La voz de Justiciero interrumpió sus pensamientos.
-¿Estás bien, __________(TA)?
Ella seguía tratando de recuperar el aliento.
-Aja -respondió en un suspiro.
Todavía se sentía sacudida por las réplicas de aquella explosión.
-Cielo, ha sido genial. Y esto sólo acaba de empezar para nosotros.
«Para nosotros.» Las dos palabras quedaron flotando en el silencio que se hizo entre ellos. La difusa luminiscencia fue desvaneciéndose para __________(TN) mientras la realidad iba aposentándose lentamente. ¿Para «nosotros»? Ni siquiera sabía cómo se llamaba aquel hombre, ni tampoco podría reconocerlo por la calle. Y, además, estaba chantajeándola.
Los fluidos empezaron a resbalarle del sexo cuando se incorporó y se levantó del sofá. Fue hasta el cuarto de baño tambaleándose y con la mano derecha aún sujetando el consolador, que seguía encajado.
-Háblame, __________(TA) -pidió Justiciero con una voz que perdía la candidez y se afilaba.
Se metió en la bañera y se extrajo el pene de goma de entre las piernas. Al retirarlo, una sensación de pérdida la invadió. La superficie exterior del falso falo estaba cubierta de flujos
genitales, así que, una vez estuvo completamente fuera, lo dejó caer al agua.
La hendidura le goteaba aún, de modo que se hizo con una toalla para secarse.
-__________(TA), ¿dónde estás?
Ella dirigió la mirada al cuarto de estar, hacia el lugar del que provenía la voz de Justiciero.
Luego salió de la bañera y se cubrió con el albornoz que había colgado del gancho de detrás de la puerta. Con el cinturón de la prenda ya abrochado a la cintura, se sintió mejor, menos
avergonzada.
-¡__________(TA) ! -insistió Justiciero .
-Estoy aquí -respondió ella de camino al cuarto de estar.
-¿Qué pasa, cielo? Te ha gustado. Sé que te ha gustado.
-Sí, maldita sea. Ése es el problema.
-¿Cuál es el problema, nena?
El hecho de que siempre empleara apelativos cariñosos la irritaba.
-No soy tu nena, Justiciero . Soy tu víctima. ¿Qué es lo que quieres?
Dejó que transcurriera un momento de silencio antes de explicar:
-Acabamos de compartir algo estupendo y ahora estás cabreada por eso, ¿no?
__________(TN) notó la calidez del rubor que la cubrió del cuello a los pómulos.
-Yo no he dicho eso.
-Entonces, ¿qué estás diciendo, __________(TN)? -inquirió él en un tono frío.
Había usado el nombre odiado y aquello la dejó destrozada. Todos los gestos y miradas de reprobación que había recibido a lo largo de su vida habían ido acompañados de aquel
«__________(TN)».
-No sé qué es lo que quieres de mí -contestó desconsolada-; me das miedo.
La voz de Justiciero se dulcificó.
-No tienes que tenerme miedo, preciosa. Nunca haría nada que te hiriera. ¿Te hecho daño hasta ahora?
-No -musitó.