Prefacio

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Giré con más fuerza en el aire mientras sentía la corriente del viento norte atezar mis alas. Amo esta sensación.

Divisé a la distancia la universidad de Yale. Impotente. Me gustaba esa Universidad, siempre había grandes amores correspondidos en sus aulas. Y al parecer, según la lista en mi mano, hoy no sería la excepción.

Aterricé a unas cuantas calles desapareciendo mi existencia mitológica de los demás mortales. Ser un Dios de antaño tenía tanto sus ventajas como desventajas.

Caminé sin prisa observando mi reflejo en las ventanas de los edificios. A mi parecer fácilmente pasaría como un joven normal, bueno descartando las alas y la belleza sobrehumana, pero a fin de cuentas normal.

La entrada y el campus se encontraban repletos de alumnos, miré el papel negro impoluto en mi mano. El rostro de una castaña comenzó a aparecer en él desentrañando el nombre de la siguiente víctima del amor. Sara Black.

La encontré en el salón comedor, no estaba sola, pero ya divagaba de la conversación que mantenía con otra chica mientras esporádicamente observaba a un chico rubio a dos mesas de ellas. Una sonrisa tiró de mis labios.

Me erguí y tomé la mejor posición para apuntar a su corazón y me oculté para el mundo normal.

La flecha y arco tan característicos de mi ser no tardaron en aparecer. El bloqueo de mis vestiduras normales se resquebrajó y mis alas dieron aparición.

Disparé sin más.

La flecha desapareció a 10 centímetros de ella, volviéndose bruma que atravesó su corazón. El comienzo de su amor nació. Y su destino se entrelazó al de él junto a la segunda flecha que disparé.

Volví a mi apariencia normal y me giré dispuesto a salir de allí. Grandes ojos verdes fue lo que me encontré. Fijos en mí. 


CupidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora