Luego de una horrible noche de insomnio me di cuenta de que el sol comenzaba a emitir sus primeros rayos de luz, lo que significa que hoy comienza mi segundo día en Françoise Dupont.
Luego de darme una ducha me vestí con el color que más me caracteriza como siempre, a pesar de que el cielo estaba despejado y hacía un poco de calor me puse un suéter que probablemente me torturaría por el resto del día. Vi mi rostro en el espejo, mis ojos estaban rojos y mis ojeras eran tan notorias que a pesar del maquillaje mi cansancio no se podía disimular ni un poco.
Bajé a la cocina y me serví una gran taza de café, por lo visto mi madre aún no se ha despertado así que salí en dirección a la escuela prácticamente sin desayunar. Caminé como si mi cuerpo hubiera actuado solo y mi cara se parecía más a la de un muerto viviente que a la de una adolescente, dudo mucho que las personas en la calle no se hayan quedado mirándome pero no me importa en lo absoluto.
Llegué a la escuela con un poco de sudor en la frente debido al insoportable calor que me daba el suéter y todas las miradas se clavaron en mí, con los nervios recorriendo cada rincón de mi ser caminé en dirección a mi lugar, pero cierta rubia me detuvo.
—¡Miren a quién tenemos aquí! A la chica rara que tiró mis cosas ayer —dijo con un tono de voz notoriamente fingido tratando de hacerse la víctima.
—Yo no tiré nada, solo fue un accidente —contesté con el ceño levemente fruncido intentando defenderme, gran error.
—Es obvio que lo hiciste a propósito y algún día lo lamentarás, lo juro —dijo con un tono amenazante— Eso te pasa por meterte con Chloé Bourgeois, la hija del alcalde.
No supe que contestar, lo peor de todo fue que nadie hizo lo más mínimo por ayudarme, solo se quedaron viendo la "escena" y murmurando cosas mientras me miraban de reojo. Cabizbaja me dirigí hasta mi lugar y coloqué mi mochila en el sitio vacío que se hallaba al lado del mío, al recordar la razón por la que no pude dormir sentí que se me revolvió el estómago. El pelirrojo entrometido se encontraba mirándome otra vez así que dirigí la mirada hacia sus ojos turquesas para que dejara de hacerlo, tímidamente me saludó desde su lugar haciendo una seña con su mano, saludo el cual ignoré por completo.
Estoy realmente molesta con él, no puedo creer que haya llegado al extremo de leer mi cuaderno como si se tratara de algo suyo, me siento muy avergonzada de que alguien más sepa mi secreto. La maestra ingresó al aula y las aburridas clases de geografía comenzaron, sin darme cuenta terminé quedándome completamente dormida sobre la mesa.
Me sobresalté al oír la campana del receso, me froté los ojos y eché un vistazo al aula, como lo imaginé todos mis compañeros se habían ido. Cuando estaba a punto de levantarme de mi lugar vi un papel sobre mi mesa al igual que ayer, lo tomé y en él se hallaba otro dibujo de un pequeño tomate solo que este tenía una expresión de preocupación, al lado del dibujo se hallaba una nota.
"Hola, sé que no nos conocimos de la mejor manera... mi nombre es Nathanaël"
Nathanaël... es más que seguro que se trata del pelirrojo de los ojos turquesas, le gusta dibujar y su cabello lo hace parecer un tomate maduro. Fruncí el ceño al pensar en que aquel chico probablemente quiera ser mi amigo, solo sé que lo hace por lástima y si es que no hubiera leído mi cuaderno probablemente ni estaría interesado en mi amistad.
Me sentí horrible, tenía unas ganas casi desesperadas por desahogarme, y que mejor —o peor— manera de hacerlo que utilizar el mal hábito de cortarme, tiré a la basura aquel papel y me dirigí al baño a paso lento con una pequeña cuchilla en mi bolsillo derecho. Al llegar me encerré en uno de los cubículos, remangué mi suéter y empecé con un corte, seguido por otro y unos cuantos más, a pesar del dolor sentí que me quité una gran carga emocional de encima. Limpié las pocas gotas de sangre que cayeron al suelo y lavé mis heridas en el lavabo para terminar con el sangrado, por último volví a jalar las mangas del suéter y caminé en dirección al aula. Ahora tendré que añadir un nuevo poema a mi colección en honor a estas nuevas cortadas.
Mientras caminaba cabizbaja me choqué con quien menos quería: Con el pelirrojo —o mejor dicho Nathanaël— Hubiera preferido tener otra discusión con Chloé a tener que lidiar con él.
—Lo siento, no te vi —dijo el chico con una sonrisa tímida.
—Es raro que no me hayas visto, soy mucho más alta que tú —contesté con la intención de ofenderlo para luego intentar irme, pero él me detuvo.
—¿Estás bien? —preguntó viéndome con lástima— ¿Leíste la nota que te dejé?
—Sí, estoy muy bien —respondí con seguridad para que no sospechara nada— Y sí, leí la nota Nathanaël —añadí haciendo énfasis en su nombre.
Al terminar de decir esas palabras me fui hacia el aula, al llegar a la puerta alguien tocó mi hombro así que giré para ver de quien se trataba, me ha estado siguiendo.
—No te ves nada bien —dijo viéndome detenidamente, era cierto pues hoy mi aspecto físico era terrible.
—Estoy bien, solo tengo un poco de hambre, eso es todo —contesté de una forma más tranquila intentando buscar una excusa, aunque sinceramente si tenía algo de hambre por no haber desayunado.
El chico no respondió, se dirigió a su lugar y sacó un emparedado de su mochila.
—Toma, es para ti —dijo entregándomelo con una leve sonrisa, inconscientemente sonreí de la forma más boba que puedan imaginar.
—Gracias.
—T-tus ojos son naranjas —dijo con un leve sonrojo— Pensé que eran rojos...
Simplemente no respondí.
—Sé que estás molesta conmigo, no sabes cuanto lo siento —añadió para luego dirigirse a su lugar.
Me senté y escribí una pequeña nota la cual puse sobre su mesa sin que él se diera cuenta.
"Creo que ya no lo estoy"
Pude ver como me sonrió desde su lugar, le devolví una sonrisa apenas notoria y empecé a escribir los versos de mi nuevo poema mientras comía el emparedado de jamón y queso, apenas lo terminé —tanto el poema como el emparedado— tocó la campana que indicaba que el receso había acabado, lo primero que hice fue guardar mi cuaderno para evitar "incidentes" como el de ayer. Por mera curiosidad eché un vistazo hacia donde estaba el pelirrojo, se veía muy concentrado haciendo lo que parecía ser una especie de cómic ¿No hace nada más que dibujar?
Comencé a pensar en cosas bastante estúpidas que por alguna razón me interesaban un poco, llegué a la conclusión de que aquel chico era al parecer otro "emo sin vida" como yo, con la diferencia de que él dibuja y yo escribo poemas deprimentes.
Los demás empezaron a entrar al aula y las clases transcurrieron con normalidad para todos excepto para mí, tenía demasiado calor y sentía una insoportable picazón en las heridas de mis antebrazos, aún me encontraba un poco mareada debido al insomnio y lo que más anhelaba era volver a casa y dormir.
Así concluyó mi segundo día en Françoise Dupont, un nuevo poema, una rubia molesta, cortadas en mis brazos y un pelirrojo al que le preocupo demasiado. Admito que mi enfado con Nathanaël se desvaneció casi por completo, por una parte también fue mi culpa por olvidar mi cuaderno en el aula.
Al llegar a casa lo primero que hice fue dormir, me sorprendió como pude haber resistido todo el día de clases sin desmayarme o terminar en la enfermería.
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La Chica de las Cortadas [Julenath]
Fiksi PenggemarMi nombre es Juleka Couffaine y hace no mucho cumplí los dieciséis años. Como se imaginarán oculto mi soledad, tristeza y desesperación bajo las largas mangas de un suéter. Poemas, un poema más a mi colección por cada vez que me encierro en el baño...