Capítulo 9.

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Omnisciente.

Todo el año había pasado muy rápido, un miserable año más, un ambiente de odio y depresión.
Gerard ahora se encontraba en un punto crítico, tenía que planear su futuro, tenía que ver más allá, pero el problema era que él aún no sabía que camino tomar, definitivamente quería ser un artista pero había tantas opciones por escoger que a éste le resultaba difícil decidir sólo una.
Algo que si era seguro era el hecho de que Gerard estaba dispuesto a cumplir algunos objetivos antes de que terminara el año.

Después de haberlo pensado durante noches enteras el pelinegro había decidido irse a Nueva York para estudiar en la escuela de Artes —tal y como su abuela lo había sugerido—, después de eso se enfocaría en su plan de una futura banda y ya el destino decidiría lo siguiente.

Pero había una roca que obstruía sus planes. Frank.

Gerard no quería sufrir por Frank cuando partiera, los últimos meses sus sentimientos hacia el menor se habían vuelto muy profundos y es que ante los ojos del pelinegro Iero era el ser humano más lindo del universo —sí, universo—, no, nisiquiera se fijaba en otros chicos, no podía y al darse cuenta de eso, Gerard bien sabía que su despedida iba a ser muy dolorosa tanto para él como para Frank.

No quería hacerlo difícil, no quería llorar, ya había llorado demasiado durante toda su corta vida como para todavía llorar aun más por él. Quería dejar las cosas en orden antes de irse, el tiempo se agotaba, sólo restaban ocho meses de preparatoria; Gerard pensaba y pensaba en la manera más simple para no sufrir por el menor, le dolía muchísimo tener que dejarlo, le dolía el hecho de pensar que ya jamás vería la sonrisa de Frank en las mañanas por que, después de todo, siempre que el mayor veía la sonrisa de su amigo ésta le hacía darse cuenta de que la vida no era tan cruel después de todo, si, eso es lo que le causaba una simple sonrisa.

Sus pensamientos lo atormentaban día a día, no quería dejar a Frank pero tenía que seguir sus sueños si o si.
Después de tantas noches de insomnio Gerard por fin había tomado una decisión, una decisión dolorosa, una decisión injusta para el menor, una locura.

Sacar a Frank de su vida.

Alejarlo completamente de él. Claro que le hacía sentir terrible, no era una opción coherente pero ya había pensado suficiente y no había encontrado una "mejor" alternativa. Ya estaba decidido.

Pero...¿cómo sacarlo de su camino?, él estaba en su cabeza todo el día, iban en la misma escuela y para desgracia —o fortuna— de Gerard, el menor y él ya eran muy cercanos, iba a ser una tarea difícil olvidar a Iero.
Pero no quería hacerlo repentinamente, ¡claro que no!, el mayor se alejaría poco a poco hasta el punto de no dejar rastro alguno, "es una buena decisión para ambos" pensaba, pero claro que no lo era, Frank lo lamentaría demasiado y el mayor lo sabía.
Ahora Gerard se sentía culpable por haber tenido esos pensamientos, ¡iba a renunciar al chico de sus sueños!, nisiquiera sabía de donde sacar el coraje para hacer tal atrocidad, no lo tenía.

Su mundo comenzaba a desmoronarse, se sentía asfixiado y perdido, cuando eso sucedía Gerard siempre tenía la solución —y no, no era la auto-destrucción—, éste solía ir a un pequeño lago un poco lejos de su hogar; optó por ir hacia ese refugio suyo e intentó calmarse un momento.

"La vida es muy complicada" el pelinegro lanzaba rocas al azar hacia aquel lago, el viento soplaba sutilmente causando que su cabello se alborotara un poco, todo estaba en silencio, lo único que podía escucharse era el sonido del agua fluyendo y el cantar de algunos pájaros.

"Siempre es así, cuando finalmente soy feliz tiene que llegar el momento de decir adiós" Gerard hundía su cabeza entre sus piernas intentando ocultar sus lágrimas.

Toda su vida había tenido desgracias pero ninguna comparada con ésta, no, ésta era peor; ¿por qué tenía que ser así?, ¿por qué lo bueno jamás le duraba tanto?, Gerard estaba harto, le dolía vivir y tener que hacer las cosas de esa manera, de nuevo se sentía despreciable, el sufrimiento había regresado.
Éste sólo se recostó en el césped sin pronunciar ni una sílaba, ahora sus lágrimas eran más gruesas y es que no tenía motivos para sentirse feliz, por más que los buscaba no había.

Anocheció.
Gerard tomó sus cosas y regresó a casa después de haber estado toda la tarde en aquel lugar tan hermoso, tenía lágrimas secas en sus mejillas, ¡que miserable humano!, era usual en él estar bien un momento y al día siguiente sentirse despreciable.

Al llegar a su hogar no pronunció ni una palabra, ya todos estaban dormidos así que subió a su habitación y se tiró a la cama; no quería vivir más.
La tristeza era una vieja amiga suya, era algo así como una sombra que se alimentaba de sus miedos y preocupaciones más profundas, era como un sube y baja, podía desaparecer un momento pero tarde o temprano volvería.

Nisiquiera podía dormir, su rutina era agotadora y sentía como si todo eso absorbiese su juventud y esperanza.

Estaba muerto por dentro.

L o w | Frerad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora