Realidad

953 102 114
                                    

Nathanaël comenzó a alejarse y a perderse entre la gente, suspiré y cerré la puerta tras de mí, luego de aquel momento tan increíble tuve que volver a mi triste realidad. Me senté en el sofá a esperar la llegada de mi madre, sin darme cuenta poco a poco fui cerrando mis ojos...

Desperté al oír golpes en la puerta, no se exactamente cuanto tiempo estuve dormida, quizás minutos, o quizás —y lo más probable— horas. Me acerqué lentamente hasta llegar a la puerta y abrirla, ahí se encontraba ella, tan ebria que apenas podía mantenerse de pie, me quedé callada e intenté no hacer una mueca de disgusto.

—¿No piensas saludar? —preguntó apoyándose en el marco de la puerta para no caerse.

—H-hola mamá —contesté intentando no verla a los ojos.

—¡Quiero subir mocosa inútil! ¡Ayúdame! —exclamó tomando mi brazo y apretándolo un poco.

—E-está bien —contesté tratando de "disimular" mi expresión de dolor.

Se apoyó en mí rodeando mi cuello con uno de sus brazos, con dificultad subimos a su habitación y la dejé sobre la cama, luego me di media vuelta dispuesta a irme.

—Llévame al baño —dijo impidiendo que saliera del cuarto— Tengo náuseas.

Me quedé callada y tragué en seco, ya era obvio que es lo que haría en el baño. Tuve que apreciar como mi madre vomitaba todo lo que había estado bebiendo en aquella "reunión de amigos" junto con una que otra comida, al terminar la dejé sola cepillándose los dientes y me encerré en mi habitación. Siento tantas cosas en este momento, hasta ahora no puedo creer que Nathanaël me haya correspondido a pesar de todos mis defectos.

Ya no siento mi cuerpo como antes, ahora un extraño calor se apoderó completamente de él. Desde aquel beso no puedo pensar en otra cosa más que en Nathanaël, siento que lo amo con locura a pesar de haberlo conocido hace tan poco tiempo, quizás sea porque no estoy para nada acostumbrada al cariño.

A la mañana siguiente

Desperté más temprano de lo habitual debido a los insoportables gritos de mi madre, me froté los ojos para luego tomar mi celular y ver la hora.

—¡Mierda! ¡No puedo creerlo! —exclamaba desde su habitación— ¡Perdí esa basura!

La puerta se abrió de golpe y se azotó contra la pared, la mirada de mi madre reflejaba estrés y molestia, además de que la resaca no la ayudaba para nada. Me vio con el celular aún en la mano y se dirigió hacia mí al parecer con la intención de matarme.

—¡Dame esa cosa! —exclamó quitándome el celular con fuerza— Perdí el mío en la maldita fiesta, así que desde ahora ya no te pertenece.

Mi madre salió sin decir nada más, me quedé en trance por unos segundos y mi mano aún se encontraba en aquella posición como si el celular siguiera ahí, genial, ahora no podré comunicarme con Nathanaël ni escuchar música. Me levanté enfadada y me dirigí al baño a realizar todo lo que debía hacer antes de ir a la escuela.

Al ingresar a la ducha el agua fría hizo que mi cuerpo temblara un poco, bajé la mirada y comencé a verme con detenimiento, admito que desde el momento en que sentí sus labios rozar con los míos sentí que un nuevo lado de mí despertó. Al salir me di cuenta de que mis heridas comenzaban a sangrar un poco, lo cual indicaba que algunas se habían abierto, hice el mismo procedimiento de aplicar alcohol sobre las zonas para luego vendarlas, tuve que aguantar el dolor.

Me vestí y delineé mis ojos con ese típico color negro para luego ir hacia la cocina y encontrarme con mi madre, pero me topé con ella a medio camino.

La Chica de las Cortadas [Julenath]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora