Desconocida

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Dolor en mis brazos, dolor en mi corazón,
dolor que oculto tras mi flequillo ¿Cuál será la razón?

La única palabra que puedo decir es depresión.
Dolor, dolor.

Viernes, el fin de una agobiante semana llena de problemas en casa, mamá como siempre se la pasó criticándome por el hecho de no querer utilizar otro color aparte del negro, y ahora uno que otro moretón acompaña a mis heridas abiertas.

Se que yo no soy la hija perfecta que siempre deseó, que no soy la más linda ni la más talentosa, mucho menos la más carismática y que mis calificaciones dejan mucho que desear. Aún así no hay razón alguna para que no me aprecie, ella solo ve mis defectos pero nunca se fija en las pequeñas cosas que logro hacer bien, simplemente las pasa por alto.

Al llegar a la escuela noté que Chloé me miraba de una forma extraña mientras se reía con Sabrina, parecía estar planeando algo. Mis piernas comenzaron a temblar y los nervios se apoderaron de mí al recordar que ella me amenazó hace unos días, me dirigí hacia el lugar donde se encontraba mi pequeño amigo de ojos turquesas y me senté.

—Buenos días, Juleka.

Me quedé mirando a la nada esperando la llegada de la maestra, me hallaba en una especie de "trance" que no me permitía oír lo que sucedía a mi alrededor, hasta que sentí que alguien comenzó a sacudir suavemente mi brazo.

—¿Juleka?

—¿Hm? Ah, hola —saludé un poco apagada— No noté que me habías hablado.

—¿Todo bien? —preguntó viéndome fijamente.

—S-sí solo tengo sueño —respondí como siempre buscando excusas.

Las clases de literatura fueron lentas pero me gustaron mucho, admito que esta materia es la única en la que me considero buena porque adoro escribir. Nathanaël se pasó toda la clase mirando a Marinette mientras que la dibujaba, el pelirrojo la dibujó como una bella princesa resaltando el azul de sus ojos.

—¿Por qué no se lo das? —pregunté con una leve sonrisa— Estoy segura de que le encantará.

—No lo sé... quizás no lo vaya a tomar bien —respondió cabizbajo— Además sigo un poco mal por lo que sucedió aquella vez en química.

—Hazlo, sé que te irá bien, esperaremos a que comience el receso y te acompañaré.

—Está bien —contestó sonriendo.

Nathanaël se pondrá muy feliz al ver la reacción de Marinette cuando vea su dibujo, el chico tiene un gran talento para estas cosas y no hay nada más adorable que ser la inspiración para un dibujante, algo que probablemente nunca podré ser yo.

Al comenzar el receso acompañé al chico al pasillo a entregarle el dibujo a la peliazul, por suerte Marinette se encontraba sola.

—Vamos, sé que puedes hacerlo, yo me quedaré aquí —dije tomando su hombro.

El pelirrojo asintió para luego acercarse tímidamente con el dibujo entre sus manos, Marinette al notar su presencia le sonrió dulcemente.

—Hola Nathanaël.

—Hola M-Marinette -contestó con un gran sonrojo— Lo siento mucho por lo que sucedió aquella vez en química... espero no haberte incomodado —añadió cabizbajo y notoriamente avergonzado.

—Claro que no, nunca nadie me había dibujado y tú lo hiciste muy bien —dijo la ojiazul con un leve rubor y una radiante sonrisa— Por cierto, feliz cumpleaños atrasado.

La Chica de las Cortadas [Julenath]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora