Te necesito

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—¿El camino es muy largo? —preguntó Nathanaël aún con ese tono seco rompiendo con el incómodo silencio, parecía cansado de mi compañía.

—Y-ya no falta mucho —contesté bajando la mirada levemente mientras jalaba las mangas de mi suéter.

—Espero que sea rápido, tengo cosas que hacer.

Los nervios no me dejaban ni hablar de forma clara, me sentía mal por él, por haberle hecho ir a mi casa sabiendo que estaba un poco lejos de la escuela. Estuvimos completamente callados durante el camino y al llegar a la puerta en lo primero que pensé fue en mi madre ¿Y si se encuentra en casa? Tengo miedo de que me haga pasar un mal momento frente a Nathanaël.

Al abrir la puerta eché un vistazo rápido a la sala, suspiré al ver que ella no estaba ahí. El pelirrojo se veía muy extraño, su expresión de enojo ya no era tan evidente.

—¿Q-quieres subir? —pregunté aun nerviosa.

Nathanaël asintió y ambos nos dirigimos a mi habitación, sobre el escritorio se encontraban los dibujos que él me había hecho junto con mi cuaderno de poemas, no puedo creer que olvidé guardarlos. El pelirrojo echó un vistazo rápido y se sentó sobre la cama, yo hice lo mismo.

—Nathanaël...

—Aún los conservas —contestó refiriéndose a los dibujos.

—Por supuesto... nunca hubiese imaginado que alguien me dibujaría —dije mirando al suelo.

—¿De qué querías hablarme?

Me quedé en blanco por unos segundos, mi corazón latía con tanta fuerza que me causaba una leve molestia en el pecho.

—Solo quiero pedirte perdón por lo que sucedió, sé que soy una idiota y que fui una mala amiga, pero quiero que sepas que ante cualquier situación puedes contar conmigo.

El chico se quedó callado, no parecía convencido del todo. Por un momento lo pensé, quizás... este sea el momento indicado de que conozca a mi verdadera yo.

—Hay algo que te estuve ocultando... —dije captando su atención.

—¿Otra cosa? —contestó frunciendo levemente el ceño.

Cerré los ojos y lentamente fui remangando mi suéter dejando al descubierto mis cortes, las heridas ya no se hallaban completamente abiertas pero aún habían marcas bastante notorias junto con un par de moretones.

—Absolutamente todo lo que lograste leer aquella vez... era cierto —dije tratando de contener las lágrimas— solo que... no quería que sintieras lástima por mí.

Al levantar la mirada la expresión de Nathanaël había cambiado por completo, estaba atónito. Mis piernas temblaban un poco, no podía evitarlo.

—J-Juleka —dijo apenado— ¿Por qué lo haces?

Apenas oí su tono de voz pude comprobar que él no era una persona rencorosa, lo cual me hizo sentir un gran alivio.

—Tengo muchos problemas, siempre he querido decírselos a alguien pero no tengo a nadie en quien confiar —dije sintiendo como una lágrima comenzaba a humedecer uno de mis ojos— Mi padre está en prisión, no tengo amigos y mi madre... —añadí secando esa pequeña lágrima— Mi único amigo eras tú, pero te perdí por culpa de mi inseguridad.

Me miró a los ojos por un instante, luego bajo la mirada.

—Entonces... ¿Es por eso que reaccionaste de esa forma cuando leí tu cuaderno?

—Sí, no quería que nadie se enterara de mi mal hábito de cortarme, suelo escribir un poema por cada vez que lo hago —contesté cubriendo mi rostro con ambas manos— Quería dar una buena impresión en mi primer día, pero nada salió bien.

La Chica de las Cortadas [Julenath]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora