II

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Querido diario, aquella noche no conseguí dormir muy bien. Me acuerdo que una de las veces me desperté a eso de las cinco de la mañana. Era como un reloj, a cada hora me desvelaba, me sentía inquieta, otra vez, como antes, como cuando sufría por él. ¿¡Pero por qué?! No me había hecho daño, bueno en verdad sí, pero solo una vez que ya se quedó en el pasado, no tenía que pasarlo mal de nuevo. Era tonta, él no tenía la culpa de nada, era yo y mis estúpidos juegos mentales. No quería volver a dormirme para despertarme aturdida, así que cogí el ordenador y me puse a ver una película. Mientras tanto estaba conectada en el Messenger y en el Tuenti para ver si había o se conectaba alguien, y si lo había, pero nadie interesante.

Y es que, pensando en el pequeño delirio que me acaba de pasar por la mente, aunque no tenga nada que ver con lo que te estaba escribiendo, si ahora me paro a pensar en lo que fuimos, en lo que pasó, en todo, caigo en la cuenta de que aunque haya llorado, aunque había derramado tantas lágrimas por él en su momento, fue por la mera razón de haberlo amado tanto, de querer poder sentirlo pero sin percibirlo, de desear tenerlo cerca y ni siquiera poseerlo, de las ansias que tenía de besarlo sin poder aunque sea rozarlo. 

Y es que si ahora me paro a pensar en lo que fuimos, en lo que pasó, en todo, caigo en la cuenta de que si me hizo daño había sido por pensamientos, pensamientos desvanecidos, un sentimiento impreciso; por estupideces absurdas que todos podemos cometer, ya que en aquellos momentos tan irritantes y lacerantes los dos habíamos padecido, aunque inconscientemente habíamos estado el uno con el otro, apoyándonos mutuamente, para poder parar en silencio aquel puñal asfixiante.

Y volviendo a mi "historia", la verdad es que no me acuerdo de que película vi aquella noche, solo sé que cuando acabó estaba a punto de amanecer. Pensaba que ojalá él viese el amanecer, así veríamos los dos el mismo amanecer... que romántico sonaba. Cerré los ojos durante una breve fracción de tiempo que me pareció una eternidad.

Me levanté, despacio para poder incorporarme, me peiné para sentirme cómoda, me lavé la cara, cogí la cámara, me asomé por el balcón y me puse a sacar fotos. Aún me acuerdo de la obsesión que tenía en aquella época de sacarle fotos a los paisajes, que pena que no tuviese una cámara de mejor calidad.

Me acuerdo perfectamente de aquel amanecer: todo era precioso, casi perfecto, se veía al sol aparecer, teñir la isla de Gran Canaria de un color rosado y poner los cielos de color naranja. Era una fusión de colores increíble, algo que te gustaría poder saborear. Las nubes parecían algodón de azúcar, se veían esponjosas, y según se alejaban del sol creaban una gama de colores preciosa. 

Me preguntó si él también vio el amanecer, aquél amanecer. No estaríamos en el mismo lugar, pero prefiero pensar que era el mismo amanecer para todo el mundo, o al menos para nosotros dos, al fin y al cabo, soñar era y es gratis.

Ese amanecer era del día 28, justo 28 de septiembre. Dos años y yo aún seguía coladita por él. Ojalá que en su momento todo hubiese sido diferente, ojalá todo hubiera sido más fácil, más sencillo o, simplemente, ¿por qué no podía tener una historia de amor normal y corriente? Pasé de ponerme mal pensando en lo que era mi "vida amorosa", si es que se le podía llamar vida, y fui a tomarme una ducha para refrescarme. Esa tarde había quedado con mi mejor amiga, ella sabría ayudarme.

Mi mejor amiga por aquél entonces era Natalia, y la verdad es que aún lo sigue siendo. Me acuerdo que ese día llegó tarde y me enfadé con ella porque le había dicho que tenía que hablar de algo muy importante y se tomó todo a su tiempo. En fin, a ella se lo perdonaba todo, ya que sin ella... ¿Cómo le hubiese conocido? Si, ella fue quien me lo había presentado (bueno, su novio también tuvo algo que ver) y le estaba eternamente agradecida. A veces me pregunto qué hubiese pasado si no le hubiera conocido. Pero bueno, eso ni Dios lo sabe y nunca se sabrá, y la verdad es que prefiero no saberlo.

Cuando llegó estuvimos hablando durante bastante tiempo, pero la verdad es que ni me molesto en escribir sobre qué hablamos y qué me dijo, porque siempre se resumía en lo mismo: "Olvídale". Pero la verdad es que creo que ella no sabía, por mucho que se lo intentara explicar, que ya me lo había intentado sacar de la cabeza varias veces, pero que va, no podía. Se había convertido en algo imposible desvanecerlo, sacarlo de mis pensamientos, y ya en aquél tiempo comprendía el motivo, ya que era una locura irrazonable olvidar algo inolvidable, odiar a lo que se ha amado; sustituir, destruir, borrar un sentimiento tan especial, tan único y tan esencial.

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Solo quería un final felizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora