Con los pechos aún en las manos, ella los levantó para frotarse los pezones con los pulgares.
—¿Te gusta ver cómo me toco?
Liam movió la silla para colocarse justo enfrente de ______, a unos centímetros de distancia.
—Quítate el jersey.
______ miró alrededor. El edificio en el que estaban era el más alto de todos los que había por la zona y el centro de Dallas quedaba a varios kilómetros de distancia. Desde allí no podía saber, ni le importaba, si algún miembro del personal de limpieza de algún lejano rascacielos o alguien que se hubiera quedado trabajando hasta tarde en el despacho podía verlos. Se humedeció los labios.
—Asegúrate de que la puerta de la terraza está cerrada con llave.
—Vamos, nena, no te preocupes por eso —rogó Liam mientras se pasaba las palmas de las manos por los vaqueros, como si estuviera secándoselas.
«Está sudando. Sí que lo he excitado, sí.» ______ cayó en la cuenta de que lo de no cerrar la puerta aumentaba las posibilidades de que los pillaran y aquel lio hacía que aumentara su excitación.
—Voy a quedarme helada —argumentó, más por prolongar la espera que por discutir.
—Yo te calentaré, cielo, te lo prometo.
______ tomó el jersey por la parte de abajo y tiró él hasta sacárselo.
—¡Dios! —rugió Liam al ver sus pechos desnudos, al tiempo que estiraba las piernas.
______ se fijó en los músculos que se tensaban bajo los pantalones. Estaba cada vez más empalmado y la po.lla presionaba contra la tela.
—Te toca, vaquero. Bájate la cremallera —exigió, al dejar el jersey encima de la mesa.
El viento fresco de la noche le endureció los pezones, cada vez más arrugados.
Él trató de bajarse la cremallera con torpeza mientras ______ se desabrochaba los primeros botones de los pantalones.
—Dime qué es lo que sientes ahora, Liam.
—Siento que lo que tienes que hacer es abrir las piernas, nena.
—No, eso es lo que estás pensando —corrigió—. Dime lo que sientes —y para animarlo, separó los muslos.
—Siento que me gustaría ver cómo te tocas —rectificó él mientras elevaba las caderas para liberarse la po.lla, aún prisionera en la bragueta. El miembro apareció como un mástil, apuntando hacia ______, que se rió.
—No, Liam. Piensas que quieres ver cómo me toco. ¿Qué es lo que sientes?
—Joder, ______. Deja ya de hacer ejercicios de sociología y frótate el sexo para mí —bramó excitado.
Aquel tono de ofensa le resultó divertido a ______, que se metió la mano por la abertura de los pantalones. Se acarició el pubis y enseguida se sintió correspondida por una oleada de calor que la recorrió del vientre a la vagina. Aunque ya había oído a Liam masturbándose durante las conversaciones sexuales por teléfono, era la primera vez que lo veía empuñarse la po.lla y sacudírsela a ritmo lento. Verlo con la mano alrededor del miembro hizo que se excitara más.
—¿Qué es lo que sientes tú, ______? —preguntó Liam ahora.
—Me siento caliente, y sexy, y encantada de haber metido el bote de nata montada en la cesta —respondió. Se encontró el clítoris con los dedos: el pequeño órgano ya estaba tenso.
—¿Nata montada? —a Liam le brillaron los ojos—. Eres una chica mala —la regañó, mientras empezaba a mover la mano a un ritmo más rápido.
—Sí, pero soy tu chica mala.
Liam se humedeció los labios con la lengua.
—Me gustaría verte las tetas cubiertas de nata montada.
—Sólo si me las limpias a lametazos.
—Te lo juro. ¿Estás frotándote el clítoris?
—Aja —respondió extasiada—. Esto es un gustazo.
—¿Puedes correrte mientras te miro?
—No lo sé. A lo mejor.
Ver a Liam mirarla con los ojos ardientes aumentó su excitación y empezó a mover los dedos más rápido.
Ambos se provocaron el mismo deseo, las mismas ganas. ______ no sabía qué era lo que tenía Liam, pero aquel hombre, aquel poli, le llegaba muy hondo. Cerró los ojos y se dejó llevar por las sensaciones.
—Eso es, cielo —la animó Liam—. Córrete para mí, quiero ver cómo te corres para mí. Y —así de fácil— ______ alcanzó su orgasmo.