Capítulo diez

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Los veinte segundos expiraron.

KyungSoo terminó de contabilizar los veinte segundos a ojos cerrados, no quería separarse del moreno, había anhelado tanto su fragancia y calidez. Todo de él. Pero se resignó, su tiempo de gozo había culminado.

Se separó del alto, cuando sus cuerpos ya no estuvieron en contacto, sintió un empujón en su espalda haciéndolo caer de lleno en el pecho de JongIn. Éste, lo sostuvo al instante por el torso para evitar que se cayera al suelo.

Cuando KyungSoo giró su rostro, sorprendido, Irene le sonreía radiantemente, removió sus dedos y se difuminó de la oficina.

Ahora, de vuelta a su realidad, el castaño estaba a pocos centímetros de los labios de su ex. Ambos se contemplaban los belfos sin cometer ninguna acción, miedosos se romper esa maravillosa burbuja que los encerraba. La piel de KyungSoo hormiguea cuando JongIn lanza un suspiro y su aliento hace contacto con la piel clara. El moreno, observaba esos labios tan cercanos, rememorando la textura, forma, color y... sabor. Pero JongIn recobró el sentido y se reincorpora, alejándose del más bajito, mirando a todos lados menos a él.

— ¿Ya estas mejor?

El ayudante asintió con una marcado rubor en las mejillas.

—Que bien, porque tenemos mucho trabajo que hacer.

JongIn huye hacia su escritorio, maldiciéndose mil veces por ser tan endeble, la carne era débil. Las palmas de sus manos estaban sudosas y su estómago se retorcía. De su cajón sacó varios planos enrollados y se los entregó a KyungSoo en sus manos de un porrazo.

—Necesito que los revises y me avises si encuentras alguna anomalía.

—Está bien.

Ambos volvieron a sus trabajos perdidos en sus pensamientos.

****

LuHan observaba extasiado el restaurante de cuatro tenedores. La fachada del lugar era completamente crema, habían mesas circulares afuera del recinto que cubrían a los comensales del sol con una sombrilla. Tenía el estilo de un restaurante europeo. Las personas cortaban la carne con un cuchillo, y ensartaban la ensalada con un tenedor más pequeño. "Bah, riquillos" pensó LuHan.

La especialidad de ese lugar eran las pastas. El rubio, que estaba acostumbrado a comer su pizza de una tienda de comida rápida, palparla con sus dedos y embarrarse la comisura de sus labios con la salsa roja; examinaba absorto como los clientes cortaban la pizza con tenedor y cuchillo, y luego, refinadamente, se limpiaban los contornos de la boca con un pañuelo y bebían un sorbo de vino añejo.

Que mundo era ese.

Pero bueno, era su primer día y no se iba a amilanar por atender a personas que estaban en una condición social más elevada que la suya.

Vestido como un camarero, con su pantalón entallado de vestir negro, un chaleco rojo con rayas verticales oscuras, y su cabello rubio engomado hacia atrás. Tomaba las órdenes de los clientes con una sonrisa impregnada en el rostro y varios asentimientos de cabeza, tratando de desprender la amabilidad debida. Una propina no le vendría mal.

Fue un medio día muy agitado, corriendo con los platos entre sus manos y anotando órdenes en su libreta. Ya le dolían las mejillas de tanto sonreír. Cuando al fin llegó la hora de su refrigerio, no perdió tiempo y se dirigió a la cocina que era inmensa, ahí había un pequeño juego de comedor, donde los trabajadores se turnaban para descansar. Se desparramó en la silla de madera y con otro compañero, que por su vestimenta, LuHan podía adivinar que también era camarero, comenzaron a ingerir pasta con salsa al Alfredo. Los fideos estaban al dente y la pasta jugosa, era delicioso; pero LuHan no dejaba de buscar al chico guapo que le había hecho la entrevista.

Por las alas del Ángel [KaiSoo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora