-Buena chica. Ahora, ¿por qué no te preparas una copa antes de abrir el sobre? Volveré a llamarte dentro de un rato.
El tono del teléfono sustituyó a la voz. __________(Tn) se quedó mirando el aparato, horrorizada.
¿Cómo sabía él que ella había abierto la puerta y recogido el sobre? ¿Es que estaba en aquella misma habitación y la observaba a través de la cámara de un móvil? «¡Dios bendito!, a lo mejor debería llamar a la policía.»
__________(Tn) atravesó la habitación tambaleándose hasta dar con una silla en la que se dejó caer. Si llamaba a la policía, ¿qué les diría? No, debía pensárselo primero. Tenía que sacar el maldito telescopio del balcón. Necesitaba... un trago. Se levantó y fue hasta el pequeño carrito metálico y de cristal que hacía las veces de mueble bar . Cogió la primera botella que encontró: Baileys irlandés.
Con la bebida en una mano y el sobre en la otra, fue hasta la cocina a por un vaso. Vertió en él, temblorosa, la crema de whisky y fijó la mirada en el sobre, que había depositado en la encimera de mármol; era de aspecto normal, tamaño folio, y traía una sola solapilla. No había nada escrito en él, ni siquiera su nombre.
Después de haberle dado un buen sorbo al Baileys, abrió el sobre, del que cayeron, de repente, unas fotografías sujetas con una goma elástica. __________(Tn) las recogió del suelo, quitó la goma y fue pasando las fotos una a una al tiempo que aumentaba su irritación: eran imágenes de su balcón, que alguien había tomado con un teleobjetivo y ajustando la exposición a una luz de baja intensidad. Quien estuviera tras la cámara se había situado en alguna parte al otro lado de la calle y por encima del sexto piso, porque las había disparado desde arriba.
En todas las instantáneas aparecían claramente __________(Tn) y el telescopio. A ella se la veía
mirando entre las cortinas, sacando el instrumento al balcón o ajustando las lentes, y resultaba bastante obvio que no apuntaba a la noche estrellada porque el tubo estaba en posición casi paralela al suelo. Horrorizada, se vio en imágenes en las que se tocaba el pecho mientras espiaba e incluso (¡madre mía!) con las manos por dentro de los pantalones mientras se masturbaba. En su contrato había una cláusula de moralidad, de modo que, aun que no la detuvieran, aquellas fotos bastarían para que la despidieran e, incluso, le quitaran la licencia de trabajadora social.
__________(Tn) se levantó del taburete y corrió hacia el cuarto de baño. Llegó justo a tiempo para vomitar todo lo que tenía en el estómago. Aturdida por las náuseas, se arrodilló sobre la taza del inodoro... Y después dicen que los copazos calman los nervios.
El teléfono volvió a sonar mientras __________(Tn) se lavaba la cara. Esta vez no se lo pensó dos veces. Caminó directa al aparato y lo descolgó:
-¿Qué es lo que quiere? -preguntó con un gruñido.
-__________(Tn), __________(Tn) ... -respondió la voz en tono reprobatorio-, parece que estás enfadada. Ahora ya sabes cómo van a sentirse tus víctimas cuando se enteren de lo que has estado haciendo, de cómo has invadido su intimidad...
-Le he preguntado qué es lo que quiere -lo interrumpió __________(Tn).
-Justicia, ya te lo he dicho -la voz se volvió seria-. Hay algo para ti en la portería. Ve a buscarlo. Volveré a llamarte dentro de veinte minutos.
-No pienso ir a ningún... -antes de que hubiera acabado la frase, el desconocido ya había colgado.
__________(Tn) permaneció inmóvil durante casi cinco minutos. Luego salió al balcón y recogió el telescopio, que acabó guardando en el armario de su dormitorio. Después se lavó los dientes para eliminar el mal sabor de boca que aún notaba y se miró al espejo. Su rostro, habitualmente pálido,
aparecía ahora absolutamente blanco. El sudor le resbalaba por la frente y le temblaban las manos.
Cuando ya no le quedaban razones para posponerlo más, llamó a la portería y preguntó si había llegado algo para ella. Russell, el vigilante nocturno, le respondió que sí.
Incapaz de soportar la tensión un segundo más, cogió las llaves, salió del apartamento y
cerró la puerta con cuidado. El ligero movimiento del ascensor le produjo de nuevo náuseas, así
que tragó saliva y pasó lo que quedaba del trayecto tratando de hacer ejercicios de respiración.
Russell la recibió con una amplia sonrisa y dos cajas, ambas envueltas en papel marrón: una era grande y cuadrada, mientras que la otra era alargada y más bajita. __________(Tn) trató de parecer natural:
-Hola, Russell. ¿Cuál de estas cajas es la mía?
-Buenos días, señora ____________(Ta) -contestó el hombre con una mueca. Russell era el primer vigilante que __________(Tn) había conocido al mudarse al edificio hacía unos seis meses. Era amable, de mediana edad y siempre dispuesto a ayudar a los inquilinos-. Estaba a punto de llamarla cuando lo ha hecho usted. Debe de estar adelantándose la Navidad: las dos cajas son para usted.
-¿Las dos? -respondió ella con un gritito y los ojos fijos en las tapas de las cajas.
Efectivamente, en cada envoltorio aparecía escrito __________(Tn) __________(Ta) en mayúsculas-.
-¿Te has fijado en quién las ha entregado?
-Pues no. Estaba ayudando al señor Caruthers, del tercero, a subir la compra. Cuando he vuelto, ya estaban aquí. Hay una que pesa bastante.
__________(Tn) trató de levantarlas. La bajita era más ligera, pero la otra, la grande, pesaba por lo menos seis kilos.
-Muchas gracias, Russell, creo que podré arreglármelas.
-Bueno, pero déjeme al menos acercarle la grande hasta el ascensor.
__________(Tn) aceptó, ansiosa por llegar arriba lo antes posible.
Ya en el sexto, cargó con las cajas hasta su casa y, una vez dentro y a salvo, las dejó en el suelo para observarlas un rato. Contuvieran lo que contuvieran, no podía ser nada bueno.
Decidió empezar por la bajita. Cogió de la cocina un cuchillo afilado y cortó la cinta adhesiva que envolvía el paquete. Mientras lo hacía, se le ocurrió pensar en las huellas dactilares. Por si al final se animaba a llamar a la policía, debía procurar conservar las que hubiera en la caja y no
dejar las suyas, de modo que apartó el cuchillo, volvió a la cocina y se hizo con un par de guantes de látex, de los de la limpieza. Ya con ellos enfundados, acabó de quitar el papel de embalaje.
La caja que apareció era blanca y de cartón, y llevaba un mensaje escrito que rezaba: «Abre la otra
caja primero.»
Para entonces, __________(Tn) se sentía tan descontrolada que no pudo contenerse:
-¡Deja de decirme lo que tengo que hacer! -empezó a gritar.
Aunque la frustración había conseguido que se le saltaran las lágrimas, acabó obedeciendo y dirigió la atención al segundo paquete, que también traía una nota: «Buena chica, ábreme a mí primero.»
-Hijo de.....-masculló __________(Tn).
Temblorosa, retiró la cinta adhesiva y abrió las tapas. Dentro había varios objetos cuidadosamente envueltos en papel de burbujas. __________(Tn) tomó el primero y empezó a romper las capas protectoras.
-¡Dios! ¡No!
Se trataba de una cámara de vídeo. Venía acompañada de una serie de complementos, así como de un libro de instrucciones. Había también un teléfono fijo con unos botones bastante
poco corrientes.
__________(Tn) se quedó atemorizada ante la serie de ideas que le surgieron asociadas a la cámara. No tenía ninguna intención de actuar para aquel cabrón enfermo. Ya tenía bastante con las fotos; si además le daba vídeos, jamás se libraría de él.
Debería llamar a la policía o quizá a alguno de sus hermanos. Puede que si contaba toda la verdad la ayudaran a encontrar a aquel tarado y a expulsarlo de su vida.
Sus pensamientos se vieron interrumpidos una vez más por el sonido del teléfono. __________(Tn) lo descolgó:
-¿Quién eres? -preguntó casi chillando.
-Puedes llamarme Justiciero -respondió la voz-, porque eso es lo que voy a obtener: justicia. Justicia para todas aquellas personas a las que has explotado. ¿Has abierto ya las dos
cajas?
-Sólo he visto la cámara y el teléfono. No pienso...
-Harás exactamente lo que yo te diga -la cortó él con brusquedad-; si no, tendrás a la policía en tu casa en quince minutos. Abre la otra caja.
__________(Tn) cerró la boca con tanta fuerza que se oyó el chasquido de los dientes al chocar. Se colocó el auricular del teléfono en el hombro y cogió la caja más pequeña. Al abrir las tapas, apareció un montón de papel blanco que retiró para hacerse con el objeto que encontró más arriba: Era un....