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La primera sensación fue el olor a cuero. Inundó el olfato de Dinah poco a poco, mientras intentaba enfocar las difusas sombras que la rodeaban. Había colores indistintos, voces que se superponían. Sentía la cabeza pesada y la espalda aplastada contra el suelo. Cuando volvió a percibir tensión en los músculos, intentó levantar el cuello. Las caras preocupadas de sus compañeras de equipo cobraron nitidez una tras otra. Su brazo derecho sostenía la pelota, apretada contra la cadera. La soltó y se levantó lentamente, mientras una punzada lacerante le surcaba la cabeza.
- ¿Capitana, está bien? - preguntó una voz a su derecha.
Dinah no respondió. Sus ojos se encontraron con los del árbitro, que la miraba preocupado. El aire del gimnasio estaba viciado y el tufo a sudor la invadió de improviso, devolviéndola a una escena que parecía pertenecer a un pasado remoto. El tiro libre decisivo. El partido. El desvanecimiento.
"Estoy viva... estamos todos vivos."
Una vez de pie, se pasó una mano por el pelo, apartando su pelo rubio, mientras el árbitro se acercaba y le tocaba el hombro.
-¿Qué te pasa?
-No lo sé. - En ese momento el rostro de Normani surgió en su mente. Sus ojos color cacao, su cutis achocolatada y aquella sonrisa que quizás ya no vería. O que quizás nunca había visto.
-Pero ¿puedes seguir? -El árbitro enarcó las cejas, luego recogió la pelota del suelo y se la tendió a Dinah-. ¿Puedes? Faltan diez segundos para el final del partido. Luego te llevaré donde el médico del instituto.
Dinah asintió, tomó la pelota y se dispuso a lanzar desde la línea de personal. Sus compañeras seguían mirándola con extrañeza. Su lanzamiento fue débil y apenas rozó la red del aro. La pelota botó en el suelo más allá de la canasta y se detuvo junto a las colchonetas azules. Dinah permaneció inmóvil, mirándola. La capitana del equipo adversario fue a recogerla y reanudó el juego desde el fondo del campo.
Mientras ella seguía clavada en la zona de ataque, las rivales metieron una canasta de tres puntos decisiva para ganar y se abrazaron exultantes. Pocos segundos después, el árbitro decretó el fin del partido. Dinah bajó la cabeza, aturdida y confusa. Sus compañeras la miraron con cara de pocos amigos mientras abandonaban el gimnasio. Una de ellas sacudió la cabeza. Otra se acercó y le preguntó:
-¿Qué te ha pasado?-¿Cuánto tiempo he estado en el suelo? -preguntó ella al tiempo que se encaminaban hacia los vestuarios.
-Veinte o treinta segundos... -La amiga frunció el ceño-. ¿ Te sientes mal?
"No puede haber sido un sueño, es absurdo..."
Dinah no respondió y dejó que su compañera de equipo se alejara. Cuando vio al árbitro avanzando en su dirección le dijo:
-No se preocupe, no me pasa nada.
Mientras el resto del equipo enfilaba el túnel hacia los vestuarios, Dinah vislumbró su mochila apoyada cerca del banco del entrenador, la tomó y se metió por la puerta de las escaleras que llevaba hacia la salida del edificio. La bajó lentamente, mientras en su cabeza se alternaban las diapositivas de todo vivido desde que se había desvanecido. Veinte o treinta segundos. Ally se lo decía siempre: "El tiempo de los sueños no tiene nada que ver con el tiempo real."
Mary Thompson, el muelle de Altona, la tarjeta de prepago, la caja con la inscripción ALLY, su padre tapiando con tablas las ventanas, las furgonetas del ejército, el Triskell en el cuello de Normani, el dibujo del asteroide, la excavación en el centro comercial.
En su mente, todo giraba desordenadamente. Los detalles afloraban en su mente mientras recorría la calle hacia su casa. Durante el trayecto alzó los ojos al cielo varías veces. Las nubes cubrían Milán, pero eran las habituales nubes grises del invierno.
Ningún asteroide y vio que una pareja de ancianos la observaban con curiosidad. Aún llevaba la camiseta amarillo-azul del equipo y los pantalones cortos, a pesar de que estaban a cinco grados. Pero no sentía frío. Solo sentía una sensación del desconcierto que por momentos la hacia flaquear. Los detalles del entorno eran tan banales como increíbles. Algunas vitrinas de tiendas ya exhibían los adornos navideños. Un cartel luminoso deseaba FELICES FIESTAS colgado cerca del cruce de Via Porpora con Viale Lombardia. Por la calle había el habitual caos, el ineludible concierto de cláxones en cuanto el semáforo se ponía en verde. No era ni más ni menos que la vieja Milán de siempre.
"No existe ningún Multiverso", pensó cuando llegó al 22 de Viale Lombardia y llamó al interno. Nadie respondió. Era la hora del almuerzo, sus padres debían de estar en el trabajo. Normal, se dijo mientras sacudía la cabeza. No había ningún fin del mundo inminente. Los cajeros funcionaban. Internet no estaba cortado. La gente iba a trabajar. Y ella continuaba repitiéndose la misma frase desde hacía varios minutos: "Soy una estúpida."
Metió la mano en el bolsillo de la mochila y encontró las llaves.
En el lugar habitual, como siempre.Abrió el portón y subió las escaleras, restregándose la frente con una mano. ¿Era posible que en treinta segundos hubiera soñado toda esa película? Quizá sí, y en cierto sentido se trataba de una bendición. Nada de cuanto la rodeaba había sido reducido a escombros. Pero eso significaba que Normani no existía.
En ninguna parte.Entró en casa y entrevió la notita de su madre apoyada en el mueble recibidor. "Junto al microondas hay una tarta salada. Por favor, ¡estudia! Besos. Mamá."
Cuando entró en su cuarto, dejó caer la mochila al costado del escritorio y se sentó en la cama. Estaba en su habitación. Nada distinto. Nada nuevo. Nada extraño.-En treinta segundos he conseguido soñar con la chica más hermosa que haya visto, y la catástrofe más espantosa que pueda ocurrir -dijo en voz alta, sacudiendo la cabeza con una sonrisa irónica.
Lo recordaba todo de aquel sueño.
Cada detalle.
"No puede no existir", pensó mientras se incorporaba de golpe para sentarse delante del computador. Lo encendió y luego tecleó en el campo de búsqueda de Google: "Normani Kordei Blyth Street Melbourne." Entre los primeros enlaces apareció una dirección de Facebook. El mouse la clicó.
Cuando se abrió la foto del perfil de la chica, Dinah apoyó un codo sobre el escritorio y con la mano derecha se apartó el mechón rubio que le caía sobre la frente.
-Lo sabía -susurró, sin saber si era más feliz por haber descubierto que Normani existía o se sentía más angustiada por el hecho de que toda aquella historia no había sido una pesadilla.
En el campo de las informaciones personales de la chica estaban su número de celular y su email. Dinah sacó el celular de la mochila y marcó el número.
Silencio.
Sonaba.
-Hello?
Silencio. Los ojos de Dinah, cerrados. Los ojos de Normani, abiertos, esperanzados.
-Dinah, ¿eres tú?
-Sí, Mani, soy yo. Entonces existes.
-Claro. Y recuerdo exactamente todo lo que nos ha sucedido.
Bueno chic@s aquí estuvo el Capítulo. Espero que les haya gustado
Como siempre quiero darles las gracias a todos por leer la historia y por quienes me dieron apoyo a que siguiera y para los que votaron y como no a mis lectores fantasmas.
Bueno voten y comenten.
XOXO
Nat.
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Multiverso (Adaptación Norminah)
FantasíaADAPTACIÓN A NORMINAH DEL LIBRO ORIGINAL DE MULTIVERSO DE LEONARDO PATRIGNANI ¿Y SI ESTE NO ES EL ÚNICO UNIVERSO POSIBLE? ¿Y SI NUESTRA VIDA NO FUERA POR SOLO UN CAMINO... SINO POR TODOS LOS POSIBLES? Según la teoría del Multiverso, existen infin...