35. Ella, cristalizada

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Huyo de los árboles que no son árboles y corro por lo que antes creía que era un bosque. Las ramas se mueven, me persiguen, me agarra una y tropiezo.

Uso mi poder, que parece que sí funciona y la quemo, logrando zafarme para seguir corriendo.

Me detengo en un lago, cuando veo que esas cosas enormes dejan de perseguirme.

El agua es brillosa, hasta me atrevería a decir, fosforescente.

Costeo el camino que forma el pequeño arroyo y avanzo por el lugar. Levanto la vista al terminar de llegar a lo que parece un risco. La salida del agua, finaliza allí, pero lo más extraño es que se convierte en una especie de cristal pegado a las rocas.

Continúo observando el risco detenidamente y más elevo la vista, más material cristalino se encuentra pegado en este.

Un segundo.

Mis ojos se abren en grande, corro a gran velocidad para empezar a subirme y escalar. Llego hasta la altura de mis sospechas y compruebo lo q vieron mis ojos desde abajo.

―Primavera.

La llamo pero no contesta. Está inconsciente enganchada a ese cristal extraño. Quizás le consume la fuerza vital. Pongo mi mano en aquel material raro y efectivamente quita energía. Mi mano ha sentido la mala sensación que provoca.

No hay tiempo de pensar, debo sacarla de allí y obviamente mi poder no sirve para ello, sino lo uso en cantidad o hago un buen movimiento de puño.

Me concentro, golpeo el risco con intensidad y el cristal se rompe en mil pedazos. Antes de que ella caiga, salto y la atajo para aterrizar en una buena altura con la ayuda de mi poder, emanando aire caliente desde el suelo.

Una vez abajo, me agacho con ella en mis brazos y la vuelvo a llamar.

―Primavera.

Sus ojos se abren y se encuentran con los míos.

―¿Verano?

Cambio de estaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora