Capítulo once

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El rostro de JongIn estaba estoico, parecía que la sangre le había dejado de fluir por el rostro, sus labios tensos y ojos brillosos eran un plus a su semblante impactado.

La confesión hizo que su corazón bombeara más rápido de lo normal y sintió una ansiedad creciente que lo hizo tragar grueso.

El rostro de KyungSoo pasó de la ira, a la normalidad y luego a la sorpresa, todo en tres segundos; por sus frases lanzadas en un momento colérico. Se mordió el labio inferior y sus mejillas se coloraron. Cuando el bajito estaba por pronunciar algo, lo que sea; el arquitecto optó por hacerse el tonto.

Se fue a su escritorio aparentando tranquilidad infinita, cuando sus sentimientos estaban hechos una maraña que crecía cada minuto más y más. KyungSoo era peligroso, debía alejarse.

***

Cuatro días habían transcurrido y las cosas entre ambos seguían relativamente igual. KyungSoo no sabía como acercarse, cuando daba un paso adelante, el moreno se alejaba tres. Se empeñaba en ignorarlo y que su relación fuera lo más estrictamente profesional posible.

KyungSoo levantó su vista y tratando de ser cauteloso, husmeo de reojo a JongIn, le gustaba contemplar su ceño fruncido producto de la concentración y como sacaba ligeramente la lengua, cuando estaba tecleando en el computador. Era algo digno de apreciar.

—Deja de mirarme y acaba con los siete planos del proyecto— aconsejó con su vista fija en el ordenador.

KyungSoo se percató que esa advertencia iba dirigida hacia él. Claramente se avergonzó, había sido descubierto in franganti.

—Son muchas cosas para corregir en un solo un día... — murmuró de forma inaudible, pero su jefe lo llegó a oír.

—Pues hoy día madrugaremos entonces, debemos acabar lo antes posible con todo esto si queremos avanzar.

KyungSoo observó a JongIn y éste al fin se dignó a devolverle la mirada por tres segundos. Luego, el arquitecto elevó su diestra haciéndole una mímica hacia los planos acumulados.

—Continúa.

Y el bajito así trató de hacerlo, lo que menos quería era tener una disputa verbal con el otro y que sus frustraciones se exteriorizaran. Su atención fue puesta en el trabajo, y dio un suspiro, pero el sonido de un lápiz cayendo contra el suelo lo sacó del ensimismamiento, volviendo sus ojos al frente.

Irene estaba detrás de JongIn, curioseando como el moreno hacía una especie de dibujos que no entendía nada.

KyungSoo abrió sus ojos, queriéndole exigir al espectro que se largue.

La pelinegra estaba haciendo muecas divertidas detrás del moreno, arrugando su rostro, haciendo monerías chistosas; después, como si fuera una niña, le comenzó hacer una especie de cachitos en la cabeza de JongIn, sacando una carcajada del castaño.

— ¿Ocurre algo? — preguntó el moreno con rostro confuso.

El bajito negó al instante —Nada... solo que recordé algo gracioso.

JongIn por algún motivo no le creyó.

*****

En la mesa diez habían hecho el pedido de tres platillos distintos de pasta, LuHan recién se estaba aprendiendo los nombres pero los diferenciaba por los colores de cada uno. Un compañero le estaba insistiendo que sería mejor que llevara dos platos en una bandeja y luego regresara por el último, ya que al ser pasta los encargos pesaban y se podía percibir que LuHan no tenía mucha masa muscular... pero el chino, terco como él solo, decidió llevar los tres de un porrazo para así evitarse las agotadoras idas y venidas.

Por las alas del Ángel [KaiSoo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora