España-.

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España-.

—Wow, mis piernas no paran de temblar ¡Fue increíble, joder! —veo como Becca tambalea un poco al momento que sale de mis brazos, siempre con su fino vocabulario—. Había olvidado el cambio de clima, aquí hace calor.

Lleva sus manos a los grandes botones de su abrigo amarillo. El recuerdo de nuestro vuelo me impacta e inunda mis pensamientos. Su cabeza cubierta con el casco oculta en el hueco de mi cuello, el gritillo que dio al despegar del suelo, el calor que su cuerpo le daba a mi pecho desnudo, mis brazos firmes alrededor de su cintura, sus piernas aferradas a mi cadera...

Paso mi mano por mi cabello en un intento de borrar esos recuerdos, por ahora.

—¿Dónde hay que ir?

La voz de Rebecca me hizo recordar que no he dicho nada desde que "aterrizamos" en la plaza Cataluña, España. Bajo el abrigo había un simple sweater gris con cuello redondo. Hice aparecer el papel que decía los datos del jodido George Hamilton.

Ya se te está pegando lo bocazas.

—La cafetería Hard Rock, que está cerca de aquí.

Caminamos por el lugar, no hay que decir que Becca estaba encantada. Me gustaba verla así, saltando y abriendo los ojos con asombro, se me hacía..., linda.

...

El tal George Hamilton resultó ser lo que menos me esperaba. Enserio, llevo milenios en esto. En otras ocasiones siempre estos casos se los asignaban a mamá. Dioses.

George era un niño. Sí, un niño de no más de 10 años que ahora, gracias a mí y a su destino, se ha encaprichado con su primer amor; una mesera del triple de su edad.

Al momento de entrar a la cafetería no fue difícil hallarlo, era muy obvio a decir verdad. Me posicioné pocos metros lejos de él. Becca no decía nada, estaba inusualmente callada. El arco apareció entre mis brazos, sus ojos se ampliaron. Mi flecha no falló.

—¿Así es como funciona? —su brazo rozaba el mío mientras caminábamos fuera de la cafetería. Mi forma y ropa había vuelto a ser la que los mortales comunes podían ver—. Te preparas, apuntas, lanzas y ¡Pum! ¿Se enamoran de lo primero que ven?

—Algo así —caminó más deprisa que yo y se giró a verme, sus piernas se entrecruzaban a la altura de sus tobillos mientras caminaba de espaldas—. Yo no genero el amor, todos los sentimientos los genera la misma persona, la flecha sólo acentúa tal sentimiento, para que pueda ser llamado amor.

—¿Sólo le puedes disparar a alguien una pura vez en toda su vida? —me sorprende la habilidad que tiene para no chocar con la gente.

—No. Bueno, depende. Hay distintos tipos de amor, una flecha por cada uno, dependiendo de la clase de sentimiento y de lo que las Parcas decidan por él, es el tipo de flecha que le designa el destino. Puedes recibir muchas flechas de distintas fuerzas toda tu vida, pero la más poderosa, la conocida como el Amor de tu vida esa solo se recibe una vez.

Rebecca enmudeció y su caminata hacia atrás se detuvo. Entrecruzó sus brazos a su espalda y me observó con sus ojos titilantes. Su cabeza se inclinó mientras inclinaba su cabeza hacia la izquierda. Sé que quizá nos hayamos visto cuánto ¿Tres veces?... pero sabía que quería preguntarme algo. ¿Cómo lo sé? Ni idea.

—¿Tú me has disparado esa flecha a mí?

CupidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora