Capítulo ocho

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Irene y BoGum estaban en la terraza del edificio más alto de todo el mundo, el monstruo arquitectónico: Burj Khalifa, en Dubái. Ambos estaban sentados en el borde de la azotea, columpiando las piernas en esos 585 metros de altura, desafinado la gravedad. La vista desde ese lugar era asombrosa y envidiable. Alarmante para cualquier individuo, pero para esas dos almas sin cuerpo corporal, no tenían nada que temer, únicamente disfrutar del panorama.

BoGum examinaba con curiosidad la ajetreada ciudad de Dubái. Los árabes tenían otras costumbres, todo era diferente, hasta en qué dirección las personas manejaban sus coches. Quiso seguir disfrutando de su auto turismo al país más lujoso del Golfo Pérsico, pero la inquisidora mirada de Irene hacia él lo aturdía.

—Deja de mirarme y pregúntame tus dudas.

Si Irene hubiera seguido con vida, sus mejillas hubiesen enrojecido de un tierno rojizo al igual que la punta de sus orejas.

La mujer volvió su vista hacia la imagen de la magistral ciudad.

—Tengo muchas consultas.

—Pues... comienza.

La pelinegra cerró sus ojos y cuestionó.

— ¿Por qué LuHan puede verme?

Esa era la interrogante que la perseguía día y noche, y no la dejaba en paz.

El superior no quitaba la vista de en frente, siendo testigo de cómo un joven ayudó a una señorita para recoger los objetos de su bolsa que se había exparsido en el suelo, BoGum sabía que ambos terminarían casándose. Se encogió de hombros, quitándole importancia a la situación que no la dejaba en paz.

—Tal vez necesite tu ayuda.

—Él mismo me ha confirmado que n-

—LuHan no ve el futuro, Irene. Yo sí — la observó haciendo contacto con sus pupilas — Créeme que te va a necesitar, y muy pronto.

Está bien, esa conversación en vez de esclarecerle detalles, la estaba desconcertando mucho más.

— ¿No sería romper el "Trato"? Digo, ustedes me dijeron que solo debería ayudar a KyungSoo.

—No seas egoísta.

— ¡No soy egoísta! — se indignó — Sólo que... todo es inusual.

—Lo cotidiano es aburrido — por primera vez, BoGum dejó de ojear a la sociedad árabe para concentrarse en su discípula —, así que disfruta esta experiencia. Eres afortunada, muchas almas quisieran estar en tu lugar. Salirse del régimen, ya sabes.

—Lo sé... — elevó sus rodillas, rodeándolas con sus descubiertos brazos, enterrando su rostro en ellas —solo que hay muchas cosas que no entiendo y necesito respuestas.

—Uhm.

— ¿No me dirás nada?

BoGum sonrió.

— ¿Qué comes que adivinas?

Irene chasqueo la lengua. Hasta esa réplica era sarcástica, porque los de su clase ya no ingerían nada.

—Eres injusto.

—Al contrario, porque soy justo no ayudo a nadie. Solo puedo dar pistas. Huellas claves...

La bajita puso en blanco los ojos.

Irene contempló el vacío que estaba frente a sus ojos, concentrándose en la variedad de ruidos que azotaba su sentido. El tráfico y por ende los chillidos de los claxón, personas charlando animadamete, otros comprando bebidas en la tienda comensal, niños llorando, voces salidas de la TV. Todo se llegaba a oír demasiado fuerte y claro. Se paró de la hilera de cemento estirando sus extremidades superiores, un centímetro adelante más y se podría caer de lleno del monumental edificio, desde esa altura y sin aire acondicionado, alguien podría tener soroche, pero ella era un fantasma, tenía sus ventajas. De pronto, sintió un punzante dolor recorrer por toda la extensión de su pecho. Instintivamente se retorció, como si eso la llegase aliviar de la congoja. Jadeó ya que la pesadez era intensa.

Por las alas del Ángel [KaiSoo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora