"Ajá, si, entiendo" Gerard estaba al teléfono, resulta que su abuela Helena se encontraba mal de salud. El pelirrojo estaba muy preocupado pero le era imposible ir a NJ, no sólo por su apretada agenda sino también porque no quería y no debía perder clases.
No era la primera vez que su abuela se ponía así de mal, años atrás —cuando Gerard tenía seis años—, Helena sufrió de un coma temporal y el ojiverde a menudo tenía pesadillas en las cuales su abuela moría en el hospital, pero sólo eran eso, pesadillas."Mikey, promete que la vas a cuidar por mi. Júralo, Michael" la voz de el mayor comenzaba a entrecortarse, sujetaba el teléfono con sus manos frías y temblorosas, no se imaginaba su vida sin la compañía de su dulce abuela.
A ella le debía todo, era su mejor amiga y perderla no estaba en sus planes, aún no.
"Hasta Diciembre tendré vacaciones, ya lo sabes. Últimamente he estado repleto de arte, pero me preocupa nuestra abuela" Gerard mordía sus uñas desesperadamente, ya era de noche y tenía que seguir con sus deberes.
"Debo colgar, dile a todos que me mantengan informado. Adiós" y colgó, soltando un suspiro.Seguido de eso, Gerard volvió a su habitación, se preparó su tercera taza de café y puso manos a la obra.
"Pongamos algo de música para despejar la mente" se dijo a si mismo. Buscó entre sus vinilos y por fin encontró el que tanto buscaba: Unknown Pleasures de Joy Division.
Lo colocó en su tocadiscos y el resto de la noche se dedicó a hacer garabatos y trazos exactos, esa era su tarea.
Inconscientemente se quedó dormido en su escritorio, su cabello le cubría el rostro y su boca estaba ligeramente abierta.*toc, toc*.
Dio un salto debido a los golpecitos de su tío en la puerta, así que se levantó para abrirle.
"Gerard, es tarde. Yo ya voy de salida y supongo que tú ya estás atrasado para la escuela" el pelirrojo abrió sus ojos como platos y jaló algunos mechones rebeldes de su cabello.
"¡Es verdad!" inmediatamente comenzó a cambiarse de ropa y cepilló sus dientes. Corrió hacia la sala de estar y preparó su mochila semi-nueva color negro, guardó sus llaves y salió disparado del apartamento.
Afortunadamente su escuela no estaba tan lejos, así que caminó rápidamente y por fin logró llegar.Nueva Jersey.
Después de tantos minutos, después de tantas horas, después de tantas semanas, después de tanto tiempo Frank seguía extrañando a Gerard y lo hacía intensamente.
Su madre casi no notaba la depresión que el castaño cargaba, no había sido nada fácil lidiar con él, pues cuando ella llegaba a preguntarle por qué no comía éste le evadía la pregunta y se encerraba en su habitación.Había pasado exactamente ya un año y tres meses, Frank a menudo trataba de imaginar la apariencia actual de Gerard, ¿se habrá teñido el cabello?, ¿pensará en mi?, ¿acaso ya tendrá un nuevo amor?, todo eso daba vueltas en su cabeza.
Claro que el castaño había cambiado, ahora tenía unos cuantos tatuajes, su cabello estaba ligeramente largo y había crecido unos centímetros de estatura, era todo un chico de 17 años, hecho y derecho."Dijiste que nos faltaba mucho por vivir juntos..." Frank tenía el álbum de fotos que su novio le había regalado aquel San Valentín, recorría las páginas con nostalgia y tristeza.
Lo necesitaba, necesitaba del ojiverde.
Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando escuchó el timbre del teléfono, soltó un suspiro y estiró su brazo para contestar."Habla Frank Iero" respondió de mala gana, no tenía ánimos para hablar pero aun así suponía que la llamada era para su madre y por ende, no tenia otra opción más que contestar.
"F-Frank..." y al escuchar esa voz desde la otra línea, el cuerpo de Iero se congeló y unos escalofríos lo recorrieron de arriba hacia abajo como si de hormigas se tratase.
Era Gerard, el único que había ganado su corazón, el que amaba aun después de todo.
Era él.
Le tomó varios segundos aimiliar la situación, se quedó en shock total unos momentos hasta que por fin pudo recobrar la voz."Si, aquí sigo" sólo atinó a murmurar eso, sinceramente no sabía que decir ni mucho menos sabía que pensar.
Sujetó el teléfono con más fuerza y agitó su cabeza de un lado a otro."Necesitaba oír tu voz. Escucha, sé que tal vez no quieres saber nada de mi pero tengo que decirte algo..." Gerard no sabía exactamente como empezar, se sentía culpable por todo lo que ambos habían sufrido.
Escuchar la voz de Frank era electrizante, lograba que su palpitar acelerara entre muchas emociones más."Te escucho" respondió Frank, sus manos sudaban y eso era prueba de que aún estaba loco por el pelirrojo.
"Durante éste tiempo he tenido la oportunidad de meditar muy bien las cosas, es decir, ya tengo 19 años y sé que está bien o mal.
Mi abuela está grave justo ahora y su situación me hizo reflexionar mucho, no sé si sobreviva pero estoy seguro de que no quiero perderla" la voz del mayor comenzaba a desgarrarse, pero sabía que no tenía caso llorar vía telefónica. "Te digo todo esto porque al igual que mi abuela tampoco quiero perderte a ti, otra vez.
Si estuviese a tu lado estarías feliz y ella estaría sana, no quiero perderlos, no quiero. Y no creas que no pienso en ti, lo hago todo el tiempo y sé que tú también..." Frank sonrió ampliamente al oír aquellas palabras, era inevitable."En fin, quiero que me perdones por mi ausencia. Me preocupas y quiero lo mejor para ti. Cuídate" y la llamada terminó, el mayor había colgado sin decir más. Frank se quedó paralizado unos momentos y acto seguido se puso a llorar.
Detestaba sentirse débil, pero sin Gerard a su lado le era imposible ser fuerte.
Se apartó del teléfono y se recostó en su cama, otra vez. Intentaba comprender las palabras del ojiverde pero la melancolía lo consumía lentamente.
Por otro lado, Frank se alegraba por el simple hecho de haber vuelto a escuchar la voz del mayor, era como un sonido angelical para los oídos de Iero.
Se quedó observando el techo unos largos minutos, esperando otra llamada por parte de Way pero no llamó.
Al día siguiente, al llegar de la escuela volvió a esperar alguna llamada pero no llegó. Y así pasaron horas, días, semanas y meses.Gerard no volvió a llamarle.
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L o w | Frerad.
FanfictionEl amor puede ser dulce y/o destructivo; en el caso de Frank Iero y Gerard Way el amor se volvió una necesidad, porque jamás habían sentido cosas así, jamás habían sonreído tanto en toda su vida. ✨Portada hecha por mi.