Querido diario, era lunes cinco de noviembre y Ángel se había vuelto a conectar. Me volvía a decir lo mismo, las mismas estupideces que yo me había tragado aquella noche palabra por palabra y que luego había expulsado una a una con mis lágrimas. Tuve un par de días hasta que él se volvió a conectar para reflexionar. Pensé en lo que había pasado en los últimos meses, como él me hacía sentir especial y luego desaparecía, era un ciclo sin fin del que yo quería salir, quería ponerle punto y final, quería avanzar.
Sin duda me arrepentí desde el primer segundo en el que le dije que me dejara de decir esas cosas, que terminara con su declaración de amor, que ya no valía la pena seguir con aquél círculo vicioso sin fin, que ya habíamos dicho que era mejor dejar de intentarlo, que habíamos quedado en solo amigos, que solo nos quedaría el recuerdo, que no teníamos que seguir llorando y sufriendo por aquél amor imposible que vivíamos, que teníamos que sonreír porque al final pasó, que eso era lo que importaba.
Cada palabra que solté ese día las sentía una a una como una puñalada en mi pecho. Ángel pensaba que no me dolían, que era fácil decirle lo que le estaba diciendo. No sabía lo equivocado que estaba.
Esa noche lloré mucho, por un lado estaba enfadada conmigo misma por decirle que no a algo que yo quería, pero también estaba enfadada con él por tratarme un día como lo más importante de su vida y otro como si fuera una don nadie con la que nunca había tenido nada más.
Al día siguiente llamé a Natalia y se lo conté todo. ¿Su conclusión? Irnos de compras para comprarme algo bonito y así irnos de fiesta el siguiente sábado y que yo conociera a alguien nuevo que volviera a trastocar mi vida. No sabía muy bien si quería volver a enamorarme, conocer a otra persona, arriesgarme a darlo todo por ella... Pero sí tenía claro que quería divertirme y olvidarme de todo un poco.
La semana pasó volando. En un abrir y cerrar de ojos ya era viernes. Natalia y yo habíamos quedado con un par de amigas más para ir de compras y hacer los planes del día siguiente. Fuimos a todas las tiendas de la Castillo, probándonos todo lo que fuese de nuestra talla, aunque fuese feo, simplemente para cogernos las risas y sacarnos un millón de fotos de las que solo subiríamos un par para conservar nuestra dignidad.
Ya el sábado quedamos todas en la casa de Sonia, que vivía en un piso por La Laguna. Ahí nos arreglamos las cinco. Me acuerdo de que a pesar de estar en noviembre y saber que iba a hacer un frío horrible, todas nos pusimos vestidos o faldas con unos tacones altísimos que a mitad de la noche nos los acabaríamos quitando y, en consecuencia, acabaríamos bailando descalzas.
Esa noche me lo pasé genial, no pensé en Ángel en ningún momento, aunque las copas ayudaron un poco la verdad. Entramos en todos los sitios en los que nos habíamos librado de que nos pidieran el DNI. Nos poníamos a bailar y a coquetear con los chicos que se nos acercaban. Me acuerdo que estando en el Gallery se nos acercó un moreno de ojos azules, no podía dejar de mirarle a los ojos ¿cómo es que siempre que veía a alguien con ojos verdes o azules automáticamente me atraía? Antes de que se fuese me dio su Tuenti, pero pasó algo de tiempo hasta que le agregué.
Después de aquella semana que pasó volando decidí conectarme menos, dejar de buscarle. No es que estuviese enfadada con Ángel o le deseara el mal, simplemente pensaba que así sería mejor, dejar que pasara el tiempo para poder olvidarnos y que cada uno pasase página, de capítulo o de libro, lo que fuese, pero la cuestión era olvidar.
Ahora que lo pienso y que me doy cuenta durante esos días intenté engañarme a mí misma. La cuestión era buscar una razón para odiarle, una razón para no tener que recordarle. La cuestión era crear una realidad irreal y creérmela, porque en la real él me había tratado como una princesa, como una reina, nunca me falló en ningún momento de nuestro breve pero intenso amor, a excepción de una única vez.
Ahora que lo pienso y que me doy cuenta, pido perdón por haber intentado crear en mi mente una idea equivocada de él, una idea que no existe, una idea que es irrelevante, que no significa nada.
Una idea que jamás debí tener.
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Solo quería un final feliz
Teen FictionEse pequeño momento en donde tienes la extraña y enorme necesidad de contar algo, de encontrar un confidente lo antes posible, de encontrar a alguien a quien se lo puedas contar todo y que no se queje, que se quede ahí contigo... hasta que llegues a...