Encuentro 3 (Parte III)-.

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Encuentro 3 (Parte III) -.

La pillo desprevenida cuando la tomo de la mano para llevarla a un lugar menos transitado. Ignoro el calor abrazante que sube con mi brazo al momento en que nuestras pieles se tocaron.

Contrólate Eros, ¿Qué sucede contigo?

—¡Wow! Pensé que jamás podría tocar a alguno de los tuyos —ignoro su comentario y sigo caminando a grandes zancadas, ella prácticamente trota tras de mí—. ¿Todos son tan jodidamente calientes?

Mi mano deja de tocar su piel y siento como un calor me abraza la cara. Bufé, pero seguí caminando. No pasó nada de tiempo hasta que sentí como ella me seguía el paso. La observé por sobre mi hombro. Aparte de su cabello negro y sus curiosos ojos verdes tenía unas largas piernas cubiertas de unos jeans ajustados a un redondo trasero. Muy lindo si me lo preguntan.

Me siento en el pasto, en uno de los patios más apartado de la universidad. Cruzo mis piernas y me apoyo en un tronco de un Sicomoro, mis brazos se apoyan en el costado de mis rodillas. La chica se posiciona frente a mí, dobla sus rodillas hacia su pecho y me mira como si fuera... ¿Comida?

¿Comida? ¿Es enserio? Estás peor que una cabra, amigo.

—¿Cómo te llamas? —mi pregunta aparece como un cuchillo afilado cortando la extraña incertidumbre. Enarco una ceja esperando su respuesta.

—Becca... es decir Rebecca. Rebecca Hunter, pero puedes llamarme Becca.

¿Qué es este extraño instinto de conocerla? ¡Nos hemos visto 3 veces!.

—Bien, Rebecca —me muerdo la lengua al no poder pronunciar el mote que ha mencionado antes—. Puedes decirme ¿Qué es exactamente lo que has visto?

—Si te refieres a los seres de belleza descomunal con el toque egocéntrico que nadie recuerda luego de haberlos visto... pues, he visto de a montones —la respuesta era lo que me esperaba, aunque de igual manera me desconcierta un poco ¿Ha visto más dioses? Baja la vista de sus ojos a sus manos.

»Siempre, los he visto, desde que era pequeña. Pero siempre desaparecían cuando me acercaba o intentaba hablarles. Siempre evitan el contacto visual conmigo; o cuando lo hacen; es una mirada fría y asesina. Sobre todo esa mujer rubia y pechugona que siempre lleva una manzana dorada —Eris—. Por ello, dejé de acercármeles hace algunos años. No es fácil vivir siendo llamada loca ¿sabes?

Mis pulsaciones aceleradas se calman a medida que me va relatando su historia. Es triste que algunos Dioses sean tan... Dioses con los humanos. Jamás en el Olimpo han comentado nada de lo que ella me está diciendo. Ninguno ha dado aviso de que existe alguien como Becca.

—Pero... tú eres diferente —Su vista vuelve a la mía y su cabeza se inclina hacia la izquierda. El cabello cae en desordenadas ondas por el suéter que lleva hoy—. No me miras con odio o frialdad. Y no huyes. Bueno, si huiste las dos primeras veces, pero ahora no. Además, eres el primero al que le veo alas.

Una risilla escapa de su boca. Y me mira nuevamente, analizándome. Un cosquilleo se apodera de mi nuca. Me obligo a no apartar la vista de sus ojos. Un sentimiento los nubla y de repente me observa con más seriedad.

—¿Qué eres?


CupidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora