Hubo una pausa mientras él abría un preservativo. Se lo puso, se subió al sofá y se colocó encima de ______. Luego acercó la po.lla a los pliegues para invitar a la hendidura a que se abriera.
Ella se retorció enseguida para ayudarlo. En cuanto Liam introdujo el pene en la humedad de su hendidura, ambos rugieron de placer. Ella recorrió con sus manos su musculosa espalda hasta que alcanzó las nalgas que recogió y estrujó.
La reacción de Liam fue inmediata: se retiró un poco y enseguida volvió a embestirla con toda su fuerza para marcar el ritmo. El sonido acompasado del chapoteo de flujos se oía sin dificultad. A ______ le resbalaba el sudor por las caderas y los muslos. Se olía el aroma de su pasión. Aceleró el movimiento de sus caderas contra las de Liam, con la esperanza de liberarse por fin.
Él, concentrado en el ritmo de sus movimientos, resollaba sobre ella.
—¡Dios, ______! ¡Cómo me gusta follarte!
Con cada empellón, ella notaba el golpeteo de sus testículos contra su cuerpo. En un minuto, estaba ya a punto de llegar al precipicio, y al cabo de otro, ya estaba saltando al vacío. Sintió apenas que el cuerpo de Liam se tensaba al llenarla. Los músculos del sexo se contrajeron para apresar su miembro y exprimir todo el semen que derramaba.
A continuación, ambos se desplomaron como una masa debilitada que resoplaba sin fuelle al recuperarse. Y así descansaron durante unos minutos. ______ le acarició la frente peinándole hacia atrás los rizos humedecidos. Liam abrió los ojos y sonrió.
—Te doy un dólar si me dices lo que te pasa ahora por la mente.
—Sólo pensaba en lo rápido que cambian las cosas. Hace sólo dos días, tú y yo ni siquiera nos conocíamos. Y, ahora, míranos.
—Bueno, yo sí que te conocía. Llevo un par de semanas siguiéndote, observándote y pensando en ti.
—¿De verdad?
______ apoyó la cabeza en un codo, sorprendida. Nunca habría pensado que él pudiera haber estado tanto tiempo vigilándola.
—Claro. Me he acostado cada noche pensando en ti. Quería saber quién eras y lo que pensabas.
______ le acarició la mejilla.
—Estaba deseando que apareciera alguien como tú. —Liam se volvió para besarle la palma de la mano.
—Bueno, y ahora que ya me tienes, ¿qué quieres hacer conmigo?
—De todo.
Liam sonrió con la mirada encandilada.
—De todo es algo muy amplio. Yo pensé que empezaríamos por tus fantasías y que seguiríamos a partir de ahí.
______ le recorrió la comisura de los labios con el dedo índice.
—¿Y tus fantasías? No haces más que preguntarme por las mías y tú aún no me has contado las tuyas.
Él sonrió con pereza.
—Ya viste algo de mis fantasías ayer por la noche en el balcón.
______ ladeó la cabeza y se quedó mirándolo burlona.
—¿Que te hiciera una mamada?
Liam negó con un gesto.
—No, que me la hicieras en público.
En cuanto ______ procesó lo que acababa de escuchar, se incorporó para sentarse.
—A ver si lo pillo. ¿Tienes fantasías sobre follar en lugares públicos?
—Soy un enfermo, ¿verdad? —reconoció.
—¡ Y tanto! —respondió ella entre risas—. ¿Y eso?
Él se encogió de hombros.
—Siempre me han gustado las descargas de adrenalina. Por eso me alisté y por eso cuando acabé la carrera militar, me hice policía. La mayoría de los policías de la Brigada de Crimen Organizado son como yo