Encuentro 4 -.

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Encuentro 4-.

Soy un Dios. Mi nombre es Eros y los humanos me conocen como Cupido; Dios de la atracción sexual, el amor y el sexo, venerado también como un dios de la fertilidad.

Eso es lo que me hubiera gustado haberle dicho. Créanme. Pero las llamadas del Olimpo nadie puede ignorarlas ¡¿A quién se le ocurre hacer una reunión justo en ese momento!?

Oh sí, al mismísimo Zeus.

Peero, no me fui sin más. Mis instintos algo ya me decían, y antes de desaparecer la cité para hablarnos nuevamente. Bueno, quizá gritarle una hora y dirección mientras mi presencia desaparecía frente a sus ojos no puede considerarse una cita. Quizá.

Y ahora, heme aquí. Esperando en un poco concurrido café se Connecticut a media hora antes de lo "acordado" ¿Me habrá escuchado bien? ¿Y si ya no quiere hablar? Rayos, ni siquiera me puse a pensar en que si conocía este lugar.

Los nervios me carcomen. Jamás hice algo así en todos mis milenios. Soy el Dios del amor y esas cosas... pero, ¿Me creerían si les digo que no sé qué es? Jamás lo he experimentado, y si no fuera por las ninfas de mi madre creo que incluso seguiría virgen.

La mesera me trae el Latte que le pedí hace 3 minutos con 45 segundos. El frío estaba comenzando a hacerse presente.

La campanilla de la tienda sonó y levanté la mirada automáticamente. Una señora de edad estaba peleando con la puerta intentando abrirla. Me levanté de mi asiento y la ayudé. Sus ojos brillaron en cuanto me vieron, no supe por qué. Faltaban aún 23 minutos.

Un latte y dos donas glaseadas después la campanilla sonó. Allí se encontraba ella, un vaho se escapó de su boca mientras entraba. Su respiración era irregular y se notaba cansada. Sus ojos repararon en mi persona.

—¿Sabes lo difícil que es encontrar éste café? Jamás había estado por este sector de la ciudad —se sienta en frente de mi mientras se saca su abrigo amarillo y lo coloca en la espalda de la silla —. Tú, me debes unas respuestas...

Su frase queda en el aire al percatarse y hacerme notar que ni mi nombre conoce. Esta será una larga charla.

—Eros. Mi nombre, es Eros.

Su cabeza se inclina hacia la izquierda.

—¿Cómo el Dios griego? —su pregunta me toma por sorpresa.

Realmente no esperaba que supiera de mí. Creí que a estas alturas la humanidad ya se había olvidado de nosotros, o meramente nos habíamos vuelto simples mitos.

Quizá después de todo esto no tarde demasiado. Pero... ¿Qué rayos se supone que diga ahora? Una revelación se apodera de mí ante el pensamiento de que ya no sé qué decir. Mis dedos comienzan a entrecruzarse.

—Eee sí, como el Dios griego.

El silencio se apodera de nosotros. Madre mía ¿qué digo?

La mesera se acerca por su lado y me salva el pellejo. Miro los labios de Rebecca mientras se mueven al compás de las palabras que dice. Y cuando termina se vuelve nuevamente hacia mí con una sonrisa. Mierda.

—¿Me creerías si te digo que soy Cupido?

CupidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora