Querido diario, ese no fue el final de nuestra historia, ni siquiera sé si actualmente tiene uno.
Cuando lo dejamos, sin contar en año nuevo que me llamó para felicitarme, estuvimos hasta principios de febrero sin volver a hablarnos.
Me moría de ganas por él. Es decir, le quería, quería abrazarle, besarle, sentirle. Es decir, lo necesitaba, bueno, lo necesitaba a mi lado para que me diese lo que siempre me prometió y me dio: Felicidad, amor, cariño, mimos, todo, un mundo, una vida, un paseo, una tarde, un día, una noche, una luna, un sol, un paraíso por descubrir, todo. Es decir, necesitaba que él estuviese a mi lado para dejar, para poder parar mis lágrimas, ese goteo incesable cada vez que le pensaba pero que, aunque cada vez era más corto, siempre estaba presente.
Es decir, le amaba, amaba recordarle, nuestras conversaciones, nuestros sueños sin cumplir, nuestras fantasías imposibles, nuestras promesas fallidas, nuestro "ojalá", nuestro "nosotros". Es decir, adoraba saber que hubo un momento en el que lo fuimos todo, tal para cual, el uno por el otro, una persona, un ser, un alma, dos vidas que se convirtieron en la mitad de la otra. Es decir, ser su esencia, su media naranja, la mitad de su libro, ser su historia, no un capítulo, no, su historia, ser aquello con lo que avanzaba en su paso por la vida.
Es decir, me enamoró y me enamoré a más no poder, a tanto que ya ni el tiempo había logrado que consiguiera borrarlo de mi mente, quitar definitivamente ese hueco que había guardado en mi pecho por si alguna vez volvía junto a mí. Es decir, me había vuelto loca, me volví loca de la persona que consideraba como seguramente la más asombrosa que había conocido en lo que llevaba de vida.
Es decir, volví a ser débil, no quería afrontar la realidad, tuve miedo. Miedo de perderle. Miedo de ver cómo le perdía. Entonces llegó ese instante, ese pequeño instante que ya me había llegado una vez, ese pequeño instante en el que te das cuenta de que le extrañas demasiado, de que le necesitas; en el que te das cuenta que es él o nadie, que es él o él, que pase lo que pase lo necesitas junto a ti, porque entiendes que él se convirtió en tu todo para siempre, en la persona que sabes que siempre amaras.
Fue el mismo instante que tuve una vez, cuando él aún estaba aquí, cuando me desperté y vi que me daba tiempo buscarle. Y cuando llega ese instante te da igual el lugar, la hora, la compañía, en el que no importa nada, simplemente te echas a llorar en medio de donde estés, en el que tu mundo se vuelve negro, oscuro, gris, en el que solo llueve y llueve y no sale el arco iris en ningún instante.
Y como ya te dije antes, fui débil, otra vez. Le llamé, le llamé llorando, diciéndole que le amaba demasiado como para renunciar a él, que me daba igual la distancia o el tiempo que tuviera que pasar hasta volver a verlo, que esperaría lo que hiciera falta, que solo iba a ser suya, que por favor me diera otra oportunidad.
Él aceptó.
Ahora que lo pienso, ¿por qué le pedí que me diera otra oportunidad? En verdad nunca le había fallado, nunca le había hecho daño. Siempre había estado ahí, tanto para lo bueno como para la mola, para las sonrisas como para las lágrimas. Ya lo que dije era estúpido, pero esa frase lo era aún más.
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
Saludos lectores♥
¿Ustedes también se han sentido así alguna vez? :'(
Estamos acabando con la parte de ella... ¿Ganas de llegar al final? ¿Qué creen que pasó?
Y bueno... sigan leyendo, y no se olviden de dejar su opinión y votar si os gustó el capítulo :3
Besos
CelyLove
ESTÁS LEYENDO
Solo quería un final feliz
Roman pour AdolescentsEse pequeño momento en donde tienes la extraña y enorme necesidad de contar algo, de encontrar un confidente lo antes posible, de encontrar a alguien a quien se lo puedas contar todo y que no se queje, que se quede ahí contigo... hasta que llegues a...