Cápitulo 24

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Dinah miró en derredor.

Se encontraba en una explanada semidesierta similar a la que, en su realidad, era desde hacía años una cancha de baloncesto municipal. Cada tanto se reunía allí con algunas alumnas de otras clases, a pesar de la advertencia del entrenador, que había prohibido los partidos extraescolares pues temía que sus jugadoras se lesionaran, perjudicando así la temporada.

Agacho la cabeza y observó su cuerpo.

Llevaba unos jeans y una polera hecha harapos.

Se pasó una mano por la cabeza y notó que estaba rasurada al cero. Del bolsillo posterior extrajo una porta documentos. Contenía unos billetes que no reconoció y algunos documentos. Vio su foto en un documento de identidad correspondiente a Maira Weser.

Confusa y alterada, buscó instintivamente alguna pista sobre su vida alternativa, tal como había hecho en aquel vestuario. Echó a andar y tomó por una calle más adelante cruzaba por un puente peatonal. Alrededor, montones de escombros la hacían parecer el escenario tras la explosión de una bomba. También había algunos cráteres humeantes, como si el asfalto se hubiera partido después de un terremoto. Más allá, los coches aparcados estaban envueltos en llamas.

"Parece mi ciudad... pero ¿cómo ha terminado así?" Dinah comenzó a recordar algo sobre su identidad alternativa, datos confusos sobre una guerra civil, enfrentamientos en las calles, atentados y matanzas. De pronto visualizó una Milán sacudida por una especie de revolución popular que había conmocionado la ciudad y subvertido el poder mediante el asesinato de los más notorios representantes de la clase política. Mientras caminaba hacia el puente supo que, en Roma, Ciudad del Vaticano había sido pasto de las llamas. Aquello de lo que estaba enterándose de aquel mundo en pocos minutos era estremecedor. Había querido escapar, pero no sabía dónde. De improviso empezó a oír voces a lo lejos, a su espalda.

Eran gritos. Dinah se volvió, pero no vio a nadie. Un manto de humo obstaculizaba la visual. Apenas podía vislumbrar el puente, que le parecía muy similar al de la estación de Lambrate.

Cuando empezó a reconocer algunas figuras humanas, se detuvo en seco y se le heló la sangre. Una horda de personas marchaba hacia ella, todos vestidos de negro y encapuchados, esgrimiendo todo tipo de armas: fusiles, palos, pistolas, cuchillos...

Y coreaban a voz en cuello cánticos indistinguibles. No titubeo ni un segundo: echó a correr como alma que lleva el diablo. Tenía unos cien metros de ventaja. Cada poco se volvía para comprobar que aquella para comprobar que aquella especie de ejercito irregular no le ganase terreno, pero la distancia se mantenía estable. En cierto momento avistó un tramo de escaleras que descendía a un nivel inferior. Parecía una entrada al metro, aunque no estaba señalada. Dinah acordó que un paso subterráneo atravesaba la explanada y desembocaba delante de la estación de Lambrate. En cuanto bajó las escaleras, se dio cuenta de cómo estaban verdaderamente las cosas en aquel universo paralelo: el túnel subterráneo estaba lleno de cadáveres.

Allá donde mirase, vislumbraba cuerpos mutilados, con el rostro desfigurado, masacrados. Estaba así hasta el final del subterráneo. Pero las voces se iban acercando. La horda casi la había alcanzado, los más veloces ya estaban en la escalera. Dinah comenzó a temblar y sudar frío. Sentía las piernas paralizadas. Como si ya no le respondieran. Estaba aterrorizada. Se arrodilló, dispuesta a lo peor.

Cerro los ojos y trató de aislarse pensando en Normani, en su esplendor. Imaginó sus ojos, intentó revivir su primer beso. Acto seguido volvió a ver las imágenes de aquel increíble viaje que la había llevado a otro lado del mundo, luego a una dimensión desconocida, para encontrar a Normani. De pronto, sintió una mano en el hombro.

Multiverso (Adaptación Norminah)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora