Capítulo tres

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Los bipidos mecánicos de la máquina para estudiar los signos vitales de una persona, constaban por dos chupones diminutos y dos delgados cables, estaban conectados al bombeante corazón del accidentado. Era un "bip" ya cansador, que podías escucharlo retumbar en tu cabeza, ir a los servicios y seguir con ese latoso ruido.

KyungSoo estaba inconsciente hace doce horas, respirando pausadamente una y otra vez. Su pecho subía y bajaba cada dos segundos... era algo hipnotizante.

Irene estaba a su lado, sentada en la parte inferior de la camilla, viendo como el castaño estaba plácidamente absorto del mundo real.

— ¿Qué haré contigo, KyungSoo? — preguntó al aire, lanzando un largo suspiro —Hasta ahora no entiendo porqué cambiaste tanto...

Haciendo uso de la poca energía que poseía, materializó su índice y palpó el dorso de la mano de KyungSoo. Subió un poco más y acarició las venas delgadas de la muñeca del chico, sintiendo como la sangre corría a través de él. La pelinegra por un momento añoró eso, sentirse viva.

Como si fuese un interruptor que acabasen de encender, el bajito comenzó a mover, primero, tortuosamente sus dedos, luego la mano completa y seguidamente movió sus órbitas; a través de su párpado se podía observar como su pupila viajaba de rincón a rincón.

Con pesadumbre abrió los ojos, los tenía casi entrecerrados por el sueño profundo. Parpadeó numerosas veces.

Lo primero en que pensó el castaño, era que tenía una maldita sed, sentía sus labios secos y su garganta pedía a gritos beber algún líquido. Después observó su entorno, ese cuarto blanco que a pesar de tener un color que reflejaba lo inmaculado era a la vez algo tan terrorífico. Los hospitales asustaban a KyungSoo. Abriendo de sobremanera los ojos, miró su cuerpo, estaba cubierto por esas típicas frazadas de las salas de emergencias y su brazo derecho estaba inyectado a una bolsa transparente, que para la mente de castaño parecía una bolsa llena de agua de grifo. Su dedo índice izquierdo estaba apretado por alguna cosa extraña y en su pecho tenía algo que no podía visualizar.

Cuando resonó el "bip" dio un sobresalto en la camilla de una plaza.

Y al fin miró a la persona que estaba en sus pies.

— ¿Cómo te sientes?

La desconocida le brindó una amable sonrisa. Eran de esos gestos que las personas querían transmitir un "confía en mí". KyungSoo tragó la poca saliva que tenía.

Volvió a parpadear sin poderlo creer y con una voz gangosa y pesada, habló con dificultad — ¿Y..ya me...morí?

Irene se sorprendió por tal absurda pregunta, hasta en cierta forma fue infantil, seguro era la culpa de esos sueros. Negó amicalmente.

—Claro que no ¿Por qué dices eso?

Levantó un poco su brazo izquierdo y vislumbró su índice enganchado a esa inusual máquina. La señaló directamente y luego el aire que la rodeaba.

—Eres muy brillante... demasiado...

La casi ángel alzó la comisura de sus labios.

—Lo sé, mi mamá siempre decía que he tenido una aura llamativa — comentó orgullosa —, pero no estás muerto... — se preparó mentalmente el discurso que ya había practicado horas atrás —. Yo...

El diálogo fue interrumpido abruptamente. Entraron a la escena una enfermera y un doctor relativamente joven, tendría unos treinta y tantos; con rapidez la mujer mayor fue a la máquina "bip" como la había bautizado la pelinegra, mientras que el hombre con una linterna minúscula arrasó de frente a los ojos.

Por las alas del Ángel [KaiSoo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora