______ se despertó con dos ideas muy claras: una, tenía la pierna derecha enroscada en una peluda pierna de hombre, y dos, tenía unas ganas tremendas de ir al baño.
Levantó los párpados y se descubrió anclada a los ojos almendrados de Liam. Verlo le trajo a la memoria la noche anterior y la alegría la invadió de inmediato.
—Buenos días —saludó en un murmullo.
—Buenos días —respondió él—. Ahora que te has despertado, me voy al baño.
—¿Has estado esperándome para levantarte? —______ esbozó una sonrisa—. Vaya, lo siento.
—No lo sientas —contestó con un gesto—. Me gusta verte dormir y no quería molestarte —la besó en la frente antes de deshacer el nudo de sus piernas y se incorporó—, a pesar de lo cual, ya que me lo permites, necesito ir a cambiar el agua al canario.
______ ignoró la presión de su propia vejiga para poder disfrutar de la visión de Liam mientras cruzaba la habitación completamente desnudo. Tenía uno de los mejores culos que había visto en su vida. Cuando él cerró la puerta del baño tras su excelente trasero, ______ miró la hora —las nueve y media— y saltó de la cama para atender, ella también, a la llamada de la naturaleza.
El aseo de la entrada no estaba tan ordenado como solía. El albornoz, el vestido negro y las toallas que Liam había empleado para secarse la noche anterior seguían esparcidos por el suelo, de modo que se vio obligada a sortearlos para acceder al inodoro. En cualquier caso, el susto que se había dado al encontrar aquel desorden no fue nada en comparación con la sorpresa que se llevó al observar su reflejo en el espejo. Atónita, descubrió a una mujer desnuda y sexy que la miraba desde el otro lado, con el cabello despeinado, los labios hinchados, varios chupetones en el cuello y en el pecho, y, más importante aún, con una magnífica expresión de satisfacción y de felicidad.
Por primera vez en dos años se sintió una mujer hermosa.
Oyó a Liam moverse por la casa y se apresuró para terminar. Después de lavarse las manos y la cara, se puso el albornoz y salió para ver dónde estaba su amante. Lo encontró en la cocina preparando el café. Se había puesto los vaqueros, aunque seguía descalzo y con el torso desnudo.
—Oye, guapísima, dime qué tienes de comer.
—Puedo preparar algo de fruta fresca y unas tostadas —se ofreció.
—Estupendo. Sólo quiero calmar el apetito, si quieres luego podemos salir a comer de verdad —propuso mientras sacaba dos tazas del armario.
______ casi suspiró de lo contenta que estaba. ¡Liam se quedaba! Abrió la nevera en busca de las uvas, las naranjas y las manzanas, con la esperanza de que no se hubieran estropeado.
Mientras las troceaba sonó el teléfono. Fue a cogerlo, pero se detuvo, dudosa, cuando ya tenía la mano sobre el auricular.
—¿Qué pasa? —quiso saber él.
—A lo mejor es mi madre. Creo que voy a dejar que salte el contestador.
Después del cuarto tono y de su mensaje se oyó una voz de mujer:
—______, soy Annie, del bar.
Cogió el teléfono enseguida.
—Hola, Annie, ¿qué hay?
—Hola. Mira, me ha dicho Pete que te llame. Yo le he dicho que no fuera tonto, pero ha insistido en que te lo contara… —la voz se fue apagando.
—¿Que me contaras qué? —______ se colocó el teléfono en el hombro para seguir troceando la manzana.
—La otra noche estuvo aquí ese señor mayor tan rico y preguntó por ti. Seguramente lo viste tú también, te cruzaste con él al salir del bar.
A ______ se le cayó el cuchillo al suelo. Liam, que estaba poniendo la mesa, la miró.
—¿Qué pasa?
—¿Y qué le has contado? —la voz de ______ se convirtió en un susurro y el miedo le contrajo la garganta. Liam se acercó a ella con el ceño fruncido.
—Yo no le conté nada, claro, fue el imbécil de Dennis el que no supo mantener el pico cerrado. —______ cerró los ojos y se quedó esperando. Sabía que Annie no había acabado de hablar aún—. Le dijo cómo te llamabas, el nombre sólo, y le explicó que vivías por la zona.
Entonces Pete intervino para que se callara.
—Menos mal. ¿Y Abruzzi les comentó por qué quería saberlo?