¿Qué me sucede?

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Seguí viéndome en el espejo sin poder creer lo que había sucedido. Puede que suene un poco superficial, pero no solo me sentí mal por mi cabello, sino también por la forma como fui tratada tan solo por ser distinta.

Me la pasé haciendo las tareas pendientes de la semana hasta quedarme dormida sobre el escritorio, luego de un buen rato alguien sacudió mi brazo con fuerza haciendo que me despertara de golpe.

—¡Despierta! Ya llegué —exclamó mi madre, por su aliento se notaba que había estado en alguna "reunión"— ¿Ahora quisiste cambiar de estilo? Pues sigues viéndote rara.

Me quedé callada por puro miedo, estando ebria mi madre era capaz de hacer cualquier cosa así que es mejor prevenirlo. Me lanzó una mirada llena de desprecio para luego dirigirse a su habitación.

Pasaron varias horas en las que no pude volver a conciliar el sueño, ya eran aproximadamente las dos de la mañana y mis ojos —en los cuales sentía un insoportable ardor— no podían despegarse de la pantalla de mi celular esperando un mensaje, por lo menos un solo mensaje de Nathanaël.

Parecía casi una necesidad para mí hablar con él, aunque muy dentro de mí sabía que nuestra amistad probablemente se iba a distanciar debido a su ilusión por ganarse el corazón a la chica de sus sueños. Mi único amigo al final se terminará alejando como todo el mundo, se que no todo iba a ser de color de rosa como siempre lo soñé.

Al día siguiente

Abrí mis ojos sin darme cuenta de que ya era otro día, me quedé completamente dormida esperando aquel mensaje que jamás llegó. Bajé a desayunar y mi madre se hallaba en la cocina mirándome fijamente.

—¿Por qué no puedes ser una persona normal? —preguntó señalándome por mi cabello— ¡Ugh! Me duele la cabeza —se quejó, probablemente era por la resaca.

—No fue mi culpa —contesté mirando al suelo— Una chica de la escuela lo hizo.

—¿Y no te puedes defender? —preguntó arqueando una ceja— Eres tan inútil como tu padre.

Sentí una punzada en el pecho cuando mencionó a mi padre, preferí no continuar para que no termináramos discutiendo. Comí poco como de costumbre pero mi madre me obligó a terminarlo todo, tuve que obedecer sus órdenes para que no comenzara a tildarme de "anoréxica".

A pesar de ser sábado no hice nada más que limpiar las habitaciones y lavar los trastes, mi madre me castigó por haber permitido que Chloé me agrediera, me pareció muy injusto pues no fue mi culpa haberme quedado paralizada en aquel momento. En cuanto a Nathanaël no recibí señales de vida por su parte, pareció olvidarse del mundo cuando Marinette a pesar de todo recordó su cumpleaños.

En resumen el día de hoy fue un sábado común de mi aburrida vida, encerrada limpiando la casa y regando las plantas, por último y no menos importante me hice exactamente dos cortes en los antebrazos, uno en cada uno de ellos. La culpable de estas nuevas heridas fue como en gran parte de las ocasiones mi madre, todas las cosas que me dice hacen que me sienta más sola y deprimida de lo que ya estoy.

Luego de escribir el último verso de otro de mis tristes poemas sobre cortadas me dormí más temprano que de costumbre sabiendo que nadie me llamaría o me diría: "¡Hola! ¿Quieres ir al cine?" como suele ser común entre los chicos de mi edad. Inconscientemente una lágrima rodó por mi mejilla, no hay nada más triste que ser una adolescente y no tener a nadie.

Lunes

Un nuevo día, apenas me levanté paso por mi mente mi cabello, lo más probable es que todas las miradas se centrarán en mí como si hubiera cometido un crimen.

Al abrir un poco las cortinas los rayos del sol se colaron a través de la ventana indicando que hoy sería un cálido y terrible día, sin importar el calor no me quedo de otra que utilizar un suéter que ocultara las cortadas de mis brazos.

Al llegar a la escuela me sentí la persona más feliz del mundo al sentir el aire acondicionado, mi aspecto como se imaginarán era un desastre total y algunas risas por parte de una insoportable rubia y su "amiga" se lograban oír. Marinette se encontraba sentada en el mismo lugar de siempre así que me dirigí al sitio vacío al lado de Nathanaël, quien por cierto ni había notado mi presencia por estar dibujando.

—H-hola Juleka —saludó viéndome con sorpresa— No te reconocí ¿Por qué el cambio tan repentino?

—Sé que me veo aún peor que antes —contesté con una media sonrisa— Es una larga historia.

El pelirrojo se quedó mirándome durante unos segundos, tomó su mochila y sacó una hoja de papel con mucho cuidado.

—Estuve haciendo esto el sábado, es para ti.

Al ver el contenido de aquella hoja de papel mis mejillas se ruborizaron levemente, simplemente no podía creer lo que se hallaba ante mis ojos: Un dibujo de la solitaria y depresiva Juleka Couffaine, un dibujo donde la chica emo —aún con su característico cabello largo— se encontraba sonriendo de una forma radiante, como si su vida fuera completamente lo contrario a la realidad.

—Es muy lindo pero... ¿Estás seguro de que soy yo? —pregunté divertida.

—Claro, que otra chica tendría esos ojos naranjas tan únicos y geniales —contestó para luego cubrirse la boca con un leve sonrojo— D-digo nada.

—Gracias por el cumplido, pero aún sigo creyendo que esa chica no soy yo —dije con una media sonrisa.

—¿Es por tu cabello?

—Olvídalo, no tienes idea —contesté para luego guardar con cuidado aquel dibujo ante la mirada algo preocupada del pelirrojo.

Entonces... Nathanaël estuvo dibujándome el sábado y por esa razón no sabía nada de él, me pareció bastante dulce de su parte pero al mismo tiempo fue un poco extraño. Yo hubiera pensado que un fin de semana sería el mejor momento de inspiración para dibujar a la hermosa peliazul de coletas, no a la chica de las cortadas.

—Nathanaël —dije en voz baja para que la maestra no me oyera.

—¿Si?

—¿Por qué lo hiciste? Ya sabes... el dibujo.

—Porque quise dibujar a mi primera amiga —contestó con una pequeña sonrisa— Además quería agradecerte por darme tu apoyo, sé que algún día tendré las agallas para declararle mis sentimientos a Marinette.

Al decir aquellas palabras se me hizo un nudo en la garganta, no entiendo por que me suceden este tipo de cosas cuando el chico menciona a Marinette, se supone que debo ayudarlo a enamorar a la peliazul pero... no me siento del todo bien.

—Ah, okay —contesté de forma cortante.

No pude controlar mi sueño durante las clases, sin darme cuenta terminé quedándome dormida hasta que la campana del receso me despertó.

—Buenos días —dijo el pelirrojo para luego reír un poco.

—¿Podrías pasarme los apuntes de las clases que me perdí? —pregunté mientras me frotaba los ojos.

—Está bien —contestó entregándomelos— Oye... tengo una idea —añadió con una sonrisa.

—¿Una idea? —pregunté arqueando una ceja.

—Sí, ya se como y donde le declararé mis sentimientos a Marinette —contestó aún sonriendo— He pensado en hacerlo en el parque, entre las cuatro y cinco de la tarde, solo que aún no se cuándo lo haré.

—Suena bien —dije con una pequeña sonrisa— Solo procura no tartamudear.

—No te preocupes, tengo todo bajo control —contestó guiñándome un ojo.

No entiendo la razón por la que mis mejillas empezaron a arderme, ignorando la presencia del pelirrojo remangué mi suéter dejando al descubierto solo mi muñeca y vi mi rostro en el pequeño espejo que se hallaba en ella, estaba completamente sonrojada y no podía disimularlo.

Al mismo tiempo sentí mucha lástima por Nathanaël, se que él tiene una pequeña esperanza por ser correspondido por Marinette aunque yo se que probablemente le romperá el corazón. Él no lo notó pero cuando todos los chicos salieron del aula al comenzar el receso la ojiazul y Adrien estaban tomados de la mano.

La Chica de las Cortadas [Julenath]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora