Labios

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Al entrar a la cocina tenia una reunión improvisada, pero al menos había café y toda la cantidad que quisiera.

No saludé, fui directo por una taza, y me serví de ese néctar que amo tanto, mientras sentía la mirada de todos sobre mí, pero es normal, luego de semejante noche.

—¿Cómo estás Ebe? —la chica está totalmente mojada, los ojos rojos y se le nota el cansancio.

—Estoy viva —dice con una media sonrisa que a mí no me hace gracia.

—La mujer que atacó a Ebe —interrumpe Dara, sacándome de mi tranquilidad— Quería saber dónde estabas tú, y dónde guardabas las piedras, y tú te apareces cuando nosotros intentábamos protegerte.

—Y él se aparece en el momento exacto —asegura Tamirá.

—Tuvo suerte, estaba solo —Dara se tiñe de rojo de inmediato, yo sólo levanto una ceja para ver hacia dónde va esta conversación.

—Quizás —Tamirá se sienta de manera brusca ante Dara, de una forma tan desprolija e intimidante— Pero llevó a la persona indicada, Franco —lo apunta y el chiquillo no sabe si mirarme o resguardarse—. La debilitó, Ámbar se maneja con las energías robadas de las almas que guarda en su tambor, si Helios y Franco no hubiesen llegado, te aseguro que tú y los demás serían parte de su colección.

—Ella mata —dice Franco con un hilo de voz— Ella mata de la forma más cruel, las almas no han parado, no han parado de llorar —tira ambas rocas en la mesa, yo bajo mi taza de café, por que conozco ese síntoma, yo lo había visto en Zafiro, el odio que se genera tras sus ojos, pero la hacía temer a la muerte y de lo que se siente luego de partir.

—Franco —lo llamo— Debes entender que lo que haces es muy valioso, vamos a salvas esas almas... como sea.

Cuando termino de decir eso, Ebe va hasta él y con un gesto le pide que le pase su mano, Franco obedece.

—Estás segura Ebe, ¿No quieres que llamemos a Ada? —pregunta Berenice quien nos ha estado observando desde hace un buen rato, especialmente a mí, por venir directo al café— No sé si estés lista del todo... recuerda...

—Abuela... —oír eso hizo que sintiera dolor, Zafiro nunca tuvo la oportunidad de hacerlo— Creo que estoy lista para este desafío.

Ella continúa y con ayuda de Franco toman ambas piedras, se sienta en la misma silla que él y en eso, de sus manos sale un destello lila, como el que solía hacer Zafiro, pero en ráfagas, nada constante.

Ebe de repente comienza a verse muy fatigada, su cabello mojado ahora está seco, y sus ojeras se están pronunciando un poco más. Franco por el contrario parece cargarse de energía, al final, ambos sueltan las piedras, y claramente tenemos 2 piedras blancas, relucientes, y con el sello de las 4 astas sobre las rocas.

—¡Santa mierda! —Exclama Tamirá— ¿Cómo carajos apareció eso?

Su madre y ella intercambian una mirada de alegría, como si hubieran encontrado lo que buscaban.

—Ebe —llama Gizah cuando la vemos desvanecerse en los brazos de Franco, él la sostiene con firmeza— ¿Niña, estás bien?

Berenice se acerca a su nieta y con delicadeza pasa sus manos sobre su cabeza, emana energía y de apoco vemos a Ebe recuperarse.

—Berenice —Gizah vuelve a hablar algo preocupada, voy a llevar a Ebe a descansar, ¿te parece?

—No, interrumpo, necesito que hablemos un segundo, luego la dejaré descansar todo lo que pueda... es más, a partir de ahora volvemos a lo de antes, ella no sale de aquí a ninguna misión... al igual que Franco —ambos me miran sorprendidos— Se quedarán aquí, para purificar todas esas almas que quedan...

El Sol, el viento y la Oscuridad  [Libro 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora