Capítulo seis

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KyungSoo de niño nunca fue miedoso.

Su progenitora hasta llegó a pensar que era anormal que un niño de a penas cinco años, no le temiera a las pesadillas infantiles, tales cómo: Los monstruos camuflados en su armario, las exposiciones en público, los dichosos fantasmas, la absoluta oscuridad, las inyecciones anuales y más. KyungSoo nunca necesitó un héroe que lo salvara de sus momentos de vulnerabilidad, al contrario, si se lo preguntarán, su niñez fue realmente perfecta, llena de afecto y sin miedos. KyungSoo era diferente, todos lo sabían. Si hubiera nacido en la edad clásica, seguro se hubieran contado leyendas de él, siendo un valiente guerrero que salvó a su nación; lo mismo pasaría en la edad media, hubiera sido un noble caballero y se habría adentrado al bruno puro de los bosques mágicos. Ahora estábamos en la edad contemporánea y los héroes ya casi no existían. El sentimiento heroico se fue diluyendo, quedando en algo secundario, ya que lo principal de todo individuo era alcanzar el aclamado éxito.

KyungSoo no le temía a nada ni nadie cuando fue un infante. Fue el niño más valiente de todos, por ese motivo llamó la atención del Supremo. Al menos, por esos años, el castaño era así.

Porque ahora, con sus veinticuatro años encima, el bajito sentía que vomitaría por la impaciencia. Su estómago era una revolución y su garganta se secaba constantemente, haciéndole beber excesiva agua, y luego tener que ir al baño cada quince minutos. Un total desastre.

KyungSoo, por primera vez, conoció el sentimiento, el bendito "miedo".

Volver a ver a JongIn, para Do, era algo... Anhelante, pero a la vez le entraba ese pavor absoluto, supuestamente no se habían visto hace dos años, veinticuatro largos meses que pudieron ocurrir muchas cosas en JongIn.

El miedo nos hacía humanizarnos, KyungSoo en ese momento se sintió más humano que nunca.

Él no esperaba mucho de ese encuentro, pero una charla decente no vendría mal, al menos así estaba en sus planes iniciales. Irene estaría con él, para apoyarlo cuando no sepa que cosa decir o actuar.

El vivo y la muerta serían sus mayores cómplices. Qué grandes cupidos.

Lo obligaron a ducharse para que disipara todo su negativismo. Luego lo vistieron con las prendas más "decentes" que encontraron en su armario. Al parecer en estos últimos años, los pantalones muy entallados y las camisas transparentes, eran su mejor opción. Su nivel fashionista no era malo, pero esos atuendos gritaban a lo lejos que iría a una discoteca a embriagarse y tenía como un cartel imaginario fosforescente encima de su cabeza, exclamando "Hey mírame. Estoy disponible". Todo era demasiado llamativo, si fuese a una fiesta, genial, pero para ir a tu tomar un café con tu ex, no.

LuHan y él eran de la misma talla de ropa, tenían la misma contextura, hasta la misma medida de torso, solo los diferenciaba, que el chino era algo mínimo, más alto que el de cabello castaño.

Así que el rubio, como buen amigo y compañero de departamento que era, le prestó algo de su ropa. Todo fue clásico, desde el jean color celeste claro, la camisa negra de manga larga que hacía un buen contraste con su tono de piel y unas converse viejas de tono gris. Algo más común no podía usar. Esas ropas serían su acompañante para el reencuentro con el misterioso ex.

Luego LuHan sacó su mega secadora, sí, ya que esa secadora parecía de salón de belleza porque era el secador de cabello más grande que KyungSoo haya visto en su vida. Le comenzó a cepillar el cabello en todas las direcciones posibles. Al comienzo quiso protestar y decirle que qué diablos le estaba haciendo a su cabellera. Pero LuHan lo callaba con un "No preguntes porque desconcentras al maestro" y así lo tuvo alrededor de veinte minutos; mientras que Irene seguía estudiando La enciclopedia de Vidas.

Por las alas del Ángel [KaiSoo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora