CAPITULO 42 Desesperado

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Ya era muy noche, no podía conciliar el sueño pensando que el imbécil ese de Sebastián estaba a escasos milímetros de ella. Aventé las sabanas al otro lado de la cama y lancé la almohada a la puerta. Caminé de un lado a otro pensando que hacer.

No encendí la luz del cuarto, no quería despertar a nadie. Caminé de puntillas hasta el pomo. Lo giré haciendo que sonara solo un poco. Al salir de la habitación alguien encendió a luz automáticamente.

-¡Quédate allí!-me dijo, mientras lo veía sentado frente a la puerta de Maggi. Apuntandome con una linterna.- ¿A dónde vas?-preguntó en tono serio.

-¿Cómo que a dónde? , a ver cómo esta ella-respondí furioso.

Caminé unos pasos, solo unos pequeños pasos. Me detuvo prácticamente con sus manos apoyadas en mi pecho. Es de mi misma altura, pero a diferencia de él, se notaba que había trabajado mucho los músculos.

-¡Déjame pasar...Maldita sea!-le grité enfurecido.

-Déjala descansar, además estoy aquí yo que soy médico si s e le ofrece algo, no dudará en llamarme.

-¿Acaso le has preguntado eso?-pregunté sarcásticamente

-No necesito decirle nada, ella confía en mi.-replicó haciéndome salir de mis casillas. NO PUEDES PEGARLE A TU MEJOR AMIGO, Me repetía mentalmente una y otra vez.

-Además es muy bonita, yo diría que especialmente guapa, con un bonito cuerpo de reloj de arena-añadió sonriéndome, parecía que le gustaba provocarme.-Si hoy no te hubieses aparecido como un ángel guardián, otra cosa hubiese pasado con ella. Lástima-añadió y puso cara de tristón.

-¡Cállate!-contesté con los dientes demasiado apretados –No hables de ella.

-¿Por qué? ¿Acaso es tu novia, tu amiga, tu querida?-se apoyó en la pared cruzándose de brazos-que yo recuerde no, así que es un pajarillo libre.

Respiré hondo.

-Déjame pasar

-Ya te dije que la dejaras descanzar.Vete a dormir yo la vigilare estoy acostumbrado a hacer guardia.

-No me iré hasta ver que está bien.-Lo empujé hacia un lado, creo que fue demasiado fuerte porque fue a caer en la mesita de noche que había, haciéndose añicos un vaso de cristal.

Se sacudió los vidrios, quise pedirle disculpas, pero entonces vino hacia mí hecho furia.

-¡Imbécil!

-¡Espera!

Se abalanzó me propinó unos cuantos puñetazos que no tardaron en hacer efecto, dejando una hilera de sangre. Yo también me defendí y a pesar de ser de la misma estatura y casi complexión acabamos con moretones por todos lados.

-Basta-dije separándolo de mí .Respirando dificultosamente ambos y cayendo de trasero en el suelo. Me dolía todo el cuerpo, me imagino como estará el suyo.

Nos quedamos en silencio por un buen rato.

Ambos nos levantamos, Sebastián extendió la mano hacia mí, accedí a estrecharle la mano.

-Mierda! Sí que nos pasamos Cabrón!-me dijo haciéndome reír.

Se supone que con tanto alboroto y puñetazos debería al menos Maggy estar despierta. Me pareció demasiado extraño, me encamine hacia su habitación, esta vez sin la interrupción de Sebastián quien me siguió detrás. Presentía algo y era demasiada la sensación de pánico y miedo.

Al abrir su habitación, encontramos todo revuelto, pero en la cama no había nadie. Me asusté, no puede ser que otra vez ese malnacido la haya tomado, me refería a Anthony claro.

-Revisaré en los alrededores-dijo Sebastián-Conozco este lugar mejor que nadie.-Toma-me dijo abriendo un pequeño cajón de la mesita de noche del cuarto.-Si pasa algo solo dispara.

El pequeño artefacto, era muy antiguo, tan pequeño que pensé que no haría daño ni a una mosca.

-Ten cuidado. ¿Sabes usarla?-preguntó.

Moví la cabeza, aquella arma hizo remover sentimientos muy incomodos dentro de mí haciéndome recordar a mi padre. Dejé el arma en la cama.

-Vamos hombre....¡Ten valor. Por ella!

Al hacerme recordar de Maggy todo sentimiento quedó atrás, esta vez nadie arrebatara la vida de nadie, salvo que sea de ese cabrón.

-¡Ve! –le dije

Mientras el buscaba en los alrededores, fui a buscar en las otras habitaciones algún indicio de ella. Sé usar un arma, me lo enseñaron hace mucho tiempo antes de que papá muriera.

Después de un largo rato, no había rastros de ella, era como si nunca hubiese pisado aquel lugar.

-No encontré nada, pero hay huellas de una maleta en el camino que va por el bosque.

Me levanté como resorte-¡Iré a buscarla, la traeré, lo juro!

-No iras solo, voy contigo

-No, tú quédate por si surge algo aquí.

-De ninguna manera, ¿si necesitas ayuda?, ella también me preocupa no solo a ti.

A pesar que los celos querían apoderarse de mí, la razón salió ganadora, asentí y salimos juntos.

Llevábamos dos linternas, dos armas pequeñas y una navaja .Los caminos eran varios, no sabíamos qué hacer con Sebastián, los rastros de huellas se perdían.

-Maldita sea!-Grité exasperado.

-Tranquilo, la encontraremos

-Pensemos...si fueras una chica que camino tomarías-pregunté a Sebastián.

El muy idiota se arremangó la camiseta, haciéndole un nudo dejando su vientre al descubierto. Caminando como mujer, se acerca y me dice en tono sumamente gay.

-Pues si soy mujer, claro te tomaría a ti guapo – a pesar de la preocupación las pendejadas de este estúpido de mi amigo me hacían reír.

Le lancé un puñetazo en el abdomen, dejando de reír, se puso serio y empezamos a analizar las cosas. Las huellas terminaban en un lugar y empezaban en otra dirección.

De pronto como si el cielo hubiese accedido a ayudarnos encontramos una especie de cinta de cabello y recordaba que se la había visto muchas veces cuando estábamos en la casa de Rosy.

-Por aquí –señalé

Con mucho cuidado nos acercamos, el lugar era casi inaccesible, había muchas rocas y plantas silvestres.

Al voltear me pareció percibir una luz a lo lejos. Pensé que era el reflejo de algo a lo lejano .Pero algo me hizo girar de nuevo la cabeza, y es ahí cuando mire una camioneta blanca.

Detuve a Sebastián que estaba siguiéndome los pasos. Le señale la dirección en la que había visto la luz. Al principio no lo percibió luego mirando fijamente asintió con la cabeza. Le hice señas para que no hablara, y asintió.

Caminamos lentamente, porque no sabíamos el peligro que pudiese haber en ese lugar, quizá habría gente cerca o matones o quien fuera que sea. No queríamos correr riesgos, no cuando estaba en peligro la vida de Margaret.

¡Socorro!No quiero enamorarmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora