Un nuevo comienzo

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—Mierda... mierda...

No paraba de susurrar aquella palabra mientras un par de lágrimas caían de mis ojos, éstas fueron aumentando y terminé llorando en silencio. Siento que este es el fin, o mejor dicho, mi fin.

Lo arruiné, arruiné todo por dejarme llevar por mis emociones, por amar tan intensamente a Natanaël sin importar lo riesgoso que sería, ¿Habrá sido en la última vez? No tengo ni la menor idea, soy una estúpida, una maldita irresponsable cegada por las ansias de sentir el placer. He arruinado mi vida, salí del hoyo en el que estaba para terminar cayendo en uno más profundo, y todo por mi propia culpa.

Mi mente se hallaba en blanco, me encontraba en pánico, mi cuerpo temblaba y mi mirada permanecía en el techo del frío baño. Las lágrimas habían cesado, ya no sé que pasará con mi futuro, ya no sé ni qué será de mí... estoy rendida.

Se me vino a la mente Nathanaël, arruiné también su vida. Tendrá que cargar con el hijo que crecerá en mi vientre, tendrá que hacerse responsable de él siendo apenas un adolescente de dieciséis años, el cual no piensa en nada más que en mejorar con su arte cada día. Él me lo dijo, él me dijo que podían haber consecuencias si teníamos intimidad, incluso yo lo sabía muy bien, las pastillas no eran lo suficientemente confiables.

Mi piel se erizó, y las lágrimas empezaron a surgir nuevamente, ¡¿Qué le iba a decir a mi madre?! ¿Que tuve sexo con el enano pelirrojo con el que me vió la otra vez y salí embarazada?

Me levanté lentamente del excusado, mi mano temblaba tanto que tardé como un minuto o más en tomar el picaporte para abrir la puerta del baño. Salí arrastrando los pies, me sentía mareada, como si fuera a caer en cualquier momento. Y había acertado, terminé perdiendo el equilibrio y cayendo al suelo, golpeándome la cabeza con el aparador. Pasados unos segundos, me levanté con algo de esfuerzo y me dirigí a mi habitación, para automáticamente tumbarme en mi cama.

¿Nathanaël seguirá amándome cuando se entere de esto? ¿Seguirá a mi lado? No le convendría en lo absoluto quedarse conmigo, no sería más que un estorbo para su vida.

Observé el reloj, eran poco más de las diez de la noche y mi madre aún no llegaba. El teléfono sonó, y me levanté notando que ya no estaba mareada. Al contestar, abrí mis ojos de golpe, era Nathanaël.

—Hola Juleka, estuviste muy extraña hoy, ¿Todo está bien?

Por un momento pensé en decirle la verdad, pero la cobardía me venció por completo.

—No tanto, me dolía bastante la cabeza, probablemente haya sido una fiebre. Ahora me siento mucho mejor, estuve recostada durante bastantes horas.

—Que bueno, me estaba preocupando, temía que fuera algo peor.

—Nada grave, tranquilo —la respuesta más sínica que di en toda mi vida.

Oí la puerta, mi madre había llegado.

—Debo irme —susurré al teléfono— adiós.

Colgué antes de que el pelirrojo pudiera decir algo más, la puerta se había abierto, y tras ella, mi madre otra vez ebria.

—Niña, sirve para algo y ayúdame a subir, no puedo sola —dijo tirando su bolso sobre el sofá— luego sube eso —añadió señalándolo.

Por suerte no estaba ebria a tal grado de golpearme, pero era más que obvio que los golpes estarían presentes probablemente mañana. La ayudé a subir y a recostarse en su cama, luego subí su bolso, en el cual había una cajetilla de cigarros a medias y una caja de preservativos.

Ya no tengo derecho de quejarme de las cosas que haga mi madre, ni con cual o cuales hombres se ande metiendo, pues yo acabé siendo alguien similar, una persona con falta de amor que tuvo relaciones con su novio para llenar aquel vacío emocional. Desastroso, sumamente patético.

Luego de haber dejado el bolso volví a mi habitación. Lo único que quiero es dormir, dormir muchísimo y no pensar en nada más. Mañana es sábado, y probablemente sea el día más difícil de mi vida.

Al día siguiente

Me quedé en mi cama hasta la tarde, no tenía ganas de salir, no quería abrir las cortinas ni que los débiles rayos del sol inundaran mi cuarto. Me sentía como si mi cuerpo actuara por mera obligación, como si no tuviera alma.

No tenía hambre en lo absoluto como para tomar el desayuno, ni siquiera tenía ganas de tomar una taza de café. Lo único que hice fue levantarme y tomar una ducha con agua fría, para luego ponerme nuevamente la pijama y volver a la cama.

Tengo mucho miedo, sé que mi madre no reaccionará para nada bien si le digo la verdad, debo prepararme para esto, pensar muy bien lo que diré.

Antes de poder pensar, mi madre empujó la puerta, haciéndo que me sobresalte.

—Oye, ¡Levántate! —exclamó jalándome bruscamente del brazo— Son las cuatro de la tarde, no seas inútil y prepárame algo de comer.

Obedecí a sus órdenes, me levanté rápidamente sin queja alguna y bajé a la cocina a ver que podría hacer. Preparé un estofado y se lo serví solo a ella, quien no dejaba de mirarme extrañada.

—¿Por qué no comes nada? ¿Te has vuelto anoréxica otra vez?

—Nunca lo he sido, mamá —contesté en voz baja— no tengo hambre.

—Eres una maldita rareza, a este paso no sé si alguien llegará a amarte siendo una persona tan jodidamente extraña.

Mis ojos empezaron a humedecerse, sus palabras son como las cuchillas que antes usaba para cortarme. Esperé a que terminara de comer para decirle todo.

—Tengo que decirte algo...

No contestó, solo se me quedó viendo fijamente con el ceño levemente fruncido.

—¿Recuerdas al chico pelirrojo con el que me viste la otra vez? Él... es mi novio.

—¿Te acostaste con ese chico?

Me sobresalté, mis latidos se aceleraron y mis manos empezaron a teblar. Asentí con los ojos cerrados.

No pasaron más de cinco segundos para sentir una bofetada.

—Estoy embarazada —solté de repente.

La ira se veía en su rostro, me abofeteó varias veces, me empujó, me golpeó, caí al suelo... y no hacía absolutamente nada para defenderme. Me jaló del brazo con fuerza, haciendo que quedara de pie frente a ella.

—Escúchame bien, no quiero que tengas a ese hijo, como sea conseguiré las pastillas para que te deshagas de él.

Sintiéndome sin fuerzas, solo me limité a asentir con los ojos cerrados. Entiendo lo que ha de sentir mi madre en este momento, me siento la peor basura del mundo.

Jamás imaginé que mi primer embarazo sería uno no deseado, siempre creí que pasaría una vez que todas mis metas se hayan cumplido, y que ese hijo nacería en un hogar con unos padres que le dedicarían todo el amor y atención que necesita. Aquí es cuando me doy cuenta de que no todo pasa como uno lo sueña.

La culpabilidad me invade, Nathanaël no tiene ni la menor idea de lo que ocurrió, y... será mejor que permanezca así.

La Chica de las Cortadas [Julenath]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora