazul comenzó a repartir unos pequeños sobres de color rosa a cada uno de los chicos, se saltó el lugar que compartían Chloé y Sabrina haciendo que la rubia frunciera el ceño y le diera la espalda, al llegar al lugar de Ivan y entregarle la invitación ignoró a Nathanaël y siguió repartiendo los sobres hasta finalmente darme uno a mí.

¿Cómo Marinette pudo haberse comportado de esa forma tan horrible? Entiendo la razón por la cual no quiso invitar a Chloé ni a Sabrina, pero... ¿Nathanaël? No le ha hecho nada, solo le dedicó hermosos dibujos y le declaró sus sentimientos con la ilusión de ser correspondido, simplemente no puedo creerlo. Por un momento sentí las ganas de llamar a Marinette y exigirle que le de una invitación al pelirrojo, pero mi timidez y mi cobardía me vencieron.

Nathanaël se veía muy mal, dejó de dibujar y se quedó mirando al suelo durante un rato, me dolía muchísimo verlo así, nunca imaginé que Marinette le haría algo tan cruel. Se quedó dormido en su lugar durante el resto de las clases, parecía un poco deprimido.

Tocó la campana de la salida, el pelirrojo se sobresaltó y despertó de su profundo sueño, todos los demás salieron corriendo desesperadamente mientras que él aun guardaba sus cosas. Decidí seguirlo, caminó por el pasillo y se dirigió a su casillero, sacó un par de cosas de ahí y lo cerró dispuesto a irse, con las manos temblorosas me acerqué lentamente.

—Espera —dije tomando su brazo.

Nathanaël se quedó callado, me vio a los ojos por unos segundos para luego fruncir levemente el ceño y seguir caminando.

—No te vayas, por favor —dije tratando de no romper en llanto.

—Sé que intentas solucionarlo, pero no puedo confiar en ti, ya tuve suficientes problemas hoy —contestó soltándose de mi agarre y volviendo a intentar irse.

Insistí, tomé su brazo otra vez.

—Necesito hablar contigo, n-no importa si no quieres volver a ser mi amigo pero por favor, escúchame.

—Solo por esta vez, dilo —contestó de forma seca.

—No puede ser aquí, aún hay mucha gente... ¿Podrías acompañarme a mi casa? —pregunté con nerviosismo temiendo que su respuesta sea negativa.

El chico se quedó callado, pareció dudarlo un poco.

—Está bien —respondió.

—Gracias —dije desviando la mirada.

Ambos salimos de la escuela, el silencio era bastante incómodo, Nathanaël parecía sentirse un poco obligado lo cual me hacía sentir un nudo en la garganta. No sabía si sentirme feliz o si sentirme triste, pero de todos modos estoy haciendo algo bueno al intentar disculparme.

La Chica de las Cortadas [Julenath]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora